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El cuco estéril (1969)

El cuco estéril
107 min.
6,0
149
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Escena (VO)
Sinopsis
Pookie Adams es una estudiante que mantiene una relación con Jerry. A pesar de sus diferencias, la joven pareja aprenderá a entenderse. Ópera prima del director Alan J. Pakula, que obtuvo dos nominaciones a los Oscar, mejor actriz (Liza Minnelli) y mejor canción original. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Sterile Cuckoo
Duración
107 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1969: 2 nominaciones al Oscar: Mejor actriz (Liza Minnelli), canción
1969: Globos de Oro: Nominada Mejor actriz - Drama (Liza Minnelli)
1970: Premios BAFTA: Nominada a Mejor promesa (Liza Minnelli)
1969: Premios David di Donatello: Mejor actriz extranjera (Liza Minnelli)
8
“Mi madre murió en Rhode Island”
Al asumir una relación de pareja, es tan importante captar, sentir, palpar, y ver, con complacencia cada manifestación positiva que provenga de aquel (aquella) que está entrando en nuestro corazón, como lo es el observar, con detenimiento, cada señal que nos indique el lado oscuro que el otro(a) posee. Porque suele ocurrir que, ante nuestros grandes vacíos afectivos, los halagos, los regalos y los “cariñitos”, nos obnubilan hasta el punto en que terminamos por hacer la vista gorda ante las señales que nos advierten de rasgos de personalidad que pueden llegar a ser o muy pesados o terriblemente dañinos… y así es como nos amargamos la vida por mucho tiempo, o para siempre.

Darse cuenta y Saber cortar a tiempo, son dos reclamos de la inteligencia sobre los cuales los jóvenes de hoy deberían estar ampliamente capacitados, pero, ante la indiferencia (e incompetencia) paterna y ante la terrible precariedad formativa de nuestras instituciones, son los jóvenes quienes, por sí mismos, están abocados a formarse y a abrir bien los ojos ante las relaciones sociales.

“EL CUCO ESTÉRIL” (¡Con semejante título se desanima cualquiera! ... Aunque, bien visto, tiene su significado), es una estupenda historia de amor con la que, los chicos comunes y corrientes, pueden conectar fácilmente, pues, sus personajes no son príncipe ni princesa, sus personalidades son tan humanas como las nuestras, y viven en un entorno simple y sencillo donde, la belleza, no es tan obvia y depende de cierta sensibilidad para conseguir abstraerla. Y lo mejor de todo, es que el interés del director, Alan J. Pakula, -diríase antihollywoodense- no es ponernos en una nube ni endulzarnos con E954, sino ayudarnos a poner los pies en tierra cuando llegue el momento de enamorarnos. En este sentido, estamos ante una historia auténtica, sacada de la vida y de lo sabiamente vivido.

Se parte de la novela “The Sterile Cuckoo” (John Nichols, 1965), la cual fue adaptada por el talentoso Alvin Sargent, y al haber sido protagonizada por Liza Minnelli, se me antoja una suerte de afortunado homenaje o proyección de “The Clock” (hasta los títulos pueden asociarse), la película de Vincente Minnelli (padre de Liza) que protagonizara su madre, la inolvidable Judy Garland. Allí, como aquí, el momento fugaz, la llamada del corazón, la sencillez y la inmensa ternura… y aquí, indispensable ahora, también el llamado a poner ojo avizor para salir bien librados de la experiencia.

Los detalles son muy bien cuidados en la puesta en escena al igual que en los diálogos, y el director nos deja participar como seres inteligentes, para que decidamos porqué, Mary Ann “Pookie” Adams y Jerry Payne, toman esta o aquella decisión, o porqué dicen lo que a veces dicen.

Es realidad pura, consciente y tratada con una gran altura, la que nos ofrece Pakula en su debut como director y, sigue esa línea que ya, Robert Mulligan -con quien compartiera memorables producciones- había trazado con títulos como “Fear strikes out”, “Come september”, “Love with the proper stranger” y otras.

Como no decir que, Liza Minnelli, se pone a la altura interpretativa de su madre, para bordar un personaje que enamora, divierte y reconcilia con la vida… al tiempo que nos va llevando a descubrir aquello que, en principio, no es fácil percibirlo.

También me gusta mucho la romántica canción de The Sandpipers, “Come Saturday morning”, pues, ¿quien será aquel que, enamorado, no ha sentido que cierta melodía le recuerda siempre al ser que ama?... ¡y cuán maravillosos se vuelven los sábados!

