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Alias Nick Beal (1949)

Alias Nick Beal
93 min.
6,7
129
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Sinopsis
Joseph Foster (Thomas Mitchell) es un honrado fiscal de distrito que anda tras un gangster local. Un día, un misterioso hombre llamado Nick Beal (Ray Milland) le hace una oferta para atraparlo. Foster acepta y ese pacto tendrá consecuencias... (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Drama Cine negro Fantástico Política
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Alias Nick Beal
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Un film notable.
Notable film de John Farrow, padre de Mía, un director que dejó obras muy atractivas tanto de aventura, noir o films como "Night Has a Thousand Eyes", del que dejé la reseña hace pocos meses. Algunos son films si no olvidados si poco conocidos, extraños y con una impecable narrativa fílmica y una magnífica ambientación, entre la niebla como el film "Out of the fog" de Litvak.
Nick Beal es la traslación al film "noir/político" del mito de "Fausto", donde el diablo tienta a un Fiscal a presentarse a Gobernador. Según el diablo que interpreta Ray Milland como siempre con gran solvencia, el hombre es corrupto, porque está en su naturaleza". El final tiene una mirada optimista acerca de que siempre hay un hombre justo, al menos uno, algo como en Gomorra con Lot.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Sombría, sinistra y muy interesante muestra de Cine Negro con toques fantásticos.
John Farrow filmó dos de las propuestas más inquietantes de cine negro con toques fantásticos rodadas en los años cuarenta, la estupenda “Mil ojos tiene la noche” (1948), en la que el mentalista Edward G. Robinson comprobaba con creciente horror que sus supercherías adivinatorias comenzaban a tener visos de realidad, y la película que hoy nos ocupa, “Alias Nick Beal”, una nueva aportación al subgénero de relatos diabólicos, que había proporcionado poco tiempo antes frutos tan magníficos como “El hombre que vendió su alma” (1941, William Dieterle), o tan simpáticos como “El diablo y yo” (1946, Archie Mayo), todo ello sin olvidar la apuesta en claro tono de comedia brindada por Ernst Lubitsch con “El diablo dijo no” (1943). No obstante, Farrow apuesta en “Alias Nick Beal” por un relato que se imbuye hasta la empuñadura en una atmósfera sombría y siniestra.

El estupendo guion de Jonathan Latimer nos cuenta, en un extenso flashback, la historia de Joseph Foster (Thomas Mitchell), un íntegro fiscal de distrito obsesionado con meter en chirona a un gánster llamado Hanson, cuando parece que no va a poder conseguirlo porque las pruebas incriminatorias han sido quemadas, Foster recibe una nota anónima de alguien que le propone citarse en el café “China Coast” si quiere atrapar a Hanson, cuando se encuentran, el misterioso personaje, que se hace llamar Nick Beal (Ray Milland), le ofrece, sorprendentemente, los documentos que en principio habían sido destruidos. Foster acepta, pero el trato al que llega con Beal no le saldrá gratis y tendrá consecuencias relacionadas con su carrera política.

Farrow traslada a la pantalla una historia en la que predominará por encima de todo la existencia de una atmósfera dominada por el desasosiego. Ayudado por una poderosa iluminación en blanco y negro de Lionel Lindon dominada por los oscuros, las sombras, contraluces y el uso de las nieblas exteriores, podremos disfrutar de un relato lleno de desasosiego, en el que se domina con acierto la mixtura de géneros. Farrow se distancia de su habitual y brillante querencia por los largos y complejos planos secuencias, utilizando con enorme habilidad la grúa, en esta ocasión apuesta por la constante sensación de asistir a un estado de duermevela, a una extraña narrativa embadurnada de vigilia nocturna, en la que asistimos a esos recovecos en los que se irá sumergiendo progresivamente ese intachable fiscal en su camino hasta convertirse en gobernador.

La película cuenta con un espléndido reparto completado por Audrey Totter, en el papel de la prostituta Donna, a quien Beal saca del arroyo para que lo ayude en su particular misión seduciendo a Foster; George Macready, como el reverendo amigo de Foster, personaje decisivo en el desenlace del film, y el gran Fred Clark, acaso desaprovechado en su rol de político relacionado hasta las trancas con la delincuencia. Pero, por encima de todos, incluso del siempre enorme Thomas Mitchell, el dueño absoluto de la película es Ray Milland, sin su interpretación, la cinta de Farrow, aunque tiene muchas otras virtudes, bajaría sin duda un par de peldaños, su “mefistofélica” y ominosa presencia y su amenazadora mirada resultan tan preponderantes en el film que, cuando no están presentes, el espectador está deseando, como pocas veces, que vuelvan a la pantalla.
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