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El prisionero (1955)

El prisionero
91 min.
6,5
240
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Sinopsis
Después de la II Guerra mundial (1939-1945), un cardenal (Alec Guinness) es acusado de haber traicionado a su patria. Es un hombre de carácter y voluntad férrea. Su interrogador (Jack Hawkins), un hombre benevolente en apariencia, recurre primero a la amabilidad para hacerlo hablar, pero acaba sirviéndose de pruebas falsas, trucos sucios y diversas formas de crueldad para conseguir su objetivo. Sin embargo, parece que nada consigue doblegar al prelado. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Thriller Política Religión
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Prisoner
Duración
91 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1955: Premios BAFTA: 5 nominaciones, incl. mejor película y actores británicos
1955: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor actor (Alec Guinness)
1955: National Board of Review: Mejor película extranjera
1959: Seminci: Espiga de Oro: Mejor película
9
DIOS DA ASTUCIA CONTRA LA HABILIDAD DE LOS ENEMIGOS
El quid y el protagonista son el hecho religioso y el hombre religioso, por lo que la película se puede clasificar dentro del género religioso y en concreto del cristiano-católico.

Impresionante escena la del principio de la película cuando el "starring" y cardenal (Alec Guinness) está acabando la misa y en el libro de oraciones uno de los acólitos liturgistas le pasa una nota diciéndole que la policía ha venido a detenerle; el cardenal mira la nota y mira a los policías que le esperan al fondo de la catedral. Se supone que los hechos se desarrollan pocos años después de acabada la II G.M. cuando Europa se había dividido en la Europa Occidental-Demócrata y la Europa del Este-Comunista, por ejemplo en un país que quizás podía ser Hungría.

El desarrollo del filme se hace pesado y cargante para quien no mire la película con interés religioso, sociológico, psicológico o algo así. Pues todo es una pugna entre el interrogador (interpretado por el gran Jack Hawkins, que más tarde haría películas inolvidables como Tierra de Faraones, El Puente sobre el río Kwai, Ben-Hur o Lawrence de Arabia) y el apresado alto-clérigo quién durante meses se verá sometido a un estado de tortura psicológica, física e incluso sometido a drogas para que se confiese traidor al Estado y en consecuencia socavar el crédito y la moral de la Iglesia, una institución que sin ser esencial ni fundamentalmente un Estado compite y a veces tiene más autoridad y fuerza que cualquier Estado nacional político, algo que a los comunistas les causaba auténtica animadversión, saña, inquina y deseos de persecusión.

En realidad el tema central de esta obra de teatro y también película, es el que se resalta en las palabras del Evangelio de Mateo, capítulo 10, versículos 16-20, cuando Jesús envía a sus primeros misioneros y les advierte así del peligro (cfr): «Fíjense que los envío como ovejas en medio de lobos. Por eso tienen que ser astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres: a ustedes los arrastrarán ante las autoridades y los torturaran. Por mi causa, ustedes serán llevados ante los gobernantes y los reyes de este mundo, teniendo así la oportunidad de dar testimonio de mí ante ellos y la gente. Cuando los juzguen, no se preocupen por lo que van a decir ni cómo tendrán que hacerlo; en esa misma hora se les inspirará. Pues no van a ser ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes».

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22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El doppelganger
Alec Guinness, calvo, sereno, protagoniza una epopeya del desmorone ante la fuerza con que Jack Hawkins extrae la médula de sus vergüenzas en el larguísimo interrogatorio que protagoniza esta película. Duelo dialéctico, pues y un duelo que se libera con la complicidad del carcelero Wilfrid, que no carece de esa crueldad bondadosa típica de los grandes campechanos y que aplica liberalmente con el prisonero entre tortura emocional y tortura emocional. El interrogatorio, de creciente intensidad resultará al final haber sido un inesperado intercambio. El interrogador instila sus propias carencias en el interrogado y el interrogado asume las dudas existenciales del interrogador, convirtiéndose en cierto modo en una especie de insano reflejo, un recipiente donde volcar miserias emocionales entreveradas entre los intersticios de las faltas ajenas.

No me entusiasmó por la explicitud de su combate mental (demasiado desmenuzado para el espectador) la burda metáfora del ajedrez, la excesiva interpretación de Alec Guinness y la historia de los amantes tan innecesaria. Eso sí, cuando acabó (suntuoso final), aflojé brazos y piernas dándome cuenta con asombro de que hacía tiempo que una película no me mantenía tan en tensión. Lo cual, junto al buen hacer de Hawkins y Wilfrid Lawson y la oferta doble de entretenimiento visual e intelectual, la hace perfectamente recomendable.
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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