The Killer That Stalked New York (1950)

Killer that stalked New York ha resultado otra agradable sorpresa de una película realmente entretenida realizada con un montaje ágil a modo semidocumental donde se incluyen varios noticieros informativos.

Supone un título más a añadir en torno al subgénero de las epidemias y enfermedades contagiosas (otras películas serían Pánico en las calles o City of fear). En esta ocasión, una plaga de viruela que siembra la alarma en una población de ocho millones de habitantes. Está muy bien reflejado ese pánico y psicosis colectiva así como todo el proceso de investigación médica que se complementa con una trama también policiaca de contrabando de joyas. De alguna manera, se pone en entredicho el sistema sanitario ante la carencia de recursos y la imposibilidad de tener vacunas para todos.

Un reparto muy coral con actores secundarios convincentes y el protagonismo de la actriz Evelyn Keyes con una gran caracterización física como enferma transmisora de la epidemia. Otro aspecto a destacar es la utilización de diferentes planos de Nueva York donde se muestran calles como la tercera avenida junto con puestos ambulantes y mercados. En este sentido, son excelentes la introducción y el último plano final con un estético atardecer de la ciudad de los rascacielos.

Sin duda, otra rareza a reivindicar con el paso del tiempo de Earl McEvoy que apenas dirigió tres películas.

Para esta película hay un antes y un después en su forma de verla y en la manera en que los espectadores se enfrentarán a ella, estoy convencido de ello.
Antes de que el mundo globalizado tuviéramos que enfrentarnos a los recientes acontecimientos sufridos por la pandemia, que tantos millones de vidas han costado y tantos sacrificios han supuesto en nuestras personas, es muy probable que los espectadores la viéramos como una buena trama policial con el cine de catástrofes como telón de fondo, donde nuestro principal interés podría ser la trayectoria y las desventuras de esta, a su pesar, mujer fatal y su afán de venganza contra el hombre que la traiciona y destruye su vida pero, creo que, dadas las circunstancias, hoy la vemos de muy diferente manera y nuestro interés se va a dirigir totalmente a lo que, por su tema, la vuelve de rabiosa actualidad.
Una enfermedad letal que se propaga velozmente. Una ciudad de ocho millones de habitantes. Una paciente cero ignorante de su condición y que, además, evita los hospitales y a las autoridades por su condición de prófuga. La alarma y el caos que se genera entre los médicos ante los primeros casos que llegan a sus hospitales, conscientes de la importancia de actuar deprisa y sin reparar en gastos en iniciar campañas de vacunación masiva, tratando de concienciar a la población a través de los medios de comunicación y las diversas reacciones que se generan en la opinión pública que, como veremos, no difieren en absoluto de las que vivimos nosotros mismos, polarizándose y dando origen a los negacionistas.
También nos apuntarán los problemas de suministro que tendrán con las farmacéuticas ante la imposibilidad de generar tantas vacunas en tan poco tiempo y la necesidad de saltarse todos los protocolos de actuación con las cuales se regían hasta entonces.
Todo esto nos cuentan en este film que sentiremos increíblemente familiar y cercano ahora, mientras seguimos con tremenda inquietud y, quizá, cierta ambivalente impaciencia fruto de nuestras recientes heridas abiertas, el paseo de esta chica por la ciudad que se niega a ser tratada empujada por una única obsesión; la venganza.
Evelyn Keyes ofrece una gran actuación como la chica enferma que persigue su objetivo sin descanso y en la que vemos el deterioro que va sufriendo poco a poco, hasta sus minutos finales.
La trama amorosa y vengativa que, quizá, era muy necesaria entonces para hacer aumentar el interés del espectador se me antoja ahora totalmente intrascendente, no es lo que más me ha motivado, me ha gustado mucho más, y creo que resulta comprensible, ese aspecto de docuficción con el que encarrilan el tema de la pandemia. Para mí, es lo que la convierte en una cinta a rescatar.