Trailer (ESPAÑOL)
Ver 3 más- Sinopsis
- Un hombre camina por el desierto de Texas sin recordar quién es. Su hermano lo busca e intenta que recuerde cómo era su vida cuatro años antes, cuando abandonó a su mujer y a su hijo. A medida que va recuperando la memoria y se relaciona con personas de su pasado, se plantea la necesidad de rehacer su vida. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Road Movie Película de culto
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1984 / Alemania del Oeste (RFA)
- Título original:
- Paris, Texas
- Duración
- 144 min.
- Guion
- Música
-
- Fotografía
- Compañías
- Coproducción Alemania del Oeste (RFA)-Francia-Reino Unido-Estados Unidos;
- Links
Premios
1984: Cannes: Palma de Oro, Premio del Jurado Ecuménico, FIPRESCI
1984: Nominada al Globo de Oro: Mejor película extranjera
1984: BAFTA: Mejor director. Nominada a Película, Guión adaptado y Música
1984: Premios César: Nominada a Mejor película extranjera
1984: Premios del cine Alemán: 2ª mejor película
"Con una emotividad y elegancia poco usuales en los ejercicios intelectuales del autor (...) La escena telefónica del peep-show alcanza un dramatismo estremecedor. Un filme para atesorar"
Omar Khan
[Diario El País]
11
10
Positiva
1
Neutra
0
Negativa
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El viaje al corazón de la vida
6 de septiembre de 2007
Una road movie consiste como su nombre indica en una película sobre un viaje. Y un viaje puede dar lugar a infinitas películas, ya que las películas hablan sobre la vida. ¿Y qué es la vida si no un viaje? Ahora bien, de esas infinitas películas, "París, Texas" es una entre un millón.
Travis es un hombre sumido en la más amarga de las perdiciones, la de haber perdido lo que más te importa en la vida, la de curar las heridas que el puto amor deja, la de sentirte un cabronazo por no saber preservar ese tesoro que cada uno tiene en la vida. Ese hombre afortunadamente recibirá una segunda oportunidad para poder arreglar lo que más le importa, coger el toro de la vida por los cuernos y dejar por sentado que ahora manda él y que nada en el mundo le va a impedir que cumpla su misión vital.
Pero él no podrá estar ahí cuando todo se arregle. La felicidad no es para él, para llegar a su destino tendrá que abandonar lo que ya perdió. Tan sólo le quedará un precioso recuerdo, y la certeza de que lo más grande que jamás podrá tener está a salvo y feliz. Quizás no sea el paraíso, pero estará en paz. Su viaje existencial ha llegado al puerto que tenía que llegar. Y la prueba de ello son unas lágrimas imborrables que han brotado tanto por dolor como por felicidad.
París, Texas: un paraíso lleno de polvo, pero más resplandeciente que ninguno. Una película que no es ni forma ni contenido, sino la emoción misma, una emoción que engulle lágrimas, dolores y tristezas, y que deja un estado de tranquilidad y ese poso que sólo sabe dejar el cine más grande.
Travis es un hombre sumido en la más amarga de las perdiciones, la de haber perdido lo que más te importa en la vida, la de curar las heridas que el puto amor deja, la de sentirte un cabronazo por no saber preservar ese tesoro que cada uno tiene en la vida. Ese hombre afortunadamente recibirá una segunda oportunidad para poder arreglar lo que más le importa, coger el toro de la vida por los cuernos y dejar por sentado que ahora manda él y que nada en el mundo le va a impedir que cumpla su misión vital.
Pero él no podrá estar ahí cuando todo se arregle. La felicidad no es para él, para llegar a su destino tendrá que abandonar lo que ya perdió. Tan sólo le quedará un precioso recuerdo, y la certeza de que lo más grande que jamás podrá tener está a salvo y feliz. Quizás no sea el paraíso, pero estará en paz. Su viaje existencial ha llegado al puerto que tenía que llegar. Y la prueba de ello son unas lágrimas imborrables que han brotado tanto por dolor como por felicidad.
París, Texas: un paraíso lleno de polvo, pero más resplandeciente que ninguno. Una película que no es ni forma ni contenido, sino la emoción misma, una emoción que engulle lágrimas, dolores y tristezas, y que deja un estado de tranquilidad y ese poso que sólo sabe dejar el cine más grande.
