Mi camino de sueños (1991)

Acompaña el realismo con referencias e imágenes simbólicas, como las de los salmones que remontan el río contra corriente, metáfora de la vida de los protagonistas y de la libertad, o el conejo de peluche de Mike, símbolo de su inocencia. Añade algunas escenas surrealistas, como la de los modelos de las portadas de revistas que cobran vida y se dirigen al espectador. Contribuyen a crear sensaciones de que el relato se refiere más a un sueño de Mike que a una experiencia real. La ambigüedad queda planteada con fuerza suficiente para que la duda anide en el ánimo del espectador y le obligue a pensar.

El estilo es realista y documentalista, con toques surrealistas de contraste. El guión inicial, escrito en 1970, sumaba dos relatos diferentes, el de Mike y el de Scott, que luego el realizador y guionista funde en uno solo. La presencia de dos planteamientos diferentes (uno clasicista y el otro mezcla de realismo y ensoñación) se advierte en el desarrollo de la obra, sin que perjudique su unidad básica. El tono descarnado se combina con trazos líricos y poéticos. El film se plantea a la manera de un “road movie”, un viaje de Oregón a Europa en busca de la madre de Mike.

Entre los temas que propone el film cabe destacar la soledad, el abandono, el desamparo y la desolación. Trata, además, de la familia, del papel fundamental que corresponde a la madre en el cuidado de los hijos y de la amistad, el amor y el sexo. Reivindica el respeto que merecen las personas marginadas por la sociedad. Exalta el amor verdadero y equipara el homosexual y el heterosexual. Explica el drama de los menores abandonados y los traumas que les afectan. Glosa el valor de la aventura. Son escenas memorables la declaración de amor de Mike a Scott, el homenaje a Shakespeare a cargo de Scott en el papel de Hal, la visita a Richard (Russo), hermano mayor de Mike, el encuentro de Scott y Camilla (Caselli) y la escena de sexo entre ambos, etc. El título original, “My Own Private Idaho”, está tomado de una canción del grupo B-52.

La banda sonora, de Bill Stafford, aporta una acertada ambientación musical, que subraya la desolación y el abandono. Añade canciones del momento, como “Cherish” (Madonna) y “Blue Eyes” (Elton John) y canciones tradicionales (“When the Saints Go Marchin’ in”). La fotografía, de Eric Alan Edwards (“Todo por un sueño”, Van Sant, 1995) y John Campbell (“Mala noche”, Van Sant, 1985), en color (alphacine), transforma las escenas de sexo en collages de imágenes congeladas. Asocia la noche con los colores cálidos (rojos y naranjas) y las sombras densas, que hablan de dolor y desgarro. Las imágenes son portadoras de valores semidocumentales.


Bibliografía

- Steven Jay SCHNEIDER, “Mi Idaho Privado”, ‘1.001 películas que hay que ver antes de morir’, Grijalbo ed., pág. 806-807, Barcelona 2006 (5ª edición).

- Jake EUKER, “My Own Private Idaho”, Filmcritic.com, 2004.