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La resurrección de Frankenstein (1990)

La resurrección de Frankenstein
82 min.
4,7
423
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Escena (INGLÉS)
Sinopsis
Siglo XXI. Partiendo de ciertos experimentos con un nuevo tipo de arma que provoca fisuras espacio-temporales, se decide enviar a un científico al siglo XIX, a Ginebra. Allí conoce al doctor Frankenstein, que ha fabricado una terrible criatura, y también a una angelical escritora de diecinueve años llamada Mary Shelley, que escribirá la historia del doctor y su creación. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Drama Ciencia ficción Monstruos
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Roger Corman's Frankenstein Unbound
Duración
82 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Frankenstein
Links
7
FRANKENSTEIN J. FOX
Después de veinte años en el congelador, la claqueta de Roger Corman volvió a marcar el compás de “acción!!”, sin que, seguramente, nadie del gran público aficionado a las pelis de terror se esperara tal retorno, básicamente porque había pasado casi una generación, y, como mucho, el regreso al futuro (valga la redundancia) del director norteamericano fue algo realmente significativo para los que entonces (y ahora también, a sus 96 años) éramos incondicionales fans de su cine, que marcó un período referente en la historia del terror norteamericano entre los años 50 y principios de los 70.

El que, en no pocos ámbitos, se haya calificado a sus cintas con ese tan puesto en boca (y en tinta; ahora en caracteres digitales) “serie B”, no le quita a Corman el mérito, también, de haber sido capaz de exportar con maestría al celuloide las historias más macabras y celebradas del consagrado Edgar Allan Poe. Y es normal, sobre todo en esta generación en la que predomina la iconoclastia del pasado, que idiotiza a través de los medios de comunicación y del sistema educativo, y evita el acceso al gran público de nuestra ancestral historia, cultura, arte…, que nombres que deberían ser de culto, y tener calles con su nombre, estatuas y bustos de bronce en las avenidas, queden cubiertos de polvo en las estanterías del olvido.

Y a prueba de desmemoriados es este gesto, como volviendo de entre los muertos, cuya motivación para ponerse al mando de un film, para después no realizar otro jamás, permanecerá no sin sombra de misterio, a pesar de la literatura que ha generado tal hecho.

Así, después del fallido “Gas-s-s-s” (1970), una comedia negra de catástrofes que entre la crítica causó opiniones muy dispares, el Corman director entró en un letargo casi definitivo con “El Barón Rojo” (1971), película con la que, por cierto, se salió de su zona de confort habitual del terror.

“Frankenstein Unbound” (1990), después de 19 años, y justamente 19 años después, el galardón que le otorgó la Academia con el Óscar Honorífico, fueron como los dos etéreos ecos a una carrera cinematográfica que vio condensada su actividad prácticamente también en 20 años. Parece ser, pues, que este lapso de tiempo es como una constante obtusa que marcó los tempos.

A pesar de lo que pueda antojar en apariencia, la película que supone esta especie de firma y rúbrica, a modo de carta de ajuste y cierre que se presenta como una onda expansiva de largo recorrido de todo su trabajo, dista mucho del estilo que predominó justo entre mediados de los setenta y principios de los 90, en los que la casquería, el derroche de látex, maquillaje y la ideación de los más vomitivos monstruos y bichos, monopolizaron la narrativa en la industria cinematográfica del terror. Aunque Corman se permite la puesta en escena de ovejas destripadas, cabezas y corazones arrancados a puñado (estas escenas, bajo mi punto de vista constituyen más una crítica o burla del tipo de productos que se lanzaban en aquél entonces), “Frankenstein Unbound” es una cinta en la que la ciencia ficción, el drama y el romance se conjuran eclipsando al propio “miedo” tal y como se concibe ahora en muchos sectores del vulgo, y hasta me atrevería a decir que en varios segmentos de la historia, roza ese aire de sátira esperpéntica a la que nos tenía acostumbrados el director de Detroit.

