Sombras de sospecha (1961)

Cuando James Stewart salió a recoger el Oscar honorífico que había sido otorgado a Gary Cooper y anunció que este tenía cáncer, todo el mundo se temió lo peor. Y así fue, un desenlace fatal muy rápido. Y como suele pasar en todo actor que se precie, su muerte coincidió con el estreno de su último trabajo: “Sombras de sospecha”, una película que no es más que otra de esas múltiples historias que se hicieron en su época imitando las películas de Hitchcock y que siempre abordan las dudas y complicadas relaciones entre marido y mujer, al poder existir un asesino en el hogar. De esto que ha sido y sigue siendo un verdadero subgénero cinematográfico se podía llenar El Escorial, pero pocas han sido las verdaderamente inolvidables. Y esta no lo es.

Deborah Kerr me resulta muy poco creíble como mujer que investigue a su marido, su aire de ricachona más bien haría que las dudas se convirtieran en complacencia y apoyo a su marido hubiera hecho lo que hubiese hecho. Los secundarios están muy lejos de poder ser una alternativa consistente tal y como el guión hubiese requerido, y desde la fotografía, el montaje e incluso los diálogos hacen que la película parezca más antigua que lo que realmente es. Michael Anderson en su línea, un director con una cámara y punto.

Así que tan sólo nos queda Gary Cooper, que no es poco y su presencia debería de valer aunque sea para verla como un homenaje. Aunque yo les recomendaría cualquiera de las 25 películas que tiene mejores que esta. A por ellas.

A mí me ha gustado y, de hecho, considero que la nota que tiene en la actualidad es bastante rácana: un 6,6… ¿De verdad? ¿Sólo eso? A ver si es que me estoy volviendo demasiado generosa…

En mi opinión estamos ante una notable película de intriga, de corte “hitchcockiano”, en la que resaltan bastantes virtudes: buena fotografía e iluminación, meritorias interpretaciones (por mucho que también sea cierto que tanto Cooper como Kerr tienen trabajos más reseñables), interesantes diálogos, banda sonora inquietante y, por ende, una cierta atmósfera elegante envolviendo al resultado final.

En la otra cara de la moneda, sucede que se torna previsible, convencional y poco original y, en consecuencia, ni el desarrollo de la trama ni su desenlace, están a la altura de la premisa inicial.

Lo dicho, yo me he quedado con una sensación más que positiva tras el visionado de la que fuera la última película de Gary Cooper, que como todos sabemos, ahora “está en los cielos”.