Syrup (2013)

No voy a negar que esta película me hizo reír en algunos momentos - sobre todo me hicieron gracia las muecas de Shiloh Fernandez y su estúpido corte de pelo, así como el nada extraordinario talento de la innegablemente sexy Amber Heard para dejársela en los callos -, así tampoco pasaré por alto la buena cantidad de datos reales con base en la semiótica, la sociología, la psicología, etc. Por momentos la película parece inspirarse para criticar solapadamente la posición de las mujeres en la sociedad y el machismo corporativo, pero de ahí en fondo, no transmite nada.
Los personajes se enredan en una trama sin pies ni cabeza, en la cual no hace falta que Kellan Lutz enmudezca porque aún así, su insípida caracterización no atrae lo más mínimo. Como gancho para el público masculino, Amber Heard parece tener intenciones de quitarse la ropa en algún momento - dice su personaje que nada es más excitante que hacer creer al hombre que la stripper va a desnudarse para él, o algo por el estilo -, pero en un final, ni su figura basta para salvar el desarrollo del filme de los abismos del ridículo. Una Brittany Snow tan gris como el traje que lleva pasa por la pantalla con más penas que glorias, para hacernos concluir inequívocamente, en cinco minutos de metraje, que Hollywood definitivamente tiene un fetiche con el sexo en salones de juntas corporativas.
Es posible que alguien esté realmente aburrido y no le quede otra que ver esta película, pero mientras haya algo más que ver, será preferible. Creo que hasta las parrafadas de la chorrada de "Spring Breakers" es mejor que esto.

Película de ritmo rápido y acelerado que pretende ser más adulta de lo que en realidad es; exposición dinámica y veloz del funcionamiento del mercado norteamericano, de la industria del merchandising y de aquellos que participan. Con buenas intenciones y un expectante comienzo, la dimensión informativa, de datos del propio guión es excesiva, te satura tan bruscamente que es prácticamente imposible secundar o continuar el compás marcado -a pesar de tus intentos de esmerada atención-; una marcada fotografía urbana para reflejar la demoledora competencia, la estresante y destructora exigencia de querer ser el número uno, de ser "el más" dentro de una élite escogida. La parte más relevante es la exhibición de la falsedad, irrealidad inventada, creación manipulada del mundo de la imagen, de la publicidad que nos bombardea y del uso descontrolado y abusivo de nuestra propia voluntad; la intrascendencia llega al no saber manejar, con gran habilidad por parte de Aram Rapapport, la medio comedia que tiene entre las manos pues desemboca en trivialidades y travesías secundarias muy comerciales y previsibles. Intentas, con gran entusiasmo y fervor, seguir la armonía de la historia, la veloz actividad del argumento y de los propios protagonistas -jugando a ser el mejor payaso dentro del circo- pero todo te atrapa con gran demora y tardanza, el gran espectáculo creado se va deshaciendo como castillo de naipes sin asiento estable; nunca llegas a sentir la adrenalina, la tensión ni la supuesta angustia que refleja dicho mundo. Como un niño que no puede acompañar a su compañero de travesía, más pronto que tarde pierdes la forzada conexión -nunca adquirida del todo- y admites que únicamente satisface a medias; ni el cuadro deseado ni la estampa anhelada es lo que acaba percibiendo el espectador!

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