Llegó a mí (2023)

Ridícula y poco creíble, resulta esta historia nada convincente de la guionista y directora Rebecca Miller, un intento absurdo de comedia romántica artificial con poco o nada de magia ni encanto.   

Peter Dinklage es Steven Laudner como un neurótico compositor de ópera de Nueva York que ha perdido la inspiración, está casado con Patricia (Anne Hathaway), una afamada terapeuta maniaca del orden y de la limpieza. Durante unos paseos al bar, Steven conoce a  Katrina, una capitana de un barco remolcador adicta al amor y al sexo interpretada por Marisa Tomei, esta seduce a Steven devolviéndole la inspiración, ya que estaba en un punto muerto. Por otro lado, tenemos la historia de amor entre el hijo de Patricia de 18 años y su novia de 16, que casualmente es la hija de la señora de la limpieza...

Patricia, de forma bastante estúpida, empieza a sentir que quiere ser monja. La nueva ópera se basa en la relación sexual y atracción que sintió Steven con la capitana del remolcador, convirtiéndola en una asesina parecida a la obra del barbero "Sweeney Todd".  El hijo Julián, sin saberlo, encuentra sus perspectivas personales y profesionales en peligro después de que la madre de Teresa encuentre unas fotos de su hija medio desnuda en la habitación del chaval donde trabaja, y que después de enseñársela a su esposo y padrastro de la chavala, un tipo racista, taquígrafo y recreador de la guerra civil americana amenaza con denunciar a Julián por estupro. 

Un guion lleno de ideas simplistas que ni siquiera el buen reparto consigue salvar. Un desastre de principio a fin.
Destino Arrakis.com

Llegó a mí cuenta con tres ingredientes principales: un buen casting, una suma de demasiadas historias y un mal guion. Y la mezcla de los tres no funciona en absoluto. De hecho, si se salva del desastre es gracias al reparto que, aunque no logra hacer despegar el film, ofrece un trabajo correcto.

Por lo demás, los relatos son excesivos e inconexos y, a medida que avanzan, hacen que el espectador se cuestione a dónde va a ir a parar el despropósito general. En ellos, es complicado descifrar quién tiene menos sentido común: los adultos protagonistas o los adolescentes con aparente sensatez. Por todo esto, al final queda un conjunto excéntrico e incoherente, que si provoca diversión es debido a su surrealismo.

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