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Rush: Pasión y gloria (2013)

Rush: Pasión y gloria
123 min.
7,2
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Premios
2013: Globos de Oro: 2 nominaciones: mejor película y actor sec. (Brühl)
2013: Premios BAFTA: Mejor montaje. 4 nominaciones.
2013: Festival de Toronto (TIFF): Nominada al Premio del Público (Mejor película)
2013: Satellite Awards: 7 nominaciones, incluyendo mejor director y montaje
2013: Sindicato de Actores (SAG): 2 nominaciones inc. mejor actor secundario (Brühl)
9
El tío con más pelotas de la Fórmula 1
Cinco son los momentos que tengo grabados a fuego en mi matrimonio con la Fórmula Uno. El primero de ellos se remonta al que trata esta película, y de cómo siendo un niño observaba atónito desde el salón de mi casa cómo a uno de mis súper héroes se le quemaba la cara, seguramente, y aún no lo sabía, a mi súper héroe favorito. La muerte del gran Gilles Villeneuve durante los entrenos en Bélgica fue el segundo recuerdo imborrable, y el tercero el no menos trágico accidente mortal de "maravilla" Senna, empotrándose contra el muro de Ímola a más de 300 km/h y dejándome "distraído" durante toda la semana siguiente. El cuarto instante que tengo grabado es la épica victoria de Olivier Panis en Mónaco, una de las mejores carreras de la Historia, siendo el quinto y último gran recuerdo de la F-1 contemplar flipando como durante la última carrera del mundial y durante la última vuelta en el circuito de Inter Lagos, un negro montado en un Mc Laren (una visión surrealista 30 años a) se aprovechaba de un diluvio universal que duró sólo esa vuelta, para remontar 28 segundos en apenas cinco mil metros y llevarse su primer Campeonato del Mundo. Lo nunca visto, digno de cualquier peli de superación de Disney.

Cinco como decía, son mis recuerdos favoritos, y tres (como los mosqueteros) mis pilotos. En mi niñez admiraba al gran Alan Jones, pero sobre todo, a la increíble parrilla que componía la Fórmula 1 de entonces: Mario Andretti, Michelle Alboreto, Nelson Piquet, Gilles Villeneuve, Andrea de Cesaris, Emerson Fittipaldi, Carlos Reuteman, Niki Lauda, James Hunt, Alain Prost o el mismo Alan Jones. Nunca ha habido una constelación de estrellas como entonces, tíos que se jugaban los huevos en cada trazada, y en el que tener el mejor coche no era sinónimo de victoria como lo es a día de hoy. Años más tarde, y como todo hijo de vecino, admiraba a Senna. Sus duelos con Prost conseguían que el galo nos cayese mal a todos, tal y como Hunt lograba con Lauda y que Howard plasma fenomenalmente en la película. Mi último héroe es asturiano. Su único defecto es no haber nacido en Zizurkil y apellidarse Alonsotegi, pero todo no se puede tener. "Magic" Alonso es una máquina de conducir y posee el carácter más parecido a Lauda de toda la parrilla actual.

Pero volvamos a Niki Lauda. Recuerdo en aquella lejana televisión en blanco y negro de la transición como el comentarista de turno ya nos lo pintaba como un tipo serio y hosco, rayando lo desagradable. A mí me caía bien, pensaba que alguien que tuviera nombre de camiseta no podía ser un mal tipo, y menos con ese aspecto de Fantasma de la Ópera que se le había quedado. La pena y la admiración se mezclaban en lo que sentía sobre aquel piloto, y aún así, mi favorito seguía siendo Jones.

La caracterización y las interpretaciones de los dos personajes es perfecta. Sus diálogos, las miradas que se entrecruzan, ese rollo macho-alfa-teparto-lasputaspiernas-nenaza, mola un montón. La rehabilitación de Lauda con esofaguitis doble incluída te deja la piel de gallina. Los huevos que le echa el tío para volver a la pista a partirle la cara a Hunt, la inoportuna pregunta de aquel periodista y el encuentro en el hangar son algunos de los momentos memorables que atesora Rush, la película perfecta para todos a los que nos gusta conducir a más de 45 Km/h, alejada infinitum de estupideces protagonizadas por Cruise, Diesel y demás morralla motorizada.

Pues bien, 35 años después, Howard ha conseguido con esta gran película que rememore sentimientos que andaban escondidos dándome la perspectiva que me faltó en aquellos tiempos de mi niñez, y que afirme sin ningún tapujo que el piloto más grande de toda la Historia de la F-1 ha sido Niki Lauda. Su tercer campeonato del mundo, que ahora recuerdo mejor, fue apoteósico. Como lo es verle hoy por el paddock responder con esa anti flema británica que le caracteriza a cualquier pregunta incómoda sin cortarse un pelo, repartiendo a quien haga falta, Alonso incluído. Un grande del motor que consiguió en sus días que el díscolo Hunt fuese aún más piloto de lo que en realidad fue, y teniendo la gallardía de reconocer abiertamente que ha sido del único piloto que ha tenido envidia en su vida, lo que no es de extrañar contemplando las fotografías en las que salen juntos. Yo también la hubiera tenido.

