Johnny 316 (1998)

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."

Uno no conoce esa sensación de sorpresa nostálgica hasta que se encuentra con una. Puede haber oído hablar de ella, quizás le hayan hablado acerca de ello, pero hasta que no la descubre uno por sí mismo, jamás experimentará tales sentimientos. Eso es lo que ocurre cuando vemos 'Johnny 316', una gema engendrada allá por 1997 en Hollywood Boulevard por el fotógrafo francés Erick Ifergan, que por diferentes motivos ha estado nada menos que tres lustros perdida en el tiempo, criando polvo sin que nadie más supiera de ella. Por suerte, su creador consiguió terminar su obra y sacarla a la luz no hace mucho para que unos pocos curiosos afortunados viajemos atrás en el tiempo hacia una época un lugar donde los sueños podían hacerse realizar.

Libremente inspirada en la obra 'Salomé' del escritor irlandés Oscar Wilde, en este caso la historia se contextualiza en un amor imposible entre un predicador -un hombre que se siente salvado por haber encontrado a Dios y a Jesús-, y una chica -perdida en su mundo, que trabaja en una peluquería sin esperar nada de la vida-. Vincent Gallo plasma, como sólo él sabe, el carisma y don de palabra que caracteriza a su personaje, mimetizándose con él y empatizando con el espectador. No busca nada de nadie, solo que la gente conozca la palabra de Dios y Jesús, pretende salvar el alma de la gente. Por el otro lado, la chica interpretada por la ex-supermodelo israelí Nina Brosch borda su papel, enamorándose perdidamente del predicador, solo quiere tocar su pelo, sus manos, respirar el aire que él respira, besar sus labios... pero él no quiere que le toque. Le da asco. No quiere verla. Él ya ha encontrado a Jesús, no quiere a nadie más.

Rodada dentro de unos parámetros atípicos y un tanto experimentales -especialmente ese inicio prometedor con un plano secuencia en picado de Vincent Gallo "flotando" por las calles de Hollywood Boulevard acompañado de una música de marcha nupcial- uno se percata que no está viendo simplemente una película americana independiente sin más -al estilo de otras grandes joyas que salieron en esa década como: Kids, Gummo o Buffalo '66, ésta última, ópera prima y maestra de Vincent Gallo quien la filmó casi al mismo tiempo que 'Johnny 316'-, sino una única en su especie, con un estilización como pocas veces se ha visto en el cine independiente norteamericano a través de la hermosa fotografía de un Hollywood Boulevard de día y noche, personajes y lugares variopintos y una música muy heterogénea -desde Chopin o Bach hasta Tom Waits o Funkadelic.

Erick Ifergan puede estar orgulloso de haber creado, no digo ya una obra maestra -hoy en día a cualquier cosa se le llama obra maestra-, sino una obra de arte puro, y de que en ella participen dos personajes de lo más peculiar: Nina Brosh -quien filmó este su única película cuando estaba en la flor de la vida, con una cara realmente angelical, y una interpretación muy convincente. Y el actor, músico, director, pintor y leyenda Vincent Gallo, porque 'Prince Vince' es ante todo un artista, y valora y disfruta más crear y participar en obras desconocidas como esta -aunque no la vea ni la conozca nadie-, porque este tipo de art film siempre será más auténtico, sincero y verdadero que el 90% de las películas que se gestan en la actualidad, que no son sino fetos que no han llegado a nacer. 'Johnny 316' sí que nació, tardó 15 años, pero finalmente llegó a ver la luz. Y yo doy gracias de haber podido asistir a verlo.