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Control (2007)

Control
121 min.
7,3
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Introducción, para la Filmoteca de Sant Joan d´Alacant
Sinopsis
Película sobre los últimos años de Ian Curtis, el enigmático cantante de la banda Joy Division e icono del post-punk inglés, hasta su trágico suicidio en 1980. Cómo le afectó el dramático conflicto entre el gran amor que sentía por su esposa y la apasionada relación con su amante, sus ataques de epilepsia, su extraordinario talento y sus arrolladoras actuaciones en directo. Mención Especial en la Cámara de Oro, Premio de la Juventud y Premio Label Europa Cinema en el Festival de Cannes. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Musical Biográfico Años 70 Música
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Control
Duración
121 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
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Premios
2007: Festival de Cannes: Cámara de Oro - Mención especial
2007: BAFTA: Mejor debut (Greenhalgh). 3 nominaciones: mejor film británico y actriz sec.
2007: Festival de Chicago: Hugo de Plata - Mejor actor (Sam Riley)
2007: British Independent Film Awards (BIFA): 5 premios, incl. Mejor película
9
Touching from the distance
Aunque venga etiquetada como tal, Control no es un biopic. Empieza narrando la temprana juventud de Ian Curtis, mostrando hechos conocidos de ella (donde dibuja un importante parecido argumental con "24 Hour Party People", la estupenda (y muy diferente) película de Winterbottom), pero cuando realmente empieza a brillar es cuando deja atrás esos datos para hablar del alma y de los sentimientos de una persona tan confusa, sombría y lúcidamente trágica como Ian Curtis, el cantante de los aún hoy inimitables Joy Division. Sabemos la historia (para los que no la sepan están precisamente esos primeros minutos más "objetivos"), pero lo que no se espera es un relato tan profundo y emocional sobre la vida como el que realiza Anton Corbijn. Ian es casi sólo un pretexto para introducirse en la mente de una persona atormentada por sus actos pasados, atrapado en una vida insatisfecha e incapaz de satisfacer las exigencias espirituales que implican las expectativas de su banda y su familia. Un retrato crudo y oscuro sobre un alma que no necesariamente eligió el camino correcto y que desde luego anda bastante lejos de lo que suelen trazar los típicos biopics heroizadores hollywoodienses, lo cual de por sí sólo ya sería algo positivo pero que aquí realmente funciona porque Corbijn sí que logra transmitir todas las emociones, toda la tristeza y toda la poesía que pretende la historia.

Mención aparte para el apartado técnico. El tratamiento visual es realmente impresionante. Está la fotografía en blanco y negro, brillante y decadente como la música que hace la banda del protagonista, pero aún mejor es la forma en que compone la imagen, sus encuadres y el ritmo que imprime. Y, por supuesto, la música, tan buena como siempre pero con el aliciente de esas muestras de las actuaciones en directo de la banda, rodadas de forma totalmente fiel a cómo nos han llegado los escasos documentos de Joy Division en directo, e imitando el sonido ruidoso y agresivo que gastaban en el directo, lo cual tiene aún más valor teniendo en cuenta que realmente son los actores que interpretan a los cuatro integrantes de la banda quienes están tocando. Y Sam Riley, que por momentos no interpreta a Ian Curtis, es Ian Curtis. Es un film espléndido y uno de los mejores del 2007, sin duda.
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109 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Jodidamente absorbente, jodidamente cruel,... jodidamente buena
Para mi no hay duda: La mejor película del 2007. Impresionante recreación de los momentos más intensos de la vida del líder de una de las bandas más apasionantes y olvidadas de los 70. Recorrido por la genial y atormentada mente de uno de los iconos del rock inglés y un intenso y cruél descenso a la más profunda decadencia del ser humano.
Rodada bajo la apariencia de biopic, algo que se identifica solamente en unos minutos iniciales magistralmente desarrollados, esa premisa pronto desaparece para sumergir al espectador en una brutal carrera autodestructiva a través de los ojos de uno de los personajes cinematográficos más fascinantes de los últimos años.

Sam Riley está inconmensurable, una de las más grandes interpretaciones que se recuerdan, sin temor a equivocarme diría que la mejor de la década. Cada uno de los procesos por los que transcurre su temeraria existencia están caracterizados de forma sublime, literalmente se come la cámara, dejando boquiabiertos a los que como yo asistimos atónitos a un atormentado viaje sin retorno, una huida hacia el irrevocable final. Es de esos papeles que se te quedan gravados, que te llegan al alma.
Los secundarios también magníficos, destacando una Samantha Morton arrebatadora y que mantiene muy alto el nivel interpretativo durante todo el metraje, réplica perfecta a Sam Riley.

Apoyándose en un guión demoledor y sin fisuras, que se desarrolla con absoluta maestría, en una soberbia fotografía en blanco y negro, y en una bestial banda sonora, Anton Corbijn nos regala una cinta repleta de momentos inolvidables, una verdadera joya del cine. Una maravillosa experiencia que todo amante del cine y de aquella irrepetible generación de geniales artistas no se puede perder.
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54 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
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