Muy recomendable como parte indispensable de la historia deportiva del siglo XX y ejercicio práctico de cómo rodar "una de acción" sin caer en los clichés y estupideces del género.
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183 de 210 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
El Ferrari de Howard
La fórmula 1 ha cobrado gran protagonismo en la última década convirtiéndose en todo un fenómeno de masas. En España, la aparición del bicampeón mundial, Fernando Alonso, fue el detonante para que las cadenas televisivas no dejasen de retransmitir a todas horas carreras, entrenamientos y clasificaciones de los grandes premios. Esto dio pie a que el aclamado documental Senna, 2010, basado en uno de los incidentes más trágicos sucedidos en este deporte, la muerte del piloto Ayrton Senna, resultase todo un éxito en nuestro país. El filme relataba, mediante el uso de imágenes inéditas extraídas del archivo de la federación internacional del automóvil, la abrupta relación y la desavenencia existente entre el piloto brasileño y su rival directo Alain Prost.
Una rivalidad similar es la que se muestra en Rush. A todos aquellos que ya conozcan la historia, les gustará poder recrearla de una manera bastante fiable, los que por el contrario no sepan qué sucedió, cuentan con el aliciente de contemplar uno de los duelos más apasionantes de la historia del deporte, y uno de los desenlaces más reñidos de todos los tiempos. Teniendo en cuenta el gran número de espectadores que no habrán oído hablar de este campeonato en concreto, se ha decidido omitir cualquier tipo de información que pueda desvelar antes de tiempo el desenlace, dejando de esta manera intacto el factor sorpresa.
Biopic sobre los pilotos de carreras James Hunt y Niki Lauda, en el que se muestra la relación que mantuvieron tanto dentro como fuera de los circuitos. Una enemistad amistosa (valga el oxímoron) que llevaron al límite en cada carrera, sin dejar de lado en ningún momento el mutuo respeto que se profesaban. Por un lado el apuesto, mujeriego y temerario Hunt, un soñador y competitivo piloto con un don especial para las relaciones personales, ¡todo el mundo quiere a James! Por otro lado Lauda, un austriaco introvertido, metódico y calculador, un formidable conductor y técnico que siempre mira dos veces antes de pisar, tratando de minimizar al máximo el error humano y el riesgo de cada trazado. Dos polos opuestos que quedan perfectamente definidos con dos de sus frases más relevantes en la película,
James Hunt: “De qué sirve el éxito si no puedes disfrutarlo”
Niki Lauda: “La felicidad es el enemigo, te debilita”
Uno de los aciertos del director ha sido el no demonizar a ninguno de los pilotos, haciendo que la carga dramática no ciegue al espectador y pueda disfrutar con imparcialidad de la historia. Ron Howard representa mejor que nadie al Hollywood moderno, el pelota de la clase que siempre deja la manzana en el escritorio de la profesora, un director capaz de realizar cualquier película con el fin de agradar a productores. Esta actitud sumiso-ambiciosa le ha llevado al ostracismo crítico, pero también a firmar grandes taquillazos.
Un realizador que posiblemente se haya encontrado a sí mismo representado en la figura de uno de los protagonistas de la cinta, un hombre inteligente y calculador que, al igual que Niki Lauda, nunca desató ovaciones del público, un director a la sombra de los James Hunt de la gran pantalla que prefieren dar espectáculo y calidad a su trabajo, antes que obtener grandes resultados en taquilla. Pocas de sus películas se han visto bien acogidas por la crítica, a excepción, casualmente, de otro biopic en el que relató la fascinante entrevista que el expresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, tuvo tras el escandaloso Watergate, El Desafío: Frost contra Nixon, 2008.
Es esta rivalidad entre los personajes, mezclada con el toque reality show que toda historia verídica aporta, la baza comercial de la cinta. Este dato junto al buen momento por el que pasan los deportes de motor y la aparición de uno de los nuevos bad boys de Hollywood, el australiano y hombre del año en 2010 y 2012, Christopher Hemsworth, AKA Thor, pueden aportar a la cinta los elementos clave que le faltaron a otras grandes películas del género que nunca llegaron a triunfar, como Grand Prix, 1966 o Las Veinticuatro Horas de Le Mans, 1971. No obstante, el gran protagonista de la obra es Daniel Brühl, un Niki Lauda muy conseguido que paga su falta de carisma con un particular exceso de arrogancia.
Anthony Dod Mantle, especialista en vestir a monas de seda hasta el punto que dejen de parecer monas, plantea una vertiginosa y atractiva fotografía que se muestra deslumbrante sobre todo en la parte final del metraje. Una imagen que se combina a la perfección con el estrepitoso ruido de la ignición de motores y el chirriar de los neumáticos en el asfalto, el olor a goma quemada apagado por la incesante lluvia llega a hacerse patente en ciertos momentos, transportándonos directamente a los evocadores años 70 como la edad de oro de la fórmula 1. Un ejercicio audiovisual impactante que aplica el realismo y la energía que el gran guion de Peter Morgan merecía. El guionista se erige como el mayor aliado de Howard, consiguiendo narrar perfectamente aquel Campeonato de 1976, un certamen digno de mención, si no en los libros de historia, al menos en el sempiterno séptimo arte.
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112 de 126 usuarios han encontrado esta crítica útil
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