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Vlad Tepes (1979)

Vlad Tepes
115 min.
5,5
59
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Película completa (RUMANO con subtítulos en INGLÉS)
Sinopsis
Biopic de Vlad Draculea (1431-1473), alias Vlad Tepes (Vlad "El Empalador"), príncipe de Valaquia, del que Bram Stoker se inspiró para crear a Drácula. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Biográfico Siglo XV
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Rumanía Rumanía
Título original:
Vlad Tepes
Duración
115 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1979: Festival de Sitges: Sección oficial competitiva largometrajes
7
Drácula el estadista
Vlad Tepes es probablemente la aproximación histórica más meritoria (documentales aparte) realizada hasta la fecha para el cine del personaje que inspiró en 1897 al novelista irlandés Bram Stoker a componer su inmortal obra Drácula, si bien como veremos el filme contiene cierto sesgo subjetivo propio de la época en que se rueda.

Arranca este biopic en 1456, acaba de terminar la Edad Media y las batallas empiezan a oler a pólvora, con el noble rumano Vlad Draculea (hijo de Dracul, nombre que refiere al Dragón pues eran miembros de una Orden Cruzada que remitía a San Jorge y el dragón en representación del diablo) ascendiendo al trono del pequeño principado de Valaquia tras vencer en batalla a otro pretendiente al trono.

Desde el primer momento el filme presenta pedagógicamente a los principales actores políticos a los que se enfrenta el nuevo voivoda: Desde los nobles boyardos sobre los que se asienta su poder, señores feudales que se reparten el país y que acostumbran a repartirse el gobierno y poner y derrocar príncipes mediante conspiraciones, hasta los comerciantes y colonos germanos (sajones) que se resisten a pagar tributos, pasando por la Iglesia cristiana, el rey húngaro que demanda obediencia al principado, un campesinado empobrecido que sufre la inestabilidad de la región y los turcos que amenazan con conquistar Europa. Recordemos que el poderío otomano en esta época es tal que en 1453 había tomado la ciudad de Constantinopla, capital del Imperio Romano de Oriente, último vestigio de la romanización. Si por Oriente Valaquia afronta ese peligro, por Occidente tiene al poderoso reino de Hungría que también amenaza su soberanía.

Con tono austero y didáctico y un despliegue técnico encomiable en vestuario, decorado, ambientación y un buen número de extras, la película retrata a Vlad III como un gobernante severo y patriota, sin menor atisbo de egoísmo personal. El actor que le encarna, Stefan Sileanu, hace un buen trabajo y físicamente está caracterizado con gran precisión como los retratos del voivoda histórico, aunque el empeño de presentarle pronunciando muy circunspecto frases para la posterioridad resulta un tanto impostado.

Así, Draculea empieza ejecutando con mano de hierro a criminales comunes y boyardos corruptos contrarios al interés general y a continuación se enfrenta a las potencias extranjeras que amenazan Valaquia, caso de húngaros y turcos, siempre con un alto sentido de la justicia, la patria y hasta con ciertos remordimientos que muestra en privado. Esta versión tan comprensiva del personaje se contradice con la crueldad descrita por múltiples historiadores (como el alemán Ralf Peter Märtin, el inglés Raymond McNally o el rumano Radu Florescu) quienes detallan una amplia panoplia de métodos de tortura empleados por Draculea, tales como "mutilar narices, orejas, dedos u órganos sexuales, cegar, quemar, hervir, despellejar, desmembrar, enterrar vivo, obligar a la víctima a presenciar la tortura de un ser querido, untarle los pies con miel y darlos a comer a animales hambrientos" y desde luego el señero empalamiento que indica el sobrenombre de Tepes (Empalador).

De tomarlo por cierto, como tantas veces, los gobernantes escogen y narran la Historia en clave contemporánea y según sus propios intereses, y en el caso de Vlad III es muy posible que Nicolás Ceacescu, gobernante de Rumanía en el momento del rodaje, encontrara la oportunidad de justificar su propio autoritarismo en una figura envuelta de terrible fama (pretendidamente por culpa de Occidente), implacable en la persecución de enemigos internos (traidores) y externos (invasores), amenazada por toda clase de conspiraciones, y que a su modo de ver no hacía más que lo que era más conveniente para el país. Un retrato del voivoda que se corresponde plenamente con la imagen que el dirigente comunista trataba de transmitir de sí mismo mediante la propaganda del gobierno. Teniendo estas consideraciones en cuenta y que la película data de 1979 (Ceaucescu fue presidente desde 1967 hasta 1989, cuando fue derrocado, juzgado y ejecutado) se entiende mejor está visión de un Draculea noble y valiente, nunca abusivo o cruel sin motivo.

Sirve de buen ejemplo de este enfoque el episodio multitud de veces narrado de la vida de Draculea, al principio de su reinado, cuando reúne a centenares de ladrones y maleantes invitándoles a un gran banquete para a continuación sellar puertas y ventanas y prender fuego al edificio acabando con todos ellos. La película narra el suceso exactamente así, con todo lujo de detalles, pero sin embargo incluye la enmienda de que el propio Vlad III, disfrazado de mendigo, antes de la deflagración salva a aquellos que, por inocencia o por fragilidad, considera que no deben ser ejecutados. Es una significativa muestra de las dos horas de metraje: Historia, sí, en lo básico, técnicamente bien recreada pero convenientemente retocada a fin de dorar la peana a un héroe nacional.

Como siempre la verdad seguramente se encuentra en un punto intermedio, por un lado son innegables los éxitos y la tenacidad de Draculea para proteger Valaquia, y especialmente señeras sus victorias militares entre 1461 y 1462 que mantuvieron a raya al ejército turco, el más poderoso del momento y que justifican su consideración como héroe. Por otro, son abundantes las fuentes históricas que describen un modo de actuar cruel en extremo y caprichoso como es de esperar en un gobernante medieval que no ha de rendir cuentas, con particular maña para infundir terror como arma.

En resumen, queda una película valiosa para aproximarse al Drácula histórico, tamizada por el interés en subrayar su valor como estadista. A modo de curiosidad, señalar cierta misogia en tanto no aparece un solo personaje femenino de relieve, ni siquiera su mujer Cnaejna de Transilvania.
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
El personaje detrás del mito.
Un muy interesante acercamiento a un un rey que quedó inmortalizado gracias a una novela escrita 400 años después de su muerte, y que se centra en el mito de su supuesto vampirismo, basado en las leyendas de la época.
La película si bien hace referencia a las mismas para desmitificarlas, nos cuenta la vida de un soberano que hizo todo lo posible porque su país fuera fuerte y libre, tomando todo tipo de medidas, muchas de ellas crueles y arbitrarias, peor siempre pensando en el beneficio de su país.
La película es sobria quizás por demás, llega a ser aburrida en varios momentos, al centrarse por entero en Vlad como líder, no hay prácticamente ninguna concesión al hombre, sus debates morales son todos sobre sus acciones como hombre de estado, a la película no le interesa en lo más mínimo contarnos su intimidad, su relación con su esposa, o sus hijos, la película se limita a sus conflictos con los boyardos, y sus guerras.
Otra cosa que se resiente es la fotografía, demasiado oscura, en las escenas nocturnas exteriores no se ve casi nada, hay que andar adivinando lo que sucede.
Muy buena interpretación de Stefan Silenau.
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1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
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