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Cautivo del deseo (1946)

Cautivo del deseo
105 min.
6,4
54
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Sinopsis
Philip, un médico aficionado a la pintura, se enamora locamente de una camarera, pero ella lo rechaza. Éste será el punto de partida de muchas desdichas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama romántico Remake
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Of Human Bondage
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de W. Somerset Maugham
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8
“Un caballero en todo el sentido de la palabra”
Mildred Rogers es una muchacha frívola, fatua y calculadora, pero tiene ese “no sé qué” en su figura y en su carácter que, desde el momento en que la conoce, deja atrapado a Philip Carey, el negado pintor y ahora estudiante de medicina en Londres, quien no resiste el deseo de seguir yendo a aquel salón de té donde la joven trabaja... y pronto tendrá lugar una de las relaciones hombre-mujer más singulares, complejas y admirables que nos haya podido dar el cine y sobre todo la literatura.

Originalmente titulada “Of human Bondage” (Servidumbre humana), es esta una obra que publicara en 1915, el escritor W. Somerset Maugham, la cual ya había sido llevada al cine, en 1934, por el director John Cromwell. Ahora, es Edmund Goulding el encargado de adaptar esta magnífica novela, y de nuevo, la historia es tomada desde el capítulo 55, momento en el que, Philip Carey, conocerá al personaje que determinará una buena parte de su existencia, siendo sin duda el más fuerte y complejo que, en su vida, haya podido conocer.

Es esta una narración semibiográfica, en la que Maugham entrega buena parte de su alma, pues en el personaje de Carey –su alterego- describe aquí los complejos que le generaba su tartamudez, pero convirtiendo ésta en una suerte de cojera para que su personaje luzca un tanto distinto. Recordando el arte pictórico de Rembrandt y de El Greco, Maugham también ha plasmado al hombre interpretando su alma, y al tiempo, ha logrado extraer de su protagonista, una generosidad y una dignidad como la que muy pocos hombres consiguen alcanzar. Philip acoge la vida como le viene y con todo lo que le trae, porque en el fondo pareciera saber que una gran lección y un gran aprendizaje hay siempre guardado en todo aquello que finalmente sucede.

Mildred reclama, Harry entrega. Ella lo usa para su sobrevivencia, él la acoge para prodigarse. El destino será muy elocuente con ella a la espera de que enderece su camino y con Harry será preciso hasta lo necesario para fortalecer su carácter. Y así, por este sendero, quedará finamente trazada una poderosa e inmensa historia de amor, que va de lo simple a lo profundo pasando también de lo penoso a lo grato, porque, como suele ocurrir con las más fuertes tormentas, siempre queda la promesa de un lindo amanecer.

Edmund Goulding ha conseguido tomarle el pulso a la novela y logra hacernos sentir el vigor humano de sus personajes, cuidando muy sobriamente el trascendental detalle de hacer que los entendamos a ambos y que seamos capaces de apreciarlos con la luz de la razón, pero bien guiada -como debe ser- por el corazón.

Paul Henreid y Eleanor Parker, logran una pareja bastante efectiva, consiguiendo momentos de hondo dramatismo y con una potente carga emocional. Y Edmund Gwen, Alexis Smith y Janis Paige, traerán consigo aquella suerte de sentimientos que mantendrán el aliento en la compleja, pero brillante vida de Philip Carey.

Título para Latinoamérica: “ESCLAVO DE SU PASIÓN”
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Los desastres de la pasión
W. S. Maugham recogió sus primeras experiencias vitales en una novela, "Servidumbre humana" (Of human bondage). Maugham es uno de estos escritores, no inclasificables, sino inclasificados. Escritor de éxitos multitudinarios, ha visto llevadas al cine muchas de sus novelas y cuentos, desde la presente hasta Al filo de la navaja, El velo pintado (en dos ocasiones), La carta, Lluvia, etc. Pero habrá que dejar pasar el tiempo para ver dónde acaba por situarlo la historia literaria, porque de momento no parece que haya llegado todavía su momento. Pero no se debe desesperar, no hay más que ver el espectacular renacimiento de, sin ir más lejos, un Stefan Zweig, quien ha pasado del rincón polvoriento de las bibliotecas de los abuelos a la reedición exitosa de toda su obra. Somerset Maugham de momento no ha tenido está fortuna y, además, siempre recibió el menosprecio del mandarinato intelectual, creo que fundamentalmente por no adoptar la postura política adecuada, requerida para recibir la atención de la crítica que cortaba el pastel, y, en segundo lugar, por su éxito, que se traducía naturalmente en ventas en dinero y en propiedades. Algo que en el mundo literario difícilmente se perdona.
De Servidumbre humana se han hecho hasta el momento tres versiones: la primera en 1934, dirigida por John Cromwell y con una joven Bette Davis y un buen Leslie Howard, antes de que "Lo que el viento se llevó" le marcara indeleblemente.
Las tres versiones siguen bastante fielmente la trama de la novela original, con los rasgos distintivos que cada una imprimía a su versión.
A mi modo de ver, la de 1946, dirigida por Edmund Goulding y con Paul Henreid, el Victor Laszlo de “Casablanca” en el papel principal. Tal vez sea algo madurito ya para el papel de un estudiante de medicina, a pesar de que los años pasados en París, tratando de despejar las incógnitas de su vocación y de su futuro profesional, quizá podrían justificar este retraso, es la mejor de las tres versiones. Mildred Rogers está aquí en manos de una maravillosa Eleanor Parker, capaz de crear un personaje memorable y en mi opinión muy superior al que había conseguido 12 años antes Bette Davis y conseguiría en 1964 una carnosa Kim Novak.
Servidumbre humana recurre en su desarrollo y pone de manifiesto algo ya enunciado por los clásicos griegos: los desastres de la pasión. Philippe Carey, protagonista de la acción, un poco a modo de desafío y como respuesta airada al maltrato recibido de Mildred Rogers, una camarera de un salón de té, emprende su conquista y cae esclavo del deseo de hacer suya a una mujer que se le resiste y con la que nada le une salvo su voluntad y el empeño malsano de domeñarla.
W.S. Maugham era muy pequeño de estatura, feo con avaricia y por si fuera poco sufría de una muy notable tartamudez. Philippe Carey, su protagonista en Servidumbre humana, no es tartamudo, pero sí cojo y el autor le adjudica un pie zambo muy visible que a él, como a Maugham los defectos mencionados más arriba, le causa todo tipo de infortunios. Mildred Rogers castiga a Philip con su indiferencia primero, con su desprecio y maldad después. La composición del personaje que hace Eleanor Parker es prodigiosa: desde el acento, en el lenguaje, hasta los gestos, las actitudes, las miradas, todo acaba siendo terrorífico y Philip, por más que se plantea la huida e incluso llega a ponerla en práctica, está en sus manos como la mosca en la tela de araña, y cada vez que Mildred Rogers se le acerca, siempre en demanda de algo, el pobre Philip vuelve a caer en sus redes, poniendo de manifiesto la esclavitud que comporta cualquier pasión de este orden.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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