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Saqueo a la ciudad (1963)

Saqueo a la ciudad
105 min.
7,2
675
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Disponible en:
Suscripción
Escena (ITALIANO)
Sinopsis
Nottola, concejal del ayuntamiento de Nápoles, además de ser miembro de todas las comisiones relacionadas con la construcción, es un magnate del negocio inmobiliario. Respaldado por los concejales del centro y la derecha, se dedica a la especulación. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Política Mafia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Le mani sulla città
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia;
Links
Premios
1963: Festival de Venecia: León de Oro - mejor película
9
Italia negra, España negra.
Primera película que veo de Rosi, suficiente para colocarle en mi lista de directores a descubrir, pues la película es excelente.

Se trata de un completo fresco (de terrorífica vigencia 40 años después) de la corrupción política, no solamente en su aspecto más zafio (la corrupción económica ligada a la vivienda) sino en otras manifestaciones como el transfuguismo, el populismo, la dejación de responsabilidades por cálculos electorales, etc...en definitiva todo lo que hace deleznable la política.

La película comienza magistralmente con una secuencia de gran fuerza en la que vemos el derrumbamiento de unas viviendas. La verosimilitud de la secuencia (vease la huida aterrorizada de la gente o la bajada del niño herido por la escala de los bomberos) es de una inmediatez tal que pienso que se trata de un hecho real, perfectamente ensamblada por el director en la película.

Si bien el eje del film es la corrupción urbanística, la película tiene otras ramificaciones, así aborda:

- Las confusión de intereses públicos y privados; aunque en la película se retrata todavía en un estadio muy primitivo de actuación, ya que entre el concejal corrupto (interpretado magníficamente por un antipático Rod Steiger) y su empresa constructora la relación es sencilla directa y de “primer grado”. No hay todavía ese grado de compleja sofisticación y ocultamiento de la corrupción moderna que exija para entenderla el apoyo de complicados esquemas que nos desvelan los intrincados mecanismos de sociedades participadas e interpuestas que acaban indefectiblemente apuntando a un paraíso fiscal.

- La monstruosa burocracia ineficiente y descoordinada. Los distintos departamentos involucrados actúan independientemente negando el uno lo que sí autoriza el otro. Todos señalan al departamento vecino culpable de que no actuaran correctamente en su labor de supervisión en el derrumbe.

- La inutilidad de las Comisiones de investigación parlamentarias y las consabidas letanías de los partidos; el del partido político del gobierno implicado en el asunto de corrupción empeñado en reducir el ámbito de investigación (para no “interferir en la actuación judicial”) y para que no sirva de “causa general de intenciones políticas”contra el gobierno.

- La desafección de los ciudadanos frente a la clase política, incluso contra los que por “tradición” pudieran estar más cercanos a la defensa de sus intereses. Es paradigmática (y de plena actualidad una vez mas) el desairado recibimiento con el que los vecinos del barrio derruido reciben la visita (que ellos consideran mas “oportunista” que oportuna) del líder izquierdista. Recuerda episodios recientes en los que algún líder político se han puesto al frente de movimientos espontáneos de defensa de la sociedad (15-M o Stop desahucios) que adivinan los tejemanejes para figurar como meros paisaje de fondo de la foto ansiada por el político oportunista

- El transfuguismo, los pactos postelectorales contra natura en aras del “interés general”. La demora en la toma de decisiones para no perjudicar los resultados electorales, la demagogia, el engaño y la mentira como normas de conducta habituales en la gestión de los asuntos públicos.

La película es en blanco y negro, pero la realidad que describe es negra, negrísima como la de nuestro país en donde hoy sabemos que, al menos, 300 altos cargos políticos están involucrados en casos de corrupción investigados judicialmente.

Una escena tonta y burda me impide darle el 10. Es aquella en la que al Alcalde va repartiendo dinero de un abultado fajo de billete entre los parroquianos, al mismo tiempo que suelta algo así como “este es el modo en que entendemos la democracia en nuestro partido”. Critica un tanto pueril del poder que contrasta con la solidez del resto de la película.
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29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Una de especulación urbanística
Hay dos formas de ver esta película.

La primera, la más clara, es un ataque brutal y poco considerado desde una perspectiva claramente de izquierda, donde se nos presenta una conspiración entre políticos de derechas con constructores sin escrúpulos, y donde los partidos de centro andan con buenas intenciones pero nefastas conclusiones. La izquierda es angelical.

Resulta que se cae un muro, matando a dos personas, y comienza una investigación en el ayuntamiento, presentada por el partido de izquierdas, apoyada por el centro, y temida por la derecha (que esta en el poder, a un mes de las elecciones). Poco a poco, se va descubriendo que la constructora que quiere edificar pisos nuevos en una zona reservada para consumo público (escuelas, hospitales y demás), pertenece a la vez al concejal de urbanismo, un personaje odioso, representante de lo más bajo del ser humano, y de un partido de derechas.

Por suerte, lejos de la indigestión ideológica que contiene el filme, se nos presentan unos personajes estereotipados pero a su vez reales. Muy reales. Y aquí da igual que sean de centro, de derechas, de izquierda, de arriba o de su madre. Te los crees.

Y con esto llegamos a la segunda manera de ver la película. Y es que, podemos extrapolar la situación que se nos presenta a un sinfín de casos de corrupción, cambiando los colores políticos a nuestro antojo, y el resultado será el mismo. Y entonces la película gana enteros al perder el maniqueísmo político de Francesco Rosi, un gran director, comprometido, crítico, revisionista (con los suyos y con su entorno), que hasta llegar a encontrar a Tonino Guerra como su guionista ideal, andaba algo perdido.

Tenemos a un alcalde, que tratará por todos los medios de salvarse de la quema por culpa de su concejal de urbanismo. Hay un concejal honrado dispuesto a descubrir toda la verdad. Otro concejal, seguramente el personaje más interesante, que se debate entre sus convicciones morales y la fidelidad a su partido. El representante del partido de centro que hará todo lo posible por conseguir la mayoría, aunque tenga que pactar con el diablo. Y por encima de todo, resalta ese concejal de urbanismo, que no tiene ningún apego a ninguna sigla política, un arribista cuya única patria es el ladrillo y su bandera el dinero, dispuesto a absolutamente todo, por mantenerse y por seguir subiendo. El mismo diablo en persona.

Y toca joderse, uno comprueba hastiado que el cuento corruptivo siempre ha sido el mismo. Y que los que tienen mucho dinero, lo único que quieren es más dinero. Y que quien paga los platos nunca será el constructor, sino el desgraciado de la calle. Y que al final, siempre se sientan en sitio los mismos, por mucho que cambien las caras.

Por último no olvidar que la película es una versión particular de un suceso en Nápoles. Es por esto que perdono en parte el maniqueísmo político del director.
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19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
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