Tras la huella del delito (1973)

Aparte de la figura de Robert Duvall que lo acapara todo ( la sombra de Harry Callaghan es más que evidente, hastío profesional y vital, métodos expeditivos, incomprensión de los superiores, escasa habilidad social, etc..) la película es interesante (aunque no se trate te un tema novedoso en el cine americano) por la contradicción entre el mito de la opulencia que representa para un colectivo, en este caso los emigrantes puertoriqueños, los EEUU, y la dura realidad de los ghettos (Bronx como paradigma) que refleja con claridad el film a través de imágenes descoloridas o con colores fuertes (especialmente ropa y coches) en contraste con unos edificios grises u ocres ( como de abandono o hastio). En esta tesitura, solo el dólar o su consecución devienen como creencias inamovibles y viables de estas personas (aunque con ello se sacrifique felicidad y entorno); la otra posibilidad de escape (el idealismo a través de quiméricas y nostálgicas aventuras) no solo se perfila como estéril y abocado al fracaso sino lo que aún es más deprimente como pueril o inmaduro.
En el plano formal son hábiles las picados cenitales que muestran a los personajes como insectos insignificantes atrapados en el laberinto del hormiguero urbano. En suma un correcto thriller setentero que no defraudará a los incondicionales a pesar de un guión con algunas fisuras y de algunas secuencias fallidas en su planteamiento (la persecución con el autobús es excesivamente larga e insípida insertando primeros planos de un Duvall aparentemente divertido que relajan el mantenimiento de la tensión, la acción y el dramatismo de la situación).

'Badge 373' (Tras las huellas del delito, de Howard W. Koch, 1973) no deja de ser una muestra excelente del llamado 'Thriller USA de los 70' (en referencia al excelente libro de la colección Nosferatu), porque pese a ser un cóctel (un refrito diría alguno) de todo lo visto en los tres años anteriores ('Serpico', 'Los nuevos centuriones', 'Dirty Harry', 'The French Connection'...), lo muestra con tal desparpajo y ausencia de complejos, que uno no puede más que sentarse a disfrutar y a regodearse, si es que este es uno de tus géneros favoritos. No falta nada; corrupción policial, individualismo frente al inoperante sistema, blaxploitation, trama política y social (la organización armada para la liberación de Puerto Rico, es tremenda), exageradísima (y técnicamente deficiente) persecución por los barrios neoyorkinos de más de 15', primero corriendo y luego con un autobús que arrambla con todo lo que se le pone por delante (evidentemente a años luz de la perfección milimétrica de las persecuciones de Bullit o The French Connection, pero te partes de la risa), mafioso con gafas de sol por la noche, novia sensata e incomprendida (muy grande Verna Bloom, qué gran actriz) y por supuesto un policía no tan íntegro como antaño, pero de firmes valores y convicciones que, of course, se toma la justicia por su cuenta si es menester, pero sus motivos tiene, quién lo duda. Un gran Robert Duvall, que duerme en calzoncillos y con calcetines y le cuelga la barriga, lo cual no es óbice para que reparta hostias como panes cuando las circunstancias así lo requieren. Que aprendan los policías amanerados de ahora.
En fin, de mucho gozar, desde luego que sí. ¡Viva Don Siegel! ¡Viva Lumet! ¡Viva Friedklin!! ¡Viva Richard Fleishcher! ¡Viva Arthur Penn!!!