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Llévame a ver el partido (1949)

Llévame a ver el partido
93 min.
6,2
205
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Trailer (Inglés)
Sinopsis
Gene Kelly y Frank Sinatra son dos jugadores de béisbol profesional del equipo de The Wolves que deciden probar fortuna en el mundo del espectáculo. Cuando vuelven al equipo, resulta que éste tiene un nuevo dueño, de nombre K.C. Higgins. Para su sopresa, Higgins resulta ser una mujer (Esther Williams), de la cual ambos se enamoran. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Musical Deporte Béisbol
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Take Me out to the Ball Game
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1949: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión musical
6
Ryan, O’Brian y Goldberg
Tres jugadores de béisbol (Sinatra, Kelly y Munshin, que también serían los tres marineros con un día para enamorase en On the town) tienen toda una temporada para ser campeones de la liga regular y, como no, para enamorarse.

A pesar de estar dirigida por el pionero del musical Berkeley, de que los números musicales están creados por el inminente renovador del musical Stanley Donen, de que el productor es el especialista del musical Arthur Freed, y de que los protagonistas son los propietarios de la voz y de los pies más populares del musical, a Take me out to the ball game, sin dejar de ser una comedia bien narrada y un musical muy digno, le falta fuerza; la manida historia de vodevil (o vaudeville, típicos enredos amorosos intrascendentales) no tiene la gracia que sí tienen obras semejantes de la década anterior (como Top hat, por ejemplo). Si será tan recurrente el tema, que la película se cierra con un número musical en el que Kelly, Sinatra, Williams y Garret hacen de ellos mismos, no de sus personajes y, con un par de versos cantados, despachan el consabido final.

Lo que no tiene desperdicio son los números interpretados por el jovial Gene Kelly, en especial el titulado The hat my father wore on St. Patrick's day, mezcla de virtuosismo y sencillez, sobre el origen irlandés del personaje, y que supone un desahogo tras el cargante número coral anterior sobre el orgullo de representar a la genuina población de Estados Unidos. Además, me pregunto si no tendría una intención política. Gene Kelly no era famoso por su simpatía hacia el conservadurismo norteamericano, precisamente. Y él colaboró con Donen en la historia y la colocación de los números...
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10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Puedes llamarme Rechoncha
No hace falta que te gusten los musicales ni el baseball para disfrutar de esta excelente película. Aquí se puede asistir a todo lo bueno que esta vida ofrece: amor, amistad, alegría, música, baile, ternura, buen humor, espectáculo..., de todo y a manos llenas.

Te puedes reír con los cortes y los zascas que reciben estos dos genios del espectáculo que fueron Frank Sinatra y Gene Kelly gracias al típico argumento del hombre que se enamora y la chica que se resiste. Gene Kelly es ese hombre divertido y bromista como nadie y mejor no puede estar presentado esta clase de personas en una obra cinematográfica que como está aquí representado. Este cine tiene que gustar a todos por imperecedero e inigualable. Y además es que da envidia, te alineas con estos tíos, te das cuentas de esa época gloriosa irrepetible con esta gente que encima tenían la suerte de rotar protagonismo con otras figuras de la misma categoría, gente que no queda más remedio que nombrar para demostrar de dónde venían, cómo eran y cómo hacían ese cine espectáculo, el cine de las estrellas de verdad: Aparte de Gene Kelly y Frank Sinatra estaban Jerry Lewis, Dean Martin, Peter Lawford, Sammy Davis Jr, Bing Crosby, Esther Williams, Judy Garland, Jean Powell, Fred Astaire, Ginger Rogers, Rita Hayworth…

No creo que surja otra generación en el mundo del espectáculo con personas de tan alta valía en ningún lado del mundo. Gente tan Inteligente como se demuestra al ser capaces de dar un sinfín de pasos de baile a toda velocidad de un lado a otro sin parar, eso supone un trabajo diario y constante del que, por supuesto, no todo el mundo es capaz, ni mucho menos, son profesionales con una destreza física peculiar, y siempre con una sonrisa de oreja a oreja. Eso es lo que da el trabajo y la honradez. Hay que valer, hay que tener una valía especial para la interpretación, el baile, la canción, tener voz, carisma, ser cómicos y ser capaces, encima, de atraer al público de manera tan sana y divertida. Poca gente queda así. Son el mejor remedio contra el cine de mensajes, el pretencioso y el del sufrimiento. De vez en cuando viene bien una buena dosis de este remedio contra los bajones que nos proporcionan los del lado oscuro de la humanidad.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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