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Travis se redime
5 de enero de 2008
Wenders se empeña en ser más papista que el Papa exhibiendo una vez más el catálogo iconográfico oficial de la América profunda: rectilíneas carreteras sin fin, solitarias estaciones de servicio, moteles sórdidos y, como no, el polvoriento Mohave. Todo ello impecablemente solapado a una banda sonora que acentúa a la perfección la tremenda carga melancólica de sus imágenes, dicho sea de paso, filmadas con meticuloso empaque.
El germano me engatusó, para que vamos a negarlo, merced a su innegable sensibilidad estética, pero al final el metraje acaba por pasarle factura. Me explico. La peli arranca bien. Enérgicamente. La aparición de un enigmático personaje deambulando en pleno desierto bajo un sol abrasador plantea cierta intriga inicial. Cuando descubrimos que ese pintoresco individuo ataviado con gorra de béisbol roja y traje andrajoso anda desaparecido desde hace cuatro años, nuestro interés aumenta. Su estado pseudocatatónico lo intensifica considerablemente. Sin embargo, a medida que el amnésico Travis (Harry Dean Stanton) va recuperando la memoria y empieza a comportarse como una persona normal, nuestro estímulo decrece paralelamente. Sabemos que tiene un hijo de siete años (Hunter), fruto de su relación con Jane (una bellísima Nastassja Kinski), truncada abruptamente por causa desconocida. Carecemos de indicios y la intriga inicial empieza a tambalearse. Travis y Hunter inician un viaje en búsqueda de Jane, el vértice perdido de ese triangulo familiar desestructurado. Tal vez resulte imposible recomponer esa Sagrada Familia, pero Hunter tiene derecho a conocer a mamá Jane. Y ahí es donde Wenders arrancó mis primeros bostezos, estirando el chicle en demasía. La síntesis narrativa no es su fuerte y en ese punto el chicle pierde elasticidad, se torna fláccido y la peli revela disfunción eréctil. Total, que esos 40 minutos de más le pesan como una losa a “Paris, Texas”, restándole agilidad, contundencia y brillantez .
Afortunadamente, la secuencia de la conversación (monólogo casi) entre Travis y Jane en la cabina del Peep-show remontó mi líbido cinéfila satisfaciéndome plenamente en el rush final. Sin lugar a dudas, uno de los diálogos más bellos, francos y profundos del cine de los ochenta.
El germano me engatusó, para que vamos a negarlo, merced a su innegable sensibilidad estética, pero al final el metraje acaba por pasarle factura. Me explico. La peli arranca bien. Enérgicamente. La aparición de un enigmático personaje deambulando en pleno desierto bajo un sol abrasador plantea cierta intriga inicial. Cuando descubrimos que ese pintoresco individuo ataviado con gorra de béisbol roja y traje andrajoso anda desaparecido desde hace cuatro años, nuestro interés aumenta. Su estado pseudocatatónico lo intensifica considerablemente. Sin embargo, a medida que el amnésico Travis (Harry Dean Stanton) va recuperando la memoria y empieza a comportarse como una persona normal, nuestro estímulo decrece paralelamente. Sabemos que tiene un hijo de siete años (Hunter), fruto de su relación con Jane (una bellísima Nastassja Kinski), truncada abruptamente por causa desconocida. Carecemos de indicios y la intriga inicial empieza a tambalearse. Travis y Hunter inician un viaje en búsqueda de Jane, el vértice perdido de ese triangulo familiar desestructurado. Tal vez resulte imposible recomponer esa Sagrada Familia, pero Hunter tiene derecho a conocer a mamá Jane. Y ahí es donde Wenders arrancó mis primeros bostezos, estirando el chicle en demasía. La síntesis narrativa no es su fuerte y en ese punto el chicle pierde elasticidad, se torna fláccido y la peli revela disfunción eréctil. Total, que esos 40 minutos de más le pesan como una losa a “Paris, Texas”, restándole agilidad, contundencia y brillantez .
Afortunadamente, la secuencia de la conversación (monólogo casi) entre Travis y Jane en la cabina del Peep-show remontó mi líbido cinéfila satisfaciéndome plenamente en el rush final. Sin lugar a dudas, uno de los diálogos más bellos, francos y profundos del cine de los ochenta.
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