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El estrangulador de Boston (1968)

El estrangulador de Boston
120 min.
7,2
4.994
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Sinopsis
Basado en sucesos reales. En Boston, entre 1962 y 1964, trece mujeres fueron brutalmente estranguladas por Robert de Salvo, un fontanero felizmente casado y con una vida aparentemente normal. (FILMAFFINITY)
Género
Intriga Thriller Basado en hechos reales Asesinos en serie
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Boston Strangler
Duración
120 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
1968: Globos de Oro: Nominada Mejor actor - Drama (Tony Curtis)
Curiosa reconstrucción de la vida del famoso asesino que aterrorizó la ciudad americana de Boston a comienzos de los sesenta. Estética setentera y espléndido reparto para un filme que se engrandece ante la impresionante primera aparición, de mirada brutal, de un Tony Curtis que corta la respiración.
[FilmAffinity]
"Narración fría, cerca del documental, terriblemente efectiva. En el recuerdo, la fractura de las pantallas en pequeñas ventanas y la anómala y brutal interpretación de Curtis"
[Diario El País]
4
3
Positiva
1
Neutra
0
Negativa
7
En la mente del asesino
Viendo "El estrangulador de Boston" no puedo evitar que me venga a la memoria aquella magnífica "M, el vampiro de Düsseldorf" del gran Fritz Lang. Ambas relatan el terror que puede provocar en la sociedad un asesino. Para mí, las dos tienen dos partes claramente diferenciadas.

La primera parte abarca el proceso de busca y captura del asesino, así como los asesinatos. En "El estrangulador de Boston" se cuenta como si de una crónica policial o periodística se tratase, rayana en el documental. En esta parte desfilan interrogaciones, falsos culpables, sospechas, etc. Se sigue con interés y sin desmayo, pero en ningún momento siento miedo o suspense, ni me es transmitida la opresión que sufre la ciudad; sensaciones todas que sí me las provocaba "M".

Pero, ahora bien, cuando un inconmensurable y sobrecogedor Tony Curtis abre la segunda parte, comienza el gran cine. La aversión que me provocaba el asesino en la primera parte se torna en comprensión y lástima en la segunda, puesto que muestra a un hombre aparentemente normal, con su curro y familia, al que le ha tocado una devastadora y macabra lotería: la de la psicopatía con trastorno de personalidad.

Si en "Psicosis" Hitchcock empleó esa enfermedad para construir un film de terror, aquí, sin embargo, se utiliza un film de intriga para llevar a cabo un estudio de la enfermedad. Para llevar a cabo este escalofriante análisis, Tony Curtis nos da pie para que vislumbremos el monstruo que su personaje lleva en su interior. El marco de esa deshumanizada celda de manicomio , es para mí simbólica: es la de su propia mente, que impide cualquier acercamiento al tormento en el que está atrapado. Brutal, escalofriante y terrible.

En su conjunto, la película es irregular, pero la parte final posee una fuerza y un terror tales que suple casi todos sus defectos. Incluso, para mí, comparándola con “M”, deja el retrato del asesino de esta última en pañales, sólo aguantando el tipo el gran Peter Lorre. Muy buena.
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58 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Chicas... no le abráis la puerta al fontanero aunque sea guapete
Las películas de aventuras de Tony Curtis junto a su cándida doncella Janet, se convirtieron en fabulillas cuando al morenaso se le dio por interpretar al psicópata Desalvo.

La historia entra con el secundario de lujo de siempre: George Kennedy y abriendo piezas que dividen la pantalla componiendo puzzles de figuras geométricas en cada una de las cuales se desarrolla un plano. Una innovación en el cine. Es además una película televisada en su primera mitad y teatralizada a dos bandas por el tándem Curtis-Fonda en la segunda.

Las señoras en bata cotorrean en el rellano de la escalera mientras su vecina anciana yace muerta y los polis de Boston se involucran en los bajos fondos de la ciudad para extraer información de los prostíbulos de billar y de a 20 dólares el chivatazo: “este tiene tales gustos perversos; aquel tales otros”.

Boston llegó a entrar en estado de excepción. La paranoia se contagia hasta que la ciudad se convierte en el escenario de una redada policial donde el Hábeas Corpus es un chiste y las detenciones, salvajemente arbitrarias.

Llega el gran Henry y las pesquisas descarriadas, se redirigen hacia el personaje crucial.

Fonda discrepa con los métodos policiales argumentando que los homicidios impulsivos sólo se descubren por casualidad. Pero entre tanto se suceden hipnosis, videncias y lo más enfermizo de todo: ese síndrome por el que uno se autoinculpa de un crimen que no ha cometido, dando rienda suelta a sus fantasías mesiánicas.

La intervención del doctor es clave: una definición válida de que uno está cuerdo es la siguiente: “persona que no está en el manicomio”. ¡Toma ya! Hace tiempo leí que si el 4% de psicópatas que viven en España llegaran a saber de su patología, no podríamos salir de casa.

El mayor peligro para el estrangulador es el riesgo de entrar en estado catatónico. No sabe quién es. Si llega a percibir siendo consciente de su “primer yo” y descubre su doble personalidad, su cerebro hará crack. Es, como si en el momento de perpetrar el crimen uno se mira al espejo, se reconoce, delatando, a su “yo” consciente su psicopatía. Descubrirlo es tormentoso y durísimo, porque en el momento en el que visualice quién es y qué ha hecho, estará precipitándose al abismo.

El perfil del personaje de Curtis está tan logrado, tanto se indagan en su mente que una se asusta. Y si a una le asusta esa cara amable, esa voz suave y sosegada es porque su interpretación hace de él, en esta película un fuera de serie. Aguantar esa cámara durante los 15 últimos minutos finales es sin duda, su mejor trabajo. Y en ese trance, en el que se revela el yo asesino, lo más triste es comprobar que ni un solo cuello hubiese necesitado estrangular. Es lo más desesperanzador de la trama. No hubiese necesitado matar, sino figurárselo, imaginárselo y soñarlo para satisfacer su yo violento.

La película es extraordinaria y da que pensar. Así que acordaos hoy de tomaros, todos, la pastilla. 8.
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36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
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