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La colmena (1982)

La colmena
105 min.
7,1
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Sinopsis
Camilo José Cela escribe en el prólogo a la primera edición de la novela: "La Colmena no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad (...) no aspira a ser más que un trozo de vida narrado sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre. Queramos o no queramos. La vida es lo que vive -en nosotros o fuera de nosotros-; nosotros no somos más que su vehículo, su excipiente como dicen los boticarios (...) Su acción discurre en Madrid, en 1942, y entre un torrente, o una colmena, de gentes que a veces son felices, y, a veces, no". (FILMAFFINITY)
Género
Drama Posguerra española
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
La colmena
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Camilo José Cela
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Premios
1983: Festival de Berlín: Oso de Oro (ex aequo con "Ascendancy"), Premio C.I.D.A.L.C.
9
Clásico de un clásico.
Uno de los indiscutibles e indiscutidos clásicos del cine español, a partir de la novela de un clásico moderno de nuestra literatura, la obra homónima del Nobel ya finado Camilo José Cela.
Es una adaptación ejemplar, soberbia y admirable de la novela, un magistral retablo, mosaico, reflejo y espejo de la posguerra española. A partir de una colmena de personajes y con el centro neurálgico del café de Doña Rosa (que fuera anteriormente cementerio, pues las mesas de mármol no son sino lápidas una vez descubiertas por el hambriento grupo de poetas que allí se reunen; una audaz metáfora de la situación del momento, pues no se equivocaba mucho Dámaso Alonso cuando escribía aquello de "Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres...") como hilo narrativo más importante se hace una radiografía, una fotografía impecable de la situación económica, política y social del momento, un justísimo y soberbio documento histórico, como lo era, en mayor medida y mérito, la novela.
Camus obtuvo su éxito (junto a la inolvidable "Los santos inocentes", otra adaptación literaria ejemplar de la misma etapa pero en ambiente rústico) mayor y más reconocido, el Oso de Oro en Berlín, y logró la más afortunada plasmación de su estilo: un cine sobrio, detallista, de precisa y nada exuberante puesta en escena, narrativo por encima de todo. Dibildos, también productor, escribió un guión excelente con la ayuda de Cela, quien se reserva un pequeño papel como inventor de palabras, y a la película no la falta ni sobra absolutamente el más mínimo detalle. El desigual ambiente de los cafés, con los trasnochados y bohemios poetas sin un céntimo, los falsos hombres poseedores de cierto poder económico y social, los engreídos tipos llenos de duros egoístas, la hipocresía de los que más tienen, las casas/refugio de prostitutas, el hambre, los rencores de los vencedores y los vencidos, el frío, las enfermedades de la época, la represión y el miedo, la rutina, la vida, todo, practicamente todo, está captado magistralmente en esta obra maestra de nuestro cine, que cuenta además con el más vasto y antológico reparto que se recuerda; añadan a los ya indicados los siguientes entre otros: María Luisa Ponte (que está impresionante), Emilio Gutiérrez Caba, Luis Escobar, Francisco Algora, José Vivo, José Bódalo, Mario Pando, Manolo Zarzo, Luis Ciges, Mari Carrillo, Agustín González, Rafael Alonso, Antonio Resines, Imanol Arias, etc...
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63 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
- Algún día, hijo mío, todo esto será tuyo. - ¿Y para que quiero un calcetín, papá?
- Hubo un tiempo, hijo mío, en el que en la indusria del cine patrio habitaron actores.
- ¿Qué es un actor, papá?
- Ay, hijo, aún eres muy joven para entenderlo.

Francisco Rabal, don Paco, Ricardo Sorbedo repite varias veces que sin "planteamiento, desarrollo y desenlace", ni hay novela ni hay nada. Imagino que el nobel que en un programa de Gurruchaga casi absorve en directo un litro de agua por el ano, puso estas palabras en boca de Sorbedo irónicamente, pues su propia novela, y en consecuencia la película, carece de esa norma y más bien se estructura en "introducción, desarrollo y cierre".

Esto, evidentemente, resta magia a una cinta en la que el trabajo de actores y la fotografía consiguen dibujar en tu cerebro un cuadro del hambre y el frío en aquel Madrid de época. Porque, no nos engañemos, pocos habrá por estos lares que viviesen en el Madrid de los cafés y las castañeras y ninguno de nosotros sabemos lo que es pasar hambre y frío. Lo más cercano es volver de chuzo una noche de enero a las 7 mañana después de perder la chupa, y rascarse el bolsillo para darte cuenta de que no alcanzas los 3 euros para zamparte un bocadillo de tortilla, antes de planchar la oreja.

El año de naranjito debió de ser un mal año para los actores que no trabajaron en esta película (creo que son 3; uno de ellos, Alfredo Landa).
Les honra a los afortunados que consiguieron papel, el saber ganarse una personalidad dentro de una película con más personajes que metraje. Una oportunidad de 10 minutos, y marcas gol. A ello contribuye, supongo, el peso de la forma y el fondo de la novela.
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53 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
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