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La viuda del párroco (1920)

La viuda del párroco
94 min.
6,9
359
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Sinopsis
La historia está ambientada en una parroquia campestre en el siglo XVII, a la que llega un nuevo párroco para ocupar su puesto, que ha quedado vacante. El hombre se ha llevado a su prometida, pero las costumbres dictaminaban que el nuevo párroco debería casarse con la viuda del anterior. Sería además el cuarto marido de la dama en cuestión, siendo ésta muy mayor. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Siglo XVII Vida rural Cine mudo Comedia dramática
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suecia Suecia
Título original:
Prästänkan
Duración
94 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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7
Drama frío entre el temor al paganismo escandinavo
Como es habitual en el cine de Carl Dreyer, los elementos de la cultura escandinava se revelan ya sea de forma explícita o indirecta. Debido a la tardía y tardada cristianización del territorio nórdico, las prácticas religiosas antiguas fueron difíciles de erradicar. Toda resistencia a la evangelización era asociada por los cristianos al paganismo, que con el tiempo gestó la figura de la bruja y sus pactos con el demonio, alejando a los buenos hombres de la verdad cristiana. Tal temor a las brujas se mantuvo en el imaginario danés por muchos años, tanto que aún en el cine de recientes directores como Lars von Trier tiene algunos ecos. Pero Dreyer los expresa con franqueza y un cierto encanto inocente pero que en el fondo revela un clima de superstición, miedo y congoja, esa pesadumbre medieval que unida al clima frío y a la austeridad luterana, crea el ambiente en sus películas: desoladas y tristes. Esta película en particular tiene un tono más pícaro, con momentos de humor casi infantil, sin embargo los temas de fondo tarde o temprano surgen a la luz: la muerte, el escape de un hombre de Dios de las garras de la brujería, pero que sin embargo termina cayendo en las garras del pecado, el pecado del egoísmo por albergar la esperanza de la muerte de una vieja para poder vivir su romance. La película plantea entonces el dilema ético pero también refleja una cierta ansiedad hacia la religiosidad con un tratamiento superficial y podría decirse, satírico de la autoridad religiosa. Dreyer revela su profundo contacto con la religión a la vez que su resistencia espiritual.

Cinematográficamente se trata de una cinta impecable; cuenta con varias de las innovaciones técnicas del cine al servicio de la narrativa como los cambios de tonalidad, edición de planos simultáneos, cortes rápidos, primeros planos y como siempre, esa franqueza en todos sus recursos estilísticos. Los momentos tristes y los momentos de vulnerabilidad y sinceramiento de sus personajes, hablan por sí mismos, sin manipulaciones adicionales. Es también notable la reivindicación del villano en la historia, con una revelación que sin giro forzado o golpe bajo, replantea la verdad oculta en su personalidad, creando una reversa en los papeles del drama: el bueno de la película termina confesándose por el mismo pecado del que había sido víctima. Como en otras cintas de Dreyer, igual que en su ópera prima, los personajes caen en una triste ironía al ser víctimas y verdugos, acusadores y acusados, a veces determinados por la familia. Con esta película, el director muestra su afecto por lo fatalista y el mundo espiritual, pero en una historia entretenida y divertida, una pieza de historia del cine y del hombre para atesorar.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Dreyer, el ironista.
El tercer largometraje de Dreyer constituye en mi percepción su primer trabajo relevante para la historia del cine. Empieza aquí un ascenso dificultoso hacia la excelencia; su primera obra maestra llegaría ocho años después.
Esta película se diferencia de sus dos predecesoras no sólo por su calidad superior, sino por su argumento, su forma y sus pretensiones artísticas.
Dreyer deja la Nordisk Film Kompagni de su país natal y viaja a Suecia para asociarse con la entonces incipiente Svensk Filmindustri, capitaneada por entonces por Victor Sjöström y Mauritz Stiller. La película, sin embargo, se filma en Noruega, escenario de los acontecimientos narrados en la novela que adapta.
Dos características esenciales distinguen a esta obra: la sencillez y la comicidad.
Lejos de optar por una estructura narrativa compleja como en "El presidente" y mucho más lejos de la suntuosidad argumental y formal de "Páginas del libro de Satán", Dreyer realiza una obra de una simplicidad y transparencia notables. Pareciera como si esta vez, en lugar de encerrarse en un mundo intelectual e inaccesible, buscara conectar con el público, integrarlo con menos esfuerzo de ambos (el director había admitido que no estaba entre sus intereses contentar al espectador, que cuando realizaba sus películas no pensaba en absoluto en él).
La historia es sencilla, la narración lineal, la puesta en escena simple, prolija, depurada. Pero, tratándose de un director serio como Dreyer, se puede adivinar que todo esto no resulta en una obra baladí.
El secreto está en la otra característica mencionada: la comicidad.
La obra está llena de ironía. Durante los primeros tres cuartos de la película se suceden numerosas situaciones cómicas, algunas de carácter burlesco y otras de un tinte algo cruel. La propia idea de que un gracioso y reluciente hombre joven, en la flor de la vida, se vea forzado a formalizarse con una viuda de casi ochenta años, que personifica con su figura el orden, la severidad, la disciplina, incluso la muerte, es ya por sí misma una elocuente ironía.
La comedia se construye precisamente mediante la técnica de colocar a un personajes de ciertas características en un ambiente que no le es propio. Lo absurdo, lo ridículo, la burla se abren paso y conforman ingenuamente la fachada del cuento. Detrás hay una conciencia insidiosa, que espera desplegar su amargura en el momento indicado, por lo que la comedia pronto deviene en tragedia.
Esto sucede cuando uno de los trucos del párroco le provoca un grave accidente a su novia, teniendo que hacer cama por un buen tiempo, recibiendo los cuidados de Doña Marguerite. La tragedia se ve aumentada con el probable suicidio de la viuda. Los últimos planos están muy impregnados de una gravedad mortuoria elocuente, lo que contrasta significativamente con los planos iniciales de la obra, donde veíamos a la feliz e inocente pareja jugar a orillas de un riachuelo.

Algo más que me gustaría señalar es la manera como Dreyer conecta a los personajes de Doña Marguerite y Kari. La historia las une por haber padecido el mismo destino; ambas tuvieron que esperar en su juventud que la viuda del párroco anterior muriera para poder ser felices con su amado. Dreyer hace otro tanto en dos secuencias de gran importancia. La primera es la comida que la viuda le da al joven antes de la boda. El hombre, en estado de embriaguez, tiene alucinaciones; ve a Doña Marguerite con un rostro muy semejante al de Kari. La segunda es el final, cuando, luego de haber enterrado a la viuda y de haber cumplido sus deseos, los jóvenes la recuerdan con agradecimiento. El primer plano es cercano y podemos ver claramente las facciones de Kari, pero el segundo (último de la película) se toma desde el lado opuesto y a una distancia mucho mayor, por lo que, vestida con la ropa que usaba Doña Marguerite, no se distingue una de la otra, pareciéndonos ver a la viuda. Queda claro que lo que se nos quiere transmitir aquí es la invariabilidad, la repetición de los acontecimientos en un futuro, el estatismo y la constancia del orden clerical, la ausencia absoluta de cambio, de evolución.

Para finalizar, quiero destacar la interpretación de Hildur Carlberg, quien, al igual que su personaje, se acercaba a la muerte durante la filmación de la película, debido a un cáncer. Esto la ayudó sin duda a dotar a su personaje de una verosimilitud llena de autenticidad pocas veces vista en el cine mudo. La actriz falleció días antes del estreno de la película.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
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