Come Saturday morning
I'm goin' away with my friend
Well Saturday-spend 'til the end of the day-ay
Just I and my friend
We'll travel for miles in our Saturday smiles
And then we'll move onBut we will remember
Long after Saturday's gone

Título para Latinoamérica: LOS AÑOS VERDES
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Entre el primer amor y el primer polvo: película de campus y ópera prima de Pakula.
El cuco es ave que anuncia la primavera, como todo el mundo sabe, pero que el de esta película sea estéril es algo que tiene que ver con la historia de amor -con fingido embarazo histérico de por medio- y de inicio en la sexualidad que protagonizan una sobreactuadísima hasta el agotamiento Liza Minnelli y el apocado remedo de Dustin Hoffman de El graduado que es Wendell Burton, que cumple a la perfección su papel de seducido por la extravagante Pookie Adams, una joven insegura, algo neurótica y extravertida, que despliega un repertorio de dinamismo, jovialidad y supuesta inteligencia que acaban confundiendo a su pareja y haciéndole dudar de que, en efecto, esté enamorado de ella, más allá del placer compartido del inicio en la sexualidad, en una de las mejores escenas de la película. La ópera prima de Pakula, una película de “campus” y de adolescentes que salen por vez primera de casa de los padres y se enfrentan a las relaciones sociales y sentimentales sin otro apoyo que el de sus personalidades aún en periodo de formación tiene notabilísimos aciertos y serias debilidades. Las debilidades tienen que ver, básicamente, con la concepción de los personajes y la historia amorosa que se gesta entre ellos; los aciertos caen casi todos ellos del lado del gusto por la composición del plano, por la iluminación y por la habilidad de algunas secuencias como la de la borrachera multitudinaria en una fraternidad, en la que la protagonista, seriamente acomplejada, baja a lomos del compañero de habitación de su pareja lanzando por el hueco de la escalera el relleno de una almohada sobre los estudiantes que duermen la mona espatarrados por todo el edificio. La presencia del protagonista, en una playa, frente a una hilera de puertas viejas que no llevan a ninguna parte, apoyadas contra una pared, es otro de esos momentos mágicos de la película, de esos que revelan que hay un verdadero cineasta detrás de la cámara. Que haga ademán de ir a abrir una de ellas redondea la secuencia. La película tiene una canción empalagosa, cantada por los Sandpipers, cuyo gran éxito fue una versión, en castellano, de Guantanamera; una canción, Come saturday morning, nominada al Oscar a la mejor canción aquel año, que imita el estilo de las primeras de Simon y Garfunkel, y que se repite en exceso, acaso porque Pakula parece sentirse obligado a seguir el patrón de las películas románticas en las que han de filmarse esos paseos por la playa, esas carreras nerviosas de los enamorados que acaban en caída y en abrazo, ciertas arrobadas contemplaciones mutuas, etc. En todo caso, la película, desde la partida en el Greyhound de la protagonista y el subsecuente encuentro en el interior del autobús con el coprotagonista, tiene una factura fílmica muy superior a la media de tantas primeras películas en las que la ambición lo echa todo a perder. La contención de Pakula le permite, salvo esos momentos muertos ya indicados, una narración en la que se pone el acento en la interiorización de lo que acabará convirtiéndose en conflicto dramático, porque dos recién llegados a la Universidad no ignoran que la primera experiencia, sexual o amorosa, no puede ser la definitiva, la última, en la mayoría de las ocasiones. Si a eso añadimos la necesidad vital de la protagonista por ser reconocida, amada y valorada, una auténtica compulsión que la sitúa al mismo tiempo en la fragilidad permanente y en la más profunda de las desconfianzas, a causa de su inseguridad congénita, estamos ante un caso evidente de incompatibilidad de caracteres que impedirá que se consolide la relación entre ambos protagonistas, cuya sobreexposición no contribuye a una apreciación más positiva del caso de desencuentro que se ve venir desde el mismísimo comienzo de la película. La vida de campus es una ficción de vida independiente que tiene consecuencias serias para quienes no pueden asimilar que su capacidad de decisión tiene serios límites, de ahí que el principio de realidad se acabe entrometiendo, podríamos decir, en las idílicas relaciones de ambos jóvenes, hasta acabar convirtiéndose en una cuña que, finalmente, los separa. Se trata de una película sin final feliz, pero la opción realista se impone por sí sola. Pakula mantiene una esforzada objetividad ante la historia y la cámara no se inclina por potenciar ninguna perspectiva concreta de la relación. No cae en el estilo documental, está claro, porque la preocupación por la puesta en escena es constante en cada secuencia, pero sí que evita tomar partido por una u otro, algo que el espectador agradece profundamente. Se trata de un cine intimista, centrado en el mundo de la pareja que se abre a la experiencia de la vida con más ideales que ideas, pero describe con total veracidad el apabullante dominio que los sentimientos pueden acabar teniendo sobre los seres humanos. Con todo, el más serio hándicap de la película es, paradójicamente, el exceso de protagonismo de la protagonista, que la vuelve poco menos que “insoportable” para el espectador. Ignoro si Pakula se planteó hacer una película sobre un “caso clínico”, pero lo cierto es que la protagonista da para ello y para más, a juzgar por la seria perturbación de su personalidad. Es admirable, en consecuencia, que Pakula haya sabido sortear ese peligro y que nos haya entregado un retrato ajustado y sincero de lo que solo por parte del protagonista puede considerarse una representación de la juventud americana de clase media de finales de los 60, pero no por parte de la protagonista, dada su marcada personalidad casi patológica. La película, en tanto que ópera prima de un director que nos daría obras como Klute o Todos los hombres del presidente se ve con agrado, y se advierte, desde los primeros planos, que se trata ya de un director maduro que ha asimilado a la perfección las hechuras del cine clásico usamericano.
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6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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