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Manos que empujan (1992)

Manos que empujan
105 min.
6,5
318
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Tráiler (inglés y chino con subtítulos en inglés)
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Sinopsis
Un anciano maestro de Tai Chi, ya retirado, viaja desde Taiwan hasta América para vivir con su hijo y su esposa americana. Pero la actitud de su nuera y las diferencias culturales dificultarán la convivencia. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Vejez / Madurez Artes marciales
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Taiwán Taiwán
Título original:
Tui Shou (Pushing Hands)
Duración
105 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
La grulla blanca extiende sus alas
Primera película del realizador Ang Lee, cuyos éxitos cosechados en las últimas décadas completan una lista con títulos que no escapan al conocimiento de muchos: “Sentido y sensibilidad” (1995), la oscarizada “Tigre y dragón” (2000) y la también multipremiada “Brokeback Mountain” (2005) son algunas de las obras más reconocidas del realizador taiwanés. Por la última citada se hizo con el Oscar al mejor director. En “Manos que empujan” completa una película armónica, bella, inspiradora, inteligente, real y llena de mensaje. Ninguna palabra del guión escrito por el propio realizador en compañía de su inseparable colaborador James Schamus es pronunciada en vano. Todo tiene su porqué e incluso, a veces nada, es el porqué. Con indiferencia del nivel de aprecio que le podamos tener a las artes marciales y más concretamente al elegante Tai Chi Chuan, o sin ser incluso partícipes de un estilo de vida que suscriba las enseñanzas del budismo Zen, podemos llegar a sentirnos identificados con lo que desde este conjunto se consigue transmitir, puesto que su mensaje es universal y la lógica en la que está bañado puede abrirse camino entre los corazones de todo el mundo. Se denuncia el egoísmo, la vanidad, el ego, la ira, la insolidaridad y la soledad a la que se obliga permanecer a muchas personas. Se ofrece a cambio un canto a la paz interior, la felicidad, la amistad, lo inmaterial y lo auténtico.

Una flor puede ser más importante que el más caro de los vehículos, y una gota de lluvia que cae sobre el cuerpo, el mayor de los reconocimientos. Cualquier sesión de meditación o movimiento en la práctica del Tai Chi Chuan puede hacer mucho bien en nuestra vida y en la de los que nos rodean. Para guiar la fabulosa historia narrada por Lee, el argumento presenta al Sr. Chu (Sihung Lung), un otrora maestro de Tai Chi que, tras haberse retirado de la profesión, viaja a Norteamérica para vivir bajo el mismo techo que su hijo Alex (Bo Z. Wang), la esposa de éste, Martha (Deb Snyder) y el niño que ambos tienen en común. Mientras Alex siempre ha mantenido la máxima de que los padres merecen ser tratados como ellos trataron a sus hijos cuando eran pequeños, Martha sólo da muestras de incomodidad ante el simpático anciano: no le gusta que desplace muebles del salón para tener espacio con el que realizar la práctica del Tai Chi, le molesta que vea la televisión, que fume mientras mira a las estrellas o medite silenciosamente en su habitación. Parece incluso envidiar que el maestro pueda hincharse a comer gigantescas proporciones de carne y verdura sin engordar un gramo, pues ella debe darse palizas a correr y aplicarse tormentosas y pobres dietas de lechugas y galletas nutritivas. Pero el mayor obstáculo que emerge entre ambos es el de la incomunicación, pues ninguno habla el idioma del otro (el anciano es taiwanés y ella norteamericana).

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
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12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Una muestra de excelente oficio.
La tercera película del hoy reputado Ang Lee, un film superior a otros más valorados de su filmografía, cuyo valor se acrecienta dado el desconocimiento que de él se tiene por parte del cinéfilo. Tiene puntos de contacto con su posterior "El banquete de boda" pues una de las ideas matrices de la película radica en el choque de culturas (la prisa americana/el sosiego oriental), aquí servido por un anciano taiwanés que no se adapta al modo de vida americano, tras abandonar su país para ir a vivir con su hijo, nieto y una nuera con la que resulta imposible entenderse.
Junto a este tema, excelentemente tratado, también se incide de forma no menos brillante en la dificultad de las relaciones humanas o en el amargo paso del tiempo, que hacen de hombres aún plenamente servibles como este anciano taiwanés, pletórico de fuerza física (es un maestro del "pushing hands", de ahí el título de la película) y mental pese a ocasionales lagunas, un ser llevado al vertedero de los inservibles, al terreno de los olvidables. Toda una muestra de oficio cinematográfico con una excelente interpretación.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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