Pierna creciente, falda menguante (1970)

Dos historias protagonizadas por los mismos personajes y separadas por unos diez años.

La primera ocurre durante la primera guerra mundial en un veraneo de San Sebastián, donde la mujer que intenta salir adelante solo puede aspirar a ser cupletista y "mantenida" de algún hombre con tanto dinero como doble moral.

La segunda en los años veinte donde un nuevo tipo de mujer aparece, reclamando su derecho a estudiar y trabajar en igualdad, pero que no lo va a tener fácil.

Película divertida y con bastante más sustancia de la que pueda parecer al principio, en la que se nota (y mucho) la colaboración de Mingote.

Desgraciadamente al humor inteligente y la crítica fina, se unen otros trazos de humor mucho más grueso. Además la inclusión de cuatro cuplés completos, pueda desanimar a muchos espectadores.

Impagables los momentos del lenguaje de abanicos, las coristas poco atractivas y desacompasadas que vuelven locos a los hombres, la prepración del duelo y frases como "Yo a mi mujer no el he visto las piernas en la vida, una mujer decente, a veces creo que no tiene piernas".

La vuelta del admirado Fernando Fernán Gómez a Ágata Films, productora que tuvo con él sus primeros triunfos gracias a las refinadas comedias que interpretó junto a Analía Gadé. Se muestra eficaz como era habitual en él junto a otra gran estrella como es la finísima Laura Valenzuela. También brillan bastante en sus respectivas creaciones Isabel Garcés y Manuel Gil mientras que resulta demasiado breve la participación de Lola Gaos, una de las grandes actrices españolas cuya presencia sabe a poco en el film. Es cierto que la parte de comedia no está a la misma altura que la parte musical dado que el guión no pone trabas a las situaciones insustanciales pero la reunión de estrellas del cine español que propone consigue que el film sea más o menos llevadero aunque resulte insípido en algunos momentos. Casi todos los intérpretes se mueven con gracia y encanto destacando la escena en la que Isabel Garcés lamenta la muerte del mítico Rodolfo Valentino. La cinta está bien ambientada y los números musicales tienen bastante gracia dentro de la irregularidad del resultado alcanzado ya que teniendo defectos en el film también asoman unas virtudes estéticas que el cine español pronto iba ya a perder. La película sigue la línea decorosa que desde un principio fue trazada por Ágata films como norma en la confección de sus productos.