Tara Road (2005)

Es la pregunta que ha dado lugar a muchas de las películas más interesantes. En este caso no sé a quién se le ocurrió preguntarse ¿qué pasaría si dos mujeres en proceso de reconstrucción tras una traumática experiencia deciden intercambiar sus casas, sus vidas, distantes a miles de kilómetros? Pues pasaría que como el punto de partida es tan descabellado, el resto de la película se convierte en un revoltillo de escenas sin mucho sentido a la espera del final feliz. Gilles MacKinnon tendría que saber que rara vez funciona eso de dar una bofetada al espectador desde el primer minuto porque para comprender lo que sufre un personaje tendríamos que conocerlo por lo menos un poco. A partir de ahí todo es acartonado, forzadísimo, imposible de tomar en serio. Y lo peor es que cuando empiezas a tomarte esta peli en broma sobran los argumentos: esa química imposible entre Stephen Rea y Andie MacDowel, esas irrisorias piruetas sentimentales del personaje de Iain Glen, ese retrato de Irlanda tan simplificado (la tierra donde a la gente le da por cantar)... Curiosamente el director transmite una imagen más fideligna a los cánones de Estados Unidos, pese a que las imágenes yankis las rodara, en el colmo del absurdo, en tierras surafricanas.
Tara Road es un error. Un error necesario, del que se puede aprender. Incluso, poniendo voluntad, se puede encontrar algún momento de risotada y un sólo diálogo medianamente lúcido:

Mujer americana que pierde un hijo en un accidente de moto cambia la casa con mujer irlandesa abandonada por el marido (se va con otra más joven).
El comienzo es bueno y trepidante. Cambio de personajes y de escenarios. Nuevas vidas por un tiempo.
Después de este prometedor inicio nos cae una avalancha de grandes éxitos políticamente correctos (amigos americanos: gays, una negra y una chabacana desprejuiciada; amigos irlandeses: cotillas y hospitalarios), lugares comunes melodramáticos (infidelidades, hijas adolescentes enfadadas e insufribles, niños encantadores...) y, como no, aparecen dos maravillosos maromos para que nuestras heroínas coqueteen y se den cuenta de lo deseables y estupendas que son.
En este maremágnum abigarrado de situaciones trazadas a brochazos groseros, que huye de la sutileza y la elipsis como si fueran el diablo, tenemos, también, viajes de vuelta de los maridos, quiebras de empresas, amas de casa convertidas en cocineras maravillosas..., un no parar (no hay ni un miserable segundo de descanso) sensiblero a ratos y humorístico a veces.
Relato con demasiado de todo, atiborrado de obviedades, que se pretende un canto, una reivindicación de la mujer cuarentona de clase media alta, en la línea de "Mujeres desesperadas", y que bajo la apariencia de la transgresión se esconde el conservadurismo más ramplón, chato y temeroso.
Película muy entretenida, tan fácil de ver como de olvidar, en la que destaca Olivia Williams y en la que nos cansamos de ver a Andie MacDowell poniendo caritas.