Estamos ante una pieza que va más allá de todo esto: no se trata sólo de un producto más de exhibición de efectos del tiempo y con un guion para públicos palomiteros; el discurso de “Frankenstein, Unbound” es un desafío a la reflexión sobre el propio ser, la confrontación del Yo consigo mismo, con el devenir, los recuerdos del passado, el sentimiento de culpa, la asunción de las consecuencias de los propios actos… de la propia existencia en su conjunto, en su “todo”.

Joe Buchanan (John Hurt) es un científico que desarrolla un arma en 2031, que es capaz de eliminar objetivos sin alterar el entorno. Un arma que, sin embargo, que puede tener unos efectos secundarios devastadores pues puede causar efectos irreversibles en el clima, y saltos espacio-temporales, de los que el propio acaba siendo víctima después de una prueba con su innovador artilugio: él mismo es succionado al pasado, con su “coche fantástico”, una clara referencia al supermoderno bólido de la serie de Michael Knight, y no menos descarada al que crea el Dr.Emmett Brown (Doc), en “Regreso al Futuro” (1985).

El destino no es otro que una Ginebra decimonónica donde predomina una cultura basada en la superstición, en la que destacan, por un lado, la figura de un obsesionado Dr. Frankenstein (Raul Julia), su mortífera criatura (Nick Brimble), y las tres gracias de la literatura: Mary Shelley (Bridget Fonda), Lord Byron (Jason Patrick), y el marido de la primera, Percy Shelley (Michael Hutchence).

En el contexto aparentemente idílico de la Suiza en los inicios del romanticismo, de la que da clara cuenta la espléndida fotografía de Armando Nannuzzi y Michael Scott, con su aterciopelada textura sobre los bellos paisajes alrededor del lago, que contrastan con los góticos encuadres nocturnos protagonizados por Frankenstein y su monstruo, se produce el cara a cara de las imágenes especulares de dos siniestros personajes que constituyen, cada uno, el reflejo del otro.

El ingenioso script de F.X. Feeney y del propio Corman lleva al protagonista a darse de bruces con una especie de alter ego, en un Víctor Frankenstein bastante diferente del que creó Shelley en sus orígenes. Ambos encarnan lo mismo: el afán del ser humano, de pretender adquirir el control total más allá de su función de administrador o cuidador de la Creación. Incluso traspasando la roja línea que separa la Vida de la Muerte. Dos hombres cuyos respectivos destinos se cruzan en la audacia de jugar a ser Dios, y las consecuencias que ello conllevará, no sólo a sus propias vidas, sinó también a las de todos los que se hallarán a su alrededor.
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12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
La despedida de un "maestro"
El señor Corman merece un respeto. Para bien o para mal, sus "clásicos" son ya míticos, y obras de culto. Incluso creo merecido el Oscar Honorífico de hace poco. Pero una cosa no quita la otra. Si le quitamos ese halo de leyenda y repasamos su cine vemos que la calidad brilla por su ausencia.
Lo que merece la pena de sus films es quizá la ambientación de algunos, conseguida, y siempre con ese aire de serie B, que no hace sino enriquecer el producto. Su gusto y respeto por la literatura gótica de terror también le ha sido muy positiva. Pero en cuanto a la labor técnica de dirección y en cuanto a los diálogos, la cosa flojea un poquillo.
Pero este último trabajo es diferente. Sin rodeos: no vale na'. Quizá cree algo de curiosidad en ver el reparto, pero la cosa acaba ahí. Se supone que se basa en una novela (que a su vez es una adaptación rara de la obra original de Shelley). Quizá la novela no esté mal, pero a mí personalmente, la historia en sí me ha parecido un tanto ridícula. Y los diálogos también, claro está. Pero es en los aspéctos técnicos donde más hace aguas. Parece increíble que la dirija un director tan veterano. Parece dirigida por un principiante, y está desprovista totalmente de ritmo.
En fin, una mala forma de despedirse.
Por cierto, el protagonista es John Hurt. Es que en la ficha está mal escrito.
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13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
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