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El hombre que vino a cenar (1942)

El hombre que vino a cenar
112 min.
6,9
911
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Escena (Español)
Sinopsis
El famoso escritor Sheridan Whiteside tiene una lengua viperina y un cerebro que puede resolver el crucigrama del New York Times en cuatro minutos. En un viaje a Ohio para dar una conferencia, sufre un accidente a causa del hielo y se ve obligado a permanecer recluido en la casa de un matrimonio burgués. Su comportamiento en la casa es tiránico, la gobierna como un zar y, por si fuera poco, se entromete en la vida amorosa de todo el mundo. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Man Who Came to Dinner
Duración
112 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
8
Farsa de ritmo intenso y trama singular
Producción de la Warner en b/n, dirigida por William Keighley. Se basa en la comedia "The Man Who Came To Dinner" (1939), de George S. Kaufman y Moss Hart, inspirada en la figura real de Alexander Wolcott, crítico renombrado. Rodada en los Warner Studios, se estrenó el 1-I-1942.

La acción tiene lugar en 1939/40 en Mesala, pequeña localidad de Ohio, en el Medio Oeste, durante las cuatro semanas precedentes al día de Navidad. Narra la historia de Sheridan "Sherry" Whiteside (Monty Woolley), crítico influyente, que acude a Mesala para dar una conferencia. A causa de un resbalón, cae el suelo y se daña la pelvis, lo que le obliga a permanecer en silla de ruedas en casa de su anfitrión, Ernest W. Stanley (Grant Mitchell). Inteligente, manipulador y egocéntrico, se impone a los Stanley, hijos, hermana y servicio, recibe extrañas visitas y muchos regalos navideños (pulpo gigante vivo, 4 pingüinos). Dedica insultos ingeniosos y frases hirientes a los que le rodean.

La película crea una farsa ágil y de ritmo vertiginoso, que basa su comicidad en la fuerza de un hombre irascible, presuntuoso, inteligente y egomaníaco, que postrado en una silla de ruedas es capaz de someter a los que viven en la casa y allegados. La lucha por el poder entre "Sherry" y el cabeza de familia, Ernest, la gana el primero por desenvoltura, imposición de hechos consumados, una hábil gestión de los imprevistos y su perspicacia para descubrir los puntos débiles de los demás. Somete con halagos al médico, engaña con lisonjas al periodista Bertram Jefferson, interfiere en las relaciones amorosas, convence a los hijos de la casa para que hagan lo contrario de lo que desean sus padres e impone en la casa una situación general de caos, que rompe el estereotipo del enfermo dócil, amable y respetuoso, sobre todo si está acogido por solidaridad en casa ajena. Se ironiza sobre personajes de la crítica teatral (Alexander Wolcoot), del cine (afición de Harpo por las rubias), de la política (esposa del presidente Rooselvelt). Denuncia los regalos de actores, actrices, guionistas y autores teatrales a los críticos influyentes. Plantea interrogantes sobre los límites de la solidaridad y las obligaciones éticas de los que se benefician de ella, sobre la oportunidad de los regalos a personajes influyentes con ánimo de influir en ellos, etc.

La música aporta fanfarrias militares y melodías irónicas efectistas. La fotografía mueve la cámara con diligencia y suavidad, usa primeros planos expresivos y resalta la comicidad visual. El guión construye una divertida farsa, voraz e iconoclasta, rica en gags y parodias. La interpretación de Wooley es sobresaliente, pese a sus sobreactuaciones. Bette Davis, ajustada y digna, se toma un respiro de los papeles dramáticos. La dirección crea una obra intensa, narrada sin desfallecimientos.

La película, destinada a entretener al público en tiempos de guerra, es una obra singular y recomendable.
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30 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Ciertas visitas son como el pescado, a los tres días huelen
“El hombre que vino a cenar” es un film basado en una obra de teatro. la película la realizó William Keighley en 1942 a partir de un espectáculo de Broadway creado por George Kaufman, y si el cine toma prestado del teatro para crear su mundo, el teatro antes había tomado prestado de la propia realidad. El protagonista es un trasunto de Alexander Woollcott, un personaje celebre de la época, un intelectual cuyos artículos reproducían decenas de periódicos y un hombre al que escuchaban millones de personas gracias a la radio y a su patrocinador, una marca de tomate en conserva.

En la película este megalómano ingenioso es además alguien que no para de viajar, que desayuna con los Rothschild en Nueva York, toma el aperitivo en Londres con la Reina, come en Ámsterdam con el más conocido traficante de diamantes, para cenar en Washington con Roosevelt, si es que antes no se ha ido hasta Nueva Delhi para merendar con el Maharajá de Kapurthala. Es un personaje que forma parte del decorado internacional, que les aconseja a los banqueros sobre tipos de interés, a los militares sobre armamentos del futuro y a los sacerdotes sobre la crisis espiritual del siglo, un charlatán, sí claro, pero un charlatán a la altura de su tiempo.

Monty Woolley es el actor encargado de dar cuerpo al divo de la inteligencia patrocinada y BetteDavis, discretísima, es su muy eficaz secretaria para todo. Ann Sheridan es la actriz de cine que sólo piensa en casarse con un hombre muy rico que le permita retirarse del negocio antes de que le llegue la vejez. Jimmy Durante tiene un estupendo cameo, uno de esos breves papeles de lucimiento, y lo aprovecha tal y como también lo hace un estupendo Reginald Gardiner.

Una película que fluye continuamente a un ritmo endiablado, con escenas rápidas de diálogos aún más rápidos cargados de ingenio, chispa, mordacidad y muy mala baba. Un divertimento inteligente y ácido que se deja ver con el placer y el encanto de las viejas historias que Hollywood ya no sabe hacer.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
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