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Liliom (1930)

Liliom
94 min.
6,4
89
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Escena (INGLÉS)
Sinopsis
Cuenta la historia de amor de Julie, una camarera, y Liliom, un pregonero de carrusel. Adaptación de la obra de Ferenc Molnár. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Melodrama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Liliom
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Ferenc Molnár
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6
De frikismos celestiales
Mientras esta cinta de Frank Borzage se mueve en los terrenos del dramón romántico desaforado, dedicado a explotar el tópico redencionista del galán sinvergüenza al que una mujer en extremo bondadosa pretende encauzar por la mera fuerza de un amor sin tasa ni contrapartida, no despierta mayor interés (tampoco contribuye demasiado una pauta interpretativa que todavía se asienta excesivamente en los modos del cine silente). Pero su coda final, ese estrambote 'sobrenatural' que sitúa la historia en unas coordenadas que oscilan entre lo naif y lo atrabiliario, la convierten en una pieza cuanto menos curiosa. Digna de un visionado desprovisto de prejuicios y consciente de la distancia temporal y cultural que nos separa de ella.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Paladares exquisitos (absténganse los "frikis" posmos, valga el pleonasmo)
La sutileza que alcanza el maestro Borzage en este film es inefable. Su poética inerranable desata un lirismo metafísico ininteligible para las subjetividades violentadas de la posmodernidad, machacadas por el turbocapitalismo pirolítico aniquilador de la condición humana, el cual les dota de un cinismo pretencioso que, en el colmo de la nesciencia, se creen superiores a estas obras maestras del espíritu, a las cuales objetivamente no le llegan a la suela del zapato in saecula saeculorum.

El relato maestro objetivado cuya hondura metafísica se mundaniza en un racionalismo crítico desolador y desolado, capaz de extraer la densidad psicológica e ideológica desde la objetividad de la puesta en escena y cuadro sin necesidad de recurrir a virguerías visuales disruptoras, cristaliza formalmente por medio de una escritura fílmica apabullante.
La sensibilidad estética e inteligencia poética del gran creador estadounidense le lleva a concebir el cuadro como totalidad de totalidades (valga el genitivo reduplicativo), desvelando en el decurso escénico impreso en unos claroscuros tortuosos conciliadores del dualismo ontológico y metafísico entre luz y tinieblas, contingencia y devenir, pecado y culpa, libertad y prisión toda la densidad ambigua (y por tanto rica) que conforma la poiesis fílmica, habida en las escalas fundacionales de la realidad. Borzage concilia ontología y metafísica desde el más esmerado entramado cinematográfico, desde la más cuidada realización fílmica, en la que integra las inovaciones que propicia el sonoro dentro de la sublime arquitectura que pudo concebir el cine mudo. Nos hallamos, por tanto, (y parafraseando y modificando a Wagner), ante una obra de arte total, omnisciente y consecuente, sutil y luminosa tanto en intención como en metáfora. Cada cuadro se palpa con la mayor precisión inefable, surgido del más hondo intento por concebir una obra que honre a toda la tradición estética, poética y filosófica heredada durante siglos.

Arte vivo opuesto totalmente a la chapuza artificiosa reificada de los últimos cincuenta años.

10
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