Buscando a Nemo (2003)

Cantaba Juan Luis Guerra allá por los años noventa aquello de "Quisiera ser un pez, para tocar mi nariz en tu pecera, y hacer burbujas de amor por donde quiera...". Pues así me sentí de alguna manera yo cuando contemplé esta nueva maravilla de los geniales tipos de la PIXAR. Queriendo ser un pez (a ser posible con algo de memoria), para nadar libremente por esas maravillosas aguas de preciosos colores, y acariciar esos corales y esa numerosa y perfectamente recreada flora marina, y saludar a esas simpáticas tortugas gigantes en su vertiginoso y gozoso camino, y charlar sin temor a ser devorado con esos insólitos y autocontrolados tiburones, y rescatar a otros semejantes de la pecera de ese dentista maquiavélico, y... ¿y ahora qué?.

Pues podría serlo, por qué no.
Es una obra maestra de la animación, lo mejor de Pixar hasta ese momento (el hiperrealismo de Cars ya le ha usurpado ese lugar). Tiene un guión maravilloso, que combina a la perfección el sentimentalismo y la ternura clásicos de Disney de toda la vida y el sentido del humor algo más gamberro aportado por Pixar a la fórmula (y que nunca roza el absurdo, como algunas producciones de Dreamworks). Y sobre todo, es puro entretenimiento para todos los públicos, no sólo para los niños.
Esta película, como bien dijo un avispado crítico de cinemanía, no es una película, sino un milagro. Sigamos nadando.

Lo mejor: Todo
Lo peor: No hay nada que moleste, salvo el inconfundible toque disney de la película, que puede que ya canse a algunos. A mí, no.