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The Inside Story (1948)

The Inside Story
84 min.
7,1
60
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Sinopsis
Un agente de cobro llega a un pequeño pueblo con 1000 dólares para un granjero. Mientras espera a que el agricultor llegue, el dinero es guardado en una caja fuerte de un hotel. Sin embargo, el dinero se saca por error y solventa un serie de problemas antes de ser devuelto. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Romance
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Inside Story
Duración
84 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
SECUNDARIOS EN SILVER CREEK
El prólogo de esta maravillosa película de Allan Dwan nos alienta y anima con aquello de: "En todas las familias nos encontramos con un tío Ed". Tal vez sea cierto o tal vez no. De todos modos, que me digan dónde tengo que firmar para que entre en mi vida uno cualquiera de los entrañables personajes que pueblan este modélico cuento de Dwan. Y uso el término poblar con metódica rigurosidad y certero tino, ya que eso es lo que hacen (¡y qué bien lo hacen!) los habitantes de este entrañable pueblo llamado Silver Creek.
Erase una vez una posada antigua y encantadora. Su dueño, un ilustre secundario llamado Gene Lockhart, interpretaba, con una variedad de registros admirables, el papel de Horace. Del cuidado y mantenimiento de la posada (cómo me gusta esta palabra) se encargaba el tío Ed; a la vez recepcionista y contable. Solo admitía a algunos de los mejores secundarios del cine y a mujeres valientes, de firmes convicciones y corazón bondadoso. El rústico hospedaje se iba llenando de gente muy dispar: pintores, chistosos, ricachonas, acreedores de poca monta, gánsteres... Sus conversaciones llenas de ingenio, de chispa y de agudeza -a veces presurosas, otras en calma- se desarrollan en la recepción, en el despacho del director, en el acogedor salón de comidas, en las habitaciones, alrededor de la vieja estufa; y se asientan dulcemente en nuestra mente y en nuestros corazones.
Desde la posada, nos conduce Dwan a otros escenarios de Silver Creek: una gran mansión, un almacén de alimentos y un deslucido despacho de abogados. Aunque, tal vez, lo más preciso sea decir que Dwan nos hace rodar por ellos. Porque en ningún momento dejamos de seguir la rueda de los mil dólares. Y acabamos como ellos. Volviendo a la fascinante posada y a la intensa humanidad que desprenden unos secundarios memorables y unas mujeres valientes, de firmes convicciones y corazón bondadoso.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
La posada de Vermont
Más valen mil dólares volando de mano en mano que cien mil encerrados en una caja de metal.
Una pequeña lección económica, muy discutible y simplista que ya hemos tenido ocasión de comprobar en nuestras carnes, sirve de punto de partida a Dwan para recrear una fábula totalmente capriana en el fondo y forma que nos va a deleitar por completo al presentarnos a un grupo de habitantes de una pequeña ciudad de Vermont, sumida en la Gran Depresión, que conseguirá ver resueltos sus problemas cuando un pequeño malentendido ponga en circulación ese modesto fajo de billetes que de ningún modo significará la cura total del enfermo pero sí un tratamiento eficaz a los problemas más acuciantes.

Con un reparto estelar de los de quitarte el sombrero y un guion procedente de una trama teatral, huelga decir que sin estos magníficos intérpretes la película se vería muy coja pues son ellos ( y lo bien que nos los presentan, claro) los que nos hacen interesarnos por sus vidas y sus problemas y les queramos seguir en sus trayectorias al igual que al pequeño fajo de dólares que va a estar muy ocupado en la trama.
Al mismo tiempo, la cinta está admirablemente salpimentada con ese humor amable y esperanzador que alivia el terrible drama en el que están envueltos todos y cada uno de los personajes.
Me resulta curioso que aquí se insinúe que las mujeres tienen un gran papel salvador en esos tiempos difíciles de zozobra y falta de empleo de los hombres, ya que son ellas las que sacan las castañas del fuego, precariamente eso sí, mientras que ellos se hunden en la desesperanza o en el orgullo herido y han de ser alentados a actuar.
Un enredo amable, divertido y, en cierto modo, didáctico. De débito a débito, si te pago ya tengo mérito que se me ha acabado el crédito.
Que la disfruten.
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2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
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