El celo (1999)

En el año 2001 se estrenó esta versión española (aunque anglófona) de la novela de Henry James “Otra vuelta de tuerca”, que me ha apetecido revisar ahora que acabo de ver su más reputada adaptación: “The innocents” de Jack Clayton.

El director mallorquín Antonio Aloy debutaba con esta película, rodada en su tierra y con actores tan conocidos como Lauren Bacall, Harvey Keitel (en una colaboración pequeña pero fundamental) y Sadie Frost en el papel de la reprimida institutriz protagonista.

Hay que reconocerle al menos un gran valor al director para debutar con una historia tan complicada de llevar a la pantalla, por la constante incertidumbre en que se basa.

Aloy se mantiene parcialmente fiel a ese espíritu de indeterminación: nunca se llega a explicar qué ocurrió exactamente en ese pasado supuestamente terrible que al parecer sigue atenazando a esos niños. Pero… termina rompiendo con la agradecida ambigüedad de Henry James y de Jack Clayton en lo tocante a los fantasmas: hay al menos una escena a partir de la cual la existencia real de lo sobrenatural resulta categóricamente clara.

Sadie Frost está correcta, pero naturalmente no resiste la comparación con la descomunal Deborah Kerr.
Lauren Bacall compone un ama de llaves rígida y antipática, muy alejada de la bonachona y temerosa criada de “The innocents”. Y no me ha parecido mal este cambio. Además la Bacall tiene tal presencia y tal mirada que atrapa por completo cada vez que abre la boca para hablar de aquel insondable pasado del que tanto queremos saber, y tan poco se nos dice.

Los niños Ella Jones y Nilo Mur (“Héctor”, “El Calentito”…) están muy, muy bien. Y el erotismo latente entre el chaval y la institutriz aparece aquí más subrayado, aunque siempre dentro de la sutileza y la elegancia. Se dibuja casi una historia de amor.
La música de Ángel Illarramendi, excelente, contribuye a darle a la película ese punto más romántico que gótico.

Aloy asume en su ópera prima, la difícil empresa de realizar una adaptación del estupendo relato de Henry James “Otra vuelta de tuerca.” Una empresa que nace ya con el hándicap de ser comparada con la adaptación que Jack Clayton hizo en 1961 con el título de “The innocents.” Adaptación, esta de Clayton, en la que ya se dijo todo lo que se tenía que decir sobre el relato de James y que pese al tiempo pasado aún se mantiene fresca.

Puestos a comparar, la película del mallorquín Antoni Aloy tiene todas las de perder: por interpretaciones, por ambientación, por planos y por guión. Pero si conseguimos la difícil tarea, de enjuiciar esta película sin conocimiento de la ya existente, podemos observar cierta fuerza en “El celo.” La materia prima (Otra vuelta de tuerca) da para esto y para mucho más.

Aloy confirma que esta fue una película maldita, con multitud de problemas en la postproducción que casi impide que Aloy firme esta película, pero que finalmente, gracias a la intervención de Enrique Cerezo (productor de la parte española), el director pudo montar la película como el siempre quiso.

El mayor problema que encuentro en esta adaptación es que de un plumazo, Aloy se carga toda la ambigüedad del libro y lo trasforma todo en explícito. Es sin lugar a dudas, un error de libro, pero que en obras como esta, estropea completamente la película. Así, el sexo se vuelve explícito, los abusos se remarcan, y los espectros, tan bien tratados en la adaptación de Clayton, se vuelven demasiado viciados para mantener la atmósfera de incertidumbre que llena el libro. Aloy no deja que el espectador intuya y aquí pierde la partida.

Quiero destacar la gran interpretación de Nilo Mur (Miles) que consigue superar incluso, la interpretación de Martin Stephens. Y es precisamente en el papel de Miles, donde Aloy acierta al introducir un mayor erotismo en la trama. El otro cambio importante se da en el papel que hace Lauren Bacall, mucho más fiel al relato de James. Aloy arriesga en convertir a la bonachona ama de llaves de “The innocents” (Megs Jenkins) en una severa y antipática mujer. Y no es un cambio negativo, porque implica un mayor acercamiento con los niños mientras que percibimos con más claridad la soledad de la institutriz.

El director yerra, pero percibo potencial y coraje para mejorar en un segundo intento.