El genio se divierte (1951)

La vejez es mucho más que un problema de edad, es por sobre todo, un estado de la mente. Se está viejo cuando no se vive aquí y ahora, cuando hemos enterrado para siempre cualquier aspiración o proyecto de vida, y cuando comenzamos a ver nuestra existencia como algo que debería ya apagarse para siempre. Vivir es mucho más que respirar, comer y dormir la siesta. Limitarse a esto es simplemente vegetar. Para sentirse vivo se necesita entusiasmo, voluntad, participación, espíritu de servicio y un afán perenne de conocimiento. Estar vivo es aspirar cada día a dar otro paso hacia la verdad, hacia la luz, hacia el autoconocimiento. Y especialmente, sentir que se ama y que se da lo mejor a cada ser humano que el universo pone en nuestro camino, es lo que se llama tener vida y conservar el alma en la más plena juventud.

Lynn Belvedere está trabajando por la vida. Convertido en escritor y conferencista de gran acogida (aunque ya no firma autógrafos porque, la última vez, lo hicieron firmar un cheque en blanco), su tema actual es “Cómo ser joven a los 80”. Pero de pronto, un hombre común le ha hecho la pregunta de rigor: ¿Si hay alguien que ponga en práctica lo que usted enseña? Para Mr. Belvedere esta fue una dolorosa sacudida porque, entre el decir y el hacer hay un amplio trecho que no suele recorrerse, y entonces, decide comprobar que lo que predica es un hecho, y para lograrlo tira por la borda sus siguientes compromisos y se dispone a ingeniarse como entrar en un ancianato conocido como La iglesia de Juan, donde los adultos mayores viven en una desvencijada casona, asistidos en sus necesidades básicas por un sacerdote y una enfermera que ven, cada día, como se deterioran más y más aquellos ancianos.

Para Belvedere -quien se hará llamar Oliver T. Erwenter- esta es una ocasión de oro, y sirviéndose de su genio y de su infinita recursividad, comenzará a llevar esperanza, renovación y rejuvenecimiento a aquel grupo de seres que solo estaban viendo un gran cúmulo de nubes grises. Pero ¿podrá lograrlo sin tener recursos materiales y a riesgo de ser tomado por un farsante?

Con un esmerado guión de Ranald MacDougall, el director Henry Koster es el encargado de realizar la última película de la trilogía dedicada al genio transformador de Mr. Belvedere, y el resultado es digno de ser acogido con el mayor entusiasmo porque, sociológicamente es de una validez irrefutable, y como comedia, tiene encanto, ternura y creatividad a borbotones.

Y Clifton Webb, con este personaje, ya tiene asegurado un buen lugar en la historia.