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Los cuatro jinetes del apocalipsis (1921)

Los cuatro jinetes del apocalipsis
134 min.
6,6
224
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Escena (Película Muda)
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Sinopsis
En vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las dos ramas de una acomodada familia argentina se dividen en dos bandos: los Desnoyers, oriundos de Francia, y los von Hartrott, de origen alemán. Julio Desnoyers, un joven irresponsable y bohemio, tiene un romance con Marguerite, una mujer casada. Cuando estalla la guerra, el esposo de Margueritte se va al frente. Poco despues, una serie de circunstancias hacen que Julio cambie radicalmente y decida trabajar para la Resistencia. (FILMAFFINITY)
Género
Bélico Drama Romance I Guerra Mundial Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Four Horsemen of the Apocalypse
Duración
134 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones Vicente Blasco Ibañez
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8
VALENTINO Y JUNE MATHIS: TAQUILLA ASEGURADA
Verdaderamente los cuatro jinetes fueron Rex Ingram (director), Rodolfo Valentino (actor), June Mathis (guionista) y Vicente Blasco Ibáñez (autor de la novela). En lugar de la conquista, la guerra, la peste y la muerte que los jinetes voladores dejaban tras de sí, nuestros elegidos cabalgantes dejaron el éxito asegurado de una película cuyos ingresos superaron con creces la disparatada inversión que, para su tiempo, se realizó y que les hace ocupar el sexto puesto entre los films silentes más taquilleros, al lado de “peliculitas” como El nacimiento de una nación, Intolerancia o “Way down east”, todas ellas de un señor que se llamaba D.W.Griffith.

Año 1921. Aunque a algunos les parezca mentira ya existía el cine, y además dejaba sus beneficios. Claro que había que ser osado y jugársela como así hizo June Mathis, guionista y “alma mater” de un proyecto en el que pocos confiaban por las dificultades que entrañaba llevar a la pantalla grande una obra como la del escritor levantino. June Mathis convenció a la Metro para que negociase la compra de los derechos de la novela, adaptó el guión, fue la promotora del fichaje de Ingram para la dirección y de Valentino como actor principal. Y la cosa salió bien. Tan bien que Miss Mathis, de quien se rumoreó una relaciones tanto con Ingram como con Valentino, acabó convirtiéndose en una de las mujeres con más influencia en el Hollywood de su tiempo a la par que primera mujer ejecutiva de la productora. Recordar también que fue guionista de la maravillosa “Greed” (Avaricia) de Erich von Stroheim.

El público era el Cesar y al Cesar había que darle lo que demandaba. Y ahí aparece la figura naciente de Rodolfo Valentino, una especie de gigoló de los salones de baile de la época, al servicio de las damas. Y el tal Rodolfo se nos marca un tango que si bien no figuraba en la historia original de nuestro Vicente Blasco Ibáñez, le queda a la película como anillo al dedo y se convierte, por méritos propios, en uno de los instantes memorables de la historia de un cine, que recién salido del horno ya dejaba momentos para el recuerdo y el disfrute de unas y otras generaciones.

El éxito de audiencia y la recaudación hay que buscarlo más en el excelente, y absorbente, argumento dramático de la historia contada en una novela cuya fuerza y difusión internacional no aseguraba su éxito cinematográfico. Y debo decir que, visto lo visto, el gran activo del film está en la forma como el guión capta a la perfección una historia de realidades duras como la vida misma, con sus amores y desamores, sus encuentros y desengaños, sus luces y sus sombras, sus miedos y sus cobardías… Una serie de circunstancias que se concatenan y que estallan a la par que una Gran Guerra que acaba por poner a cada uno en el sitio que le es propio.

Madariaga, apodado el centauro, es un español emigrado a Argentina que negociando con ovejas acaba convertido en el hombre más rico del país. A su muerte, sus yernos, uno francés y otro alemán, optan por retornar junto a sus familias a sus países de procedencia. Sus iniciales desavenencias acabarán magnificadas por una guerra que asolará Europa. Una buena historia a la que se supo adicionar momentos cinematográficos más que notables y alguno que otro efecto artificioso por mor del guión, pero que encaja a la perfección, seguramente gracias a las notables habilidades de June Mathis.
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7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
El rastro hediondo
La presencia de un Rodolfo Valentino que llena la pantalla con su carisma fue el principal reclamo en fechas de su estreno de esta superproducción. Y aunque hoy día, casi un siglo después, la figura ya legendaria del argentino sigue siendo el motivo primero por el que nos acercamos al film, nos bastan unos minutos para concluir que Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis es mucho más que una fulgurante estrella. Estamos ante una obra maestra, aunque en muchas antologías no sea considerada una de las obras fundamentales del mudo.

La película refleja el horror de la guerra con una crudeza desgarradora. Se diría que ha sabido capaz de retener el rastro hediondo que van dejando a su paso los cuatro corceles. En este aspecto creo que supera con creces la película bélica que todos los cinéfilos tenemos como referencia de la época, El Nacimiento de Una Nación. Pero además, la película que nos ocupa, está sazonada con momentos de un exquisito lirismo:
Una bañera de oro macizo, absurda en medio de las ruinas del combate.
El tratamiento del color, que aparece puntualmente como un rojo explosivo que tiñe de sangre la pantalla en los momentos de máximo dramatismo.
Los aguerridos franceses se preparan para morir, y sus rostros, captados en un soberbio travelling lateral, reflejan mil matices.
Antes de la batalla, en un entusiasmo inconsciente, se canta la Marsellesa, con una mujer enarbolando la tricolor, como si fuera el cuadro de DelaCroix. Imposible no acordarse de Casablanca
Y, sobre todo, la soberbia secuencia inicial en la que Valentino baila un tango en un tugurio de Boca. La cámara se centra en el duelo del galán con otro parroquiano por la compañía de una furcia del lugar, como si fuera un relato del mejor Borges. Pero también recorre a la audiencia que observa la pelea, gañanes ebrios, como el que ve el pez en el vaso. Años después, se repetirá la escena, esta vez en un elegante local parisino, y esta vez el baile será con la mujer de su vida. Pero la reacción del público, que vuelve a ser captada por el director, es más dañina que la de los inocentes borrachos.

Muy recomendable película, adaptación de uno de nuestros mejores literatos.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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