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La puerta del infierno (1952)

La puerta del infierno
87 min.
6,0
81
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Sinopsis
Un hombre es erróneamente condenado a una prisión en donde impera una disciplina atroz. (FILMAFFINITY)
Género
Western Drama Drama carcelario
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Hellgate
Duración
87 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
"Memoria histórica".
Las secuelas que deja una guerra civil son siempre profundas. Hace más de sesenta años que terminó la de España y seguimos haciendo "memoria" sin terminar de pasar página.
No es por tanto extraño que recién concluida la americana (1867), el veterinario Gilman S. Hanley (Hayden) tenga problemas para ejercer su profesión como civil en el territorio de Kansas. Sus convecinos no olvidan su militancia "rebelde" sureña.
Era de gran importancia el veterinario en el arma de Caballería, casi tanta como la del médico o el cirujano. Gil no debía ser malo, pues incluso atiende ahora dolencias de personas que no pueden acudir a la consulta del Dr. Jennings en la ciudad. Uno de ellos es un malvado soldado sudista que se dedica al pillaje y al robo. Herido, acude a la clínica de Gil que lo atiende sin cobrarle nada a cambio.
Los soldados yanquis que andan en su persecución acusan al veterinario de ayudar a un antiguo camarada, lo someten a un riguroso consejo de guerra que lo considera culpable y lo condena a trabajos forzados en la prisión militar de Hellgate, que da nombre a la cinta en su versión original. En el veredicto pesa mucho su consideración de "rebelde". Otra vez la "memoria histórica".
Una pequeña esperanza se abre cuando apresan al culpable y esperan que reconozca la inocencia de Gil. Todo el vano. Con un pie en el cadalso, el malvado se niega a ello.
Atrás quedan las escenas judiciales para entrar en el drama carcelario que se desarrolla en una especie de Alcatraz subterráneo, solo que en vez del océano la prisión está rodeada por un desierto inmenso. Tanto que el único agua que allí puede beberse llega semanalmente en un carro cargado de cubas.
Magnífica la recreación del ambiente carcelario con los soplones y los líderes, los motines, el intento de "Fuga de Alcatraz" y las consiguientes represalias en el "horno". Pero sobre todo la dureza del director Tod Voorhees (Bond) que tiene muy presente el pasado "rebelde" de su recluso. Ni olvido ni perdón.
Los conocimientos sanitarios del veterinario le sirven para pronosticar enseguida la fobia a los ruidos violentos que padece un ex artillero, la herida interna de otro recluso que sangra por la nariz y la boca. Pero también para ayudar al médico de la prisión, el Dr. Pelham (Bradford), en la epidemia de fiebre tifoidea que se desencadena en el penal. En el dispensario de campaña yace un tercio de los funcionarios y numerosos reclusos están contagiados en las cárceles. Lo peor es que ha tenido que verter el agua contaminada de las cubas y no queda nada para bebida. "Se puede aguantar tres semanas sin comida, pero solo tres días sin agua".
El médico actúa aquí con muy buen criterio, pues la fiebre tifoidea es una enfermedad infecciosa producida por la "Salmonella enterica", cuyo reservorio está en el hombre y se contagia por vía oral o fecal a través de los alimentos contaminados con deyecciones, sobre todo por el agua.
Fracasan cuantos intentos se hacen para traerla de la ciudad próxima. Conocedores de la epidemia del penal la han cerrado con barricadas y reciben a tiros a quienes pretenden entrar. Será precisamente Gil quien explique la necesidad de aislar ("perimetrar" se dice ahora) el foco de la infección en el lugar donde se inició y evitar de esta forma la propagación de la fiebre tifoidea.
Una buena idea y una excelente cinta con un guion muy bien montado que aborda las venganzas y represalias que siguen a todo conflicto civil en los primeros momentos, los inevitables fallos de la justicia humana o la rutinaria aplicación de las leyes militares. Lo mismo podemos decir de la dirección que mantiene en todo momento la tensión dramática y el interés del espectador. Personalidades muy bien trazadas donde contrasta la generosidad de Gil con la mezquindad de su paciente, o la dureza del Mayor que luego se convierte en gratitud. Lo mismo podemos decir de la ambientación y de las interpretaciones con un sobresaliente para Bond.
En resumen, otro grandísimo y desconocido western (veterinario) de los años 50 que recomendamos.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
LAS CICATRICES QUE LA GUERRA CIVIL DEJÓ EN EL ALMA NORTEAMERICANA
La principal característica de los films llamados de serie B es, indiscutiblemente, la cortedad de su presupuesto. Esta circunstancia supone, en bastantes ocasiones, un interesante estímulo a la imaginación y a las dotes artísticas de los realizadores, quienes intentan, mediante imágenes, diálogos y, especialmente, un guión lo más absorbente posible, captar, podríamos decir secuestrar, la atención y el interés del espectador. Hellgate, de Charles Marquis Warren, además de ejemplificar esta afirmación cuenta con la participación de notables actores como Sterling Hayden quien en 1950 había rodado a las órdenes de John Huston, La jungla del asfalto, en uno de los principales papeles, James Arness, muy buen secundario (El gran Jim McLaine, Gunsmoke - serie de TV), y uno de mis actores de cabecera, habitual con John Ford (sublime encabezando el baile en Ford Apache junto a Henry Fonda) como es Ward Bond. Desconozco el presupuesto total y su distribución, pero para ser un "low-budget affair" está ciertamente muy aprovechado.

