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El amor en la tarde (1972)

El amor en la tarde
93 min.
7,6
3.100
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Trailer (FRANCÉS)
Sinopsis
Frederic está felizmente casado y espera su segundo hijo. Da paseos por París y cultiva su imagen de seductor tranquilo. Un día entra en su despacho Chloé, la antigua novia de un amigo suyo que destaca por sus costumbres nada timoratas. Chloé entra y sale continuamente de la oficina y de la vida de Frederic hasta incitar su curiosidad. Frederic encuentra un trabajo para ella y eso es una excusa para visitarla a menudo. Ella decide seducirle causándole a él un dilema moral... (FILMAFFINITY)
Género
Romance Drama Amistad Drama romántico Nouvelle vague
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
L'Amour l'après-midi (Chloe in the Afternoon)
Duración
93 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Cuentos morales de Eric Rohmer
Links
Premios
1972: National Board of Review: Mejores películas extranjeras
Un hombre casado se enfrenta a la tentación del adulterio encarnada en una bella amiga. Con esta premisa tan sencilla, Rohmer elabora uno de sus mejores ejercicios de geometría amorosa. Un guión que indaga en los sentimientos con la precisión de un cirujano y la ligereza de un malabarista. Fascinante, hipnótica, magistral.
[FilmAffinity]
"La película es, a su manera, algo así como perfecta"
[The New Yorker]
8
Amor de tarde
Sexto y último film de la serie “Los cuentos morales”, de Éric Rohmer (Nancy, 4-IV-1920). El guión es original del propio Éric Rohmer. Se rueda en escenarios reales de París y en estudio. Producido por Pierre Cottrell y Barbet Schroeder para Les Films du Losange, se estrena el 29-IX-1972 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en Paris entre enero y mayo de 1972. Frédéric (B. Verley) es un joven abogado, casado felizmente con Hélène (F. Verley). Son padres de una niña y esperan el nacimiento del segundo hijo. Viven en la periferia de Paris en un barrio de profesionales de clase media. Frédéric trabaja en Paris, donde comparte despacho con Gérard (Ceccaldi). Un día recibe la visita inesperada de Chloe (Zouzou), antigua novia de un amigo, a la que no veía desde hacía 6 años. Frédéric es serio, formal, responsable, constante y leal. No ha engañado nunca a su mujer. Es aficionado a la lectura, le encanta la ciudad (que le relaja y le permite ensimismarse en sus pensamientos) y trata de enriquecer su vida rutinaria fantaseando con las mujeres hermosas que ve por la calle. Chloe es inestable, impulsiva, voluble, sensual, atractiva, frágil, voluntariosa, seductora y de ideas muy liberales sobre el amor y el sexo. Cree en el amor libre, cambia de pareja con frecuencia y quiere un hijo sin padre, que sea sólo suyo. Piensa que la poligamia sucesiva es un derecho natural del varón y que la poliandria sucesiva es el derecho equivalente de la mujer.

El film suma al drama elementos de romance, comedia y fantasía. Analiza el amor de pareja estable después de 3 o 4 años de vida en común. Desarrolla un análisis tranquilo, sereno, natural y desapasionado. La vida rutinaria de una pareja estable no es ni un paraíso de felicidad, ni una vida de muerte en vida. De igual modo, la vida de parejas efímeras y sucesivas, basadas en el amor libre y la ausencia de compromisos, no colma las ansias humanas de felicidad, ni es la solución óptima y válida para todos. Frédéric cree que la fidelidad es importante en la pareja y que vale la pena luchar por ella. Los sacrificios que exige se ven sobradamente compensados por sus ventajas. Chloe desprecia la vida tranquila y rutinaria de la pareja burguesa y cree en la superioridad de la vida bohemia y de las experiencias sexuales múltiples.

La narración se hace desde el punto de vista de Frédéric, al que corresponden los papeles de protagonista masculino y narrador. La acción avanza a impulsos de pequeños detalles y de situaciones comunes, exentas de connotaciones altisonantes o exageradas. Con la ayuda de unos personajes complejos y en parte contradictorios, de gran densidad psicológica, el realizador compone una interesante y bien elabora exploración interior de los mismos. Sus relaciones evolucionan y avanzan con suave gradualidad y profundidad.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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75 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
La tristeza del mediodía
El director francés minimalista, cotidiano y experto en explorar las mentes y las almas de sus sujetos, me ha proporcionado una más que agradable velada con las obsesiones, las dudas y las tentaciones que asaltan a un hombre casado. Los espectadores somos los observadores y los confidentes de sus pensamientos más íntimos, de su devenir diario y de sus secretos.
La desarmante sencillez y la espléndida naturalidad en todos los aspectos (guión, narración, interpretación de los actores, fofografía, puesta en escena, música...) hacen de este drama (porque yo más bien lo definiría como drama, mucho más que como comedia) uno de los mejores de toda la carrera fílmica de Rohmer.
Nos encontramos cara a cara con las reflexiones que cualquiera que esté atravesando por la etapa del protagonista elaboraría en su mente. Un discurso personal desgranado con una lucidez deslumbradora. Su amor por su mujer, en la que cree ver a todas las mujeres. Su callado y vivo interés por todas las que contempla por la calle, con las que comparte un instante de reconocimiento y atracción absoluta en el intervalo en que sus ojos se cruzan para continuar inmediatamente cada uno por su lado.
Es feliz en su matrimonio y con su hija, pero la estabilidad y la seguridad de su situación inyectan en él la sombra de las tentaciones, de la aventura, imagina cruces pasajeros con féminas cuyo aliciente es empaparse de ellas brevemente, sin un mañana. Estar casado con su esposa le ofrece ese mañana tranquilizador, que no necesita en sus roces imaginarios con beldades tan sensuales como desconocidas.
La repentina aparición de una antigua amiga despertará con intensidad esos deseos ocultos, le hará flirtear con los bordes del adulterio...
Un hombre casado, joven y atractivo, que advierte sobre sí la opresión del mediodía simbólico de su vida matrimonial estable, y de esos mediodías melancólicos del burgués trabajador que almuerza en solitario en el mismo café de siempre, mirando por los ventanales a los transeúntes, destellos fugaces de vidas que él no podrá conocer.
Esos mediodías en los que las horas muertas del paréntesis en el trabajo le hacen sentirse extrañamente solo y al miemo tiempo acompañado por la multitud que desfila incesantemente al otro lado del ventanal.
Esos mediodías en los que su anhelo más íntimo es poseer a todas las mujeres del mundo, en los que rozar lo prohibido con Chloé y dejar de representar el papel de marido para ser, simplemente, el hombre que en el fondo es.
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53 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
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