24 horas en Londres (2000)

Fue una tarde de abril de 2008 (¡una década acaba de cumplirse!) que descubrí esta magnífica web de cine, de la cual me enamoré instantáneamente y con la que colaboro a diario.

Desde entonces ardía en deseos de que, por fin, incluyeran en su colosal base de datos una película casi inencontrable que yo tuve el privilegio de visionar allá por el año 2001. Y las circunstancias en que tal evento pudo suceder, son la chicha de mi relato:

En aquel tiempo, mi rutina semanal-social consistía en juntarme con mis colegas ajedrecistas (profesionales, ¿eh?), poner rumbo al Mercadona, hacernos con pizzas de las de calentar y andando, sandwiches compuestos de nueve ingredientes fundamentales (salchichón, chorizo, salchichón, chorizo, salchichón, chorizo, salchichón, chorizo y salchichón), y naturalmente CocaCola. La dieta perfecta para la siguiente parada antes del sofá de casa: el videoclub.

Sí, amigos, porque los videoclubes en el año 2000 y hasta un lustro después o así experimentaron un segundo resurgir gracias a la novedad del DVD. Y mis colegas se regían por una regla sencilla a la hora de escoger peli. Básicamente la cosa era que si, en la carátula salía un tipo con una metralleta, la cinta era alquilada. Fin.

Pues bien, en la caja de 24 HORAS EN LONDRES no había un tipo con una metralleta... ¡sino con dos! Y no me refiero al poster que hay en la ficha de filmaffinity, que por cierto es un cartel muy chulo y que para nada dejar adivinar lo que oculta tras de sí. Era una foto bastante más barriobajera, cuyo rastro (al menos en Internet) se ha perdido.

Yo siempre he sido muy de un cine algo más... “major”. No sé, más típico en plan JUNGLA DE CRISTAL (si quería acción), plan MISERY (si quería terror) o plan ATRAPADO EN EL TIEMPO (si quería comedia). Pero ellos, respectivamente en estos géneros, se pillaban NEW WORLD DISORDER (¡por favor, investigadla!), LONG TIME DEAD (madre de Dios...), o KEVIN & PERRY: HOY MOJAMOS (........................................................................).

Y lo que no sé es qué tío súper genio llevaba la distribución de aquellas producciones británicas mega-precarias, que conseguía que llegasen a España y que seis personajes se las alquilasen sin pensarlo dos veces semana tras semana. ALONE, LAS PESADILLAS DE UN ASESINO también cayó... Os recomiendo echarles un vistazo sólo para comprender mejor.

Sea como sea, decir que aquella etapa fue para mí de auténtico aprendizaje. Como cineasta lo reconozco así. Uno no aprende viendo EL MAGO DE OZ, EL RESPLANDOR y WEST SIDE STORY. Uno disfruta y poco más. Viendo las mierdas que yo vi con mis amigos de los primeros “dosmiles” aprendí muchísimo. Pero a pesar del valor de dicha (involuntaria) formación, no pude reprimirme cuando le dije a Manuel (el que eligió la peli) aquella noche:
‘Manuel, lo siento tío, pero esta es la peor película que he visto en mi vida’.
Tenía 18 años. Ahora con 34, sigo pensando igual.