Encuadrable a la vez en el western y en el cine carcelario, Hellgate (originalmente "Hellgate Prision") es una muy interesante muestra de cine psicológico donde, disfrazada de error judicial, se analizan las cicatrices que la Guerra Civil norteamericana dejó en las profundidades del alma tanto en los Estados del Norte como en los del Sur. Gilman Hanley (Sterling Hayden) un veterinario sudista incorporado, recién acabada la contienda, a la nueva normalidad impuesta por el norte, es acusado de colaborar y favorecer a las bandas de insurgentes sudistas que recorren Kansas. La curación de un rebelde herido y la casual pérdida de unas alforjas de dinero robado son argumentos para su juicio y posterior condena así como para su ingreso en una inhóspita (más de lo acostumbrado) prisión en medio de un desierto supuestamente próximo a la frontera mejicana, en condiciones de vida inhumanas, donde el sol abrasa las fosas de castigo, donde el agua (escasísima) debe transportarse en barriles desde las localidades más cercanas, donde el trabajo penitenciario es duro, cruel y sin rédito alguno para nadie. Donde los guardias vigilan y se ensañan, y donde los indios pimas acaban con los que llegan a la osadía de intentar fugarse de los pétreos calabozos excavados en la roca. Todo ello dirigido por el sádico teniente Tod Voorhees (Ward Bond) al que la palabra rebelde le revuelve las tripas evocándole las impías muertes de mujeres y niños a manos de las fuerzas del sur.

Este es el ambiente para un hombre cuyo único delito fue socorrer a otro hombre maltrecho. Mientras su mujer (Joan Leslie) gestiona en Washington la revisión de su condena, él comparte celda con otros presos que sedientos y perpetuamente castigados parecen agonizar en un infierno pétreo subterráneo al que se accede por una puerta de puntiagudas estacas excavada entre los pedregales del desierto. Y en ese ambiente no sólo se dirime la lucha entre la vida y la muerte sino entre la resistencia y el hundimiento, entre la integridad que dan los valores personales y el vencimiento ante la fatalidad. Más allá de unos acontecimientos previsibles desde el principio, es en esta psicológica lucha interna de un hombre que trata de mantenerse íntegro en las circunstancias más contrarias, donde, a mi juicio, encuentra este film de Marquis Warren su verdadero sentido. La reparación (siempre parcial) del agravio cometido es un hecho conocido desde el minuto uno por los espectadores, ahora bien, el cómo y de qué manera, se va desgranando minuto a minuto entre heroicidades de unos y remordimientos de otros.

Excelente el entorno elegido para ubicar el presidio natural, en las proximidades de Los Ángeles, en un curioso enclave conocido como Browson Canyon, un paraje donde a principios del siglo XX se extraía piedra para la construcción. Cerrada la explotación en los años 20 se ha venido utilizando en producciones cinematográficas (p.e. Duelo en la Alta Sierra) y televisivas (Batman, Bonanza). Excelente como siempre Ward Bond e incluso Sterling Hayden cuyo rostro siempre me pareció un tanto hierático y demasiado imperturbable, cumple bien lo que le exige el papel.

Resumiendo, un film con los alicientes suficientes para visionarlo y que, en ningún caso defrauda. Los recortes presupuestarios no afectaron a su calidad y hoy, setenta años después, sigue siendo una oferta cinematográfica de interés.
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3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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