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Las cuatro en punto (TV) (1957)

Las cuatro en punto (TV)
48 min.
7,0
175
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Disponible en:
Suscripción
Sinopsis
Un relojero que sospecha que su mujer le es infiel mientras él está trabajando diseña una bomba de relojería para que estalle a las cuatro en punto, coincidiendo con la llegada del amante. Pero entonces sucede algo totalmente imprevisto. Primer episodio de la serie "Suspicion" creada por Hitchcock y que no pasó de la primera temporada. (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Intriga Mediometraje
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Suspicion: Four O'Clock
Duración
48 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Cornell Woolrich
8
El sótano.
243/43(26/06/21) Notable episodio piloto de esta serie creada por el mago del suspense Alfred Hitchcock, una serie de tv para la NBC que solo duró una temporada con de 42 episodios (que se desarrolló de 1957 a 1958) en un molde similar a Alfred Hitchcock Presents, aunque doblando la duración y sin él de (bufón) maestro de ceremonias en el prólogo, donde él único que dirigiría el cineasta de “Con la muerte en los talones” fue este primero, tras esta volvería a sus exitosas “Alfred Hitchcock presenta” (1955-1961) y “La Hora de Alfred Hitchcock” (1962-1965). En este caso AH con una historia de Cornell Woolrich (“La ventana indiscreta”) que adapta Francis M. Cockrell (“Inferno”), ofrece un febril espectáculo de tensión asfixiante, que con muy pocos elementos, de cuasi de ejercicio de estilo, con efluvios al episodio “Alfred Hitchcock presenta: Colapso” (1955), donde el meollo de la acción era la visión de un tipo que no podía moverse tras un accidente, aquí el corazón de la cinta es un tipo amarrado y amordazado en un sótano frente a una bomba que sabe explotará a “Las cuatro en punto” (por supuesto de ahí el título), ello con grandes dosis de su película “Sabotage” (1936), por lo del manejo en edición del elemento bomba, con esto y sus pensamientos en off se compone un hábil metraje, subyugante en el modo estremecedor de filmarlo, haciéndonos sentir el pánico crescente del protagonista, hundiéndonos en su zozobrante psique, con giros ingeniosos que aportan ritmo y atrapan en sus malsanas redes donde nadie es bueno del todo, y todo ello para llevarnos a un final sorpresa efectivo y punzante.

Demuestra AH que no necesitaba de grandes medios o lardes técnicos para engancharnos en su modo particular de rodar. Donde tiene gran importancia la cinematografía de John L. Russell (“Psycho”) con angulaciones y primeros planos opresivos, combinados con el formidable montaje de Edward W. Williams (el habitual de “Alfred Hitchcock presenta” y su secuela “La hora de A. H.”), trasladando al espectador una creciente desazón que nos cala en los huesos, ello en miscelánea con el sonido envolvente de las manecillas segunderas de un reloj, gracias a la fenomenal labor del encargado William H. Lynch (otro colaborador televisivo habitual de Hitchcock).

El relojero Paul Steppe (E.G. Marshall) cree que su esposa Fran (Nancy Kelly) ha tenido un amante, a quien ella recibe en su casa todas las tardes mientras Paul trabaja en su tienda. Enloquecido por los celos, instala una enorme bomba de tiempo en el sótano con un reloj despertador y explosivos caseros, y la configura para las cuatro, cuando imagina que los dos amantes estarán entrelazados.

El episodio se puede dividir claramente en dos partes. En la primera Hitchcock se atiene con calma a seguir la preparación del minucioso plan vengativo del protagonista, como prepara y prueba explosivos con sus relojes, como se introduce con sigilo en su casa por el sótano, dejando explosivos en varias pasadas, los fríos ententes con su esposa, como vemos se da cuenta en detalles de que alguien visita su hogar cuando está fuera (cervezas que él no bebe, colillas de cigarros, un auto en la puerta,...). Y en la segunda parte nos embarcamos en una inmersión en cuasi-subjetivo con Paul, haciéndonos sentir lo que él, sus dudas, sus ilusiones, sus golpes, sus anhelos, haciéndonos sentir una contrarreloj que nos va oprimiendo mentalmente frente a nuestra ‘guillotina’ en forma de reloj, hasta implosionar en un final que encaja muy bien en el tono del minutaje y de Hitchcock (spoiler).

E.G. Marshall lleva muy bien el peso del episodio con una gran expresividad, con apenas palabras, con mucho en off, todo para hacernos uno con su sufrimiento y angustia existencial frente a su condena a muerte en el rush final; Destacar la aparición de un joven Harry Dean Stanton como secundario con 31 años.
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