Coma (1978)

Concebida para ser interesante, alcanza su objetivo.

Ni los giros de guión ni los detalles que desvelan el misterio están muy resaltados. Demuestra Crichton de este modo, confianza en que seamos capaces de darnos cuenta nosotros solitos. Muchas gracias, hombre, se agradece.

Y a pesar de que House habría desenmascarado la trama en cero coma (nunca mejor dicho), la prota no se maneja mal y la historia va ganando suspense, con su colorcillo de hospital y su música, esta sí, exageradísima, machacando la acción.

Pero ha envejecido bien, porque sus entonces, supongo, irritables tecnicismos médicos, ahora no son más que música de fondo para los espectadores del siglo XXI, acostumbrados a escuchar barbaridades en Hospital Central o cualquiera de las otras 234 series sobre medicina contemporáneas.

El nivel bajo de fluído mitocrofílico, a estas alturas, nos entra por una oreja y nos sale por la otra.

Allá por principios de los noventa, la editorial Plaza & Janés publicó casi toda la bibliografía del autor de thrillers médicos Robin Cook, al que pertenece la novela en que se basa la película de "Coma". Muchos recordamos con cierta nostalgia esos covers de rústica con desagradables fotos de jeringuillas, ojos en blanco, mascarillas y guantes de látex que prometían horas y horas de infartante lectura detallando con morbosa minuciosidad los pormenores de una operación de cerebro y cosas así, mientras el heroico cirujano de turno desenredaba la madeja de alguna estupenda conspiración diabólica que te tenía el corazón en un puño toda la novela, preguntándote si el mundo iría a caer a las perversas manos de la banda de urólogos mafiosos o de algún pediatra con complejo mesiánico, la típica gente que como bien sabemos, acecha en la trastienda de cualquier hospital americano que se precie.

Para placer de todos nosotros, Crichton adapta la novela de Cook con mucha solvencia, tanta que ver la película produce la misma impresión que leer el libro: nada extraordinario ni especialmente bien escrito, pero nos gusta porque pasamos un rato de lo más emocionante, tenso e intrigante siguiendo los pasos de una médica (bien interpretada por Bujold) que investiga unos extraños casos de coma en su hospital. En su periplo le acompaña un reparto de categoría, en el que destaca, para bien, Ed Harris y para mal, Michael Douglas (ya en esa época era un actor de pena).

Lo mejor: un par de escenas para antología de lo inquietante y angustioso y que no detallo ni en el spoiler para no arruinárselas a ningún validador. El final, bien resuelto y a la altura de las expectativas. La falta de pretensiones.

Lo peor: falta de imaginación y de originalidad. El principio, flojo. Michael Douglas y su voz de salidorro. La falta de pretensiones.