El final del espíritu (2006)

De visionado fácil por su ambientación y virtud fotográfica, esta película no pasará desde luego a la historia del cine por su guión o sus interpretaciones.
Es una lástima que una propuesta tan loable con un mensaje tan universal (y necesario) no haya encontrado un cauce mejor para materializarse.
Los tópicos se suceden en un guión plano como una tabla de planchar, impidiendo que el espectador se sorprenda o emocione con una trama de por sí prometedora.
Cuando se produce el final, ni se desvela ni se aporta nada a la película. El espectador sabía ya todo, mucho antes que el protagonista. Y la transformación de la tribu indígena a un caracter más eticamente sociable, apenas se trasluce entre las ramas de su entorno vegetal.

En definitiva.
Ambientación, fotografía, e intención. Un 10.
Guión, montaje y drama. Un 2.
La media les dará el 6 con la que la he valorado.

Cuando "End of the spear" arranca, el espectador se siente confortado siguiendo la historia que se le ofrece, por ese enfoque tan naturalista y humano de sus personajes, por esa realización que parece verdaderamente comprometida con todo lo que está narrando, o por una fotografía y unos aspectos técnicos tan pulidos que abrazarían a quien quiera que fuera y le invitarían a sentarse un rato y disfrutar del film del debutante Jim Hanon, y con todo ello consigue un prólogo digno de elogio, del cual cabría destacar una presentación cuidadísima y ciertos momentos de dramatismo que llegan a calar más de lo que cabría a esperar gracias a esa crudeza a medias y esa veracidad que ofrecen la cinta.

Una vez llegado el segundo tramo de la cinta, sin embargo, todo se ve empantanado debido a varios motivos, en primer lugar, un personaje como el de Mincayani que había logrado resultar interesante en su primera parte, queda descompuesto del todo, y manipulado por unos trazos de lo más pobres que terminan por lastrar toda la faena anterior. Además, el intérprete responsable de llevar este personaje a la pantalla, hace gala de un hieratismo demasiado patente, eso cuando no saca a la palestra la típica expresión de malo malote que hemos observado ya miles de veces, y que sólo hace que restar correctitud a una actuación ya de por si no demasiado buena.

Tampoco se esfuerza Hanon por darle más energía al relato, energía que si contienen sus primeros 50 min. y que luego se pierde en pro de una narración fastidiosa, demasiado lenta y sumamente aborrecible que, por si no fuera poco, juega otras bazas sumamente execrables para ser totalmente tomada en serio, y para que, una vez finalizado el transcurso de la película, uno pueda dar crédito a esa especie de final sorpresivo/lacrimógeno. Pero no, no puede.
Aun y así, lo más triste de todo ello, es esa coletilla final donde se advierte al espectador que cierto porcentaje de las recaudaciones será empleado para cometidos no lucrativos, y no soy yo quien para cuestionar esto (que no lo hago). Lo peor del tema, es que en caso de ser cierto, menudo homenaje/tributo les ha quedado a los amigos...