- Sinopsis
- Drama sobre el adulterio con guión de Bergman y realizado por Ullmann para la televisión sueca, pero estrenado en cines. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1996 / Suecia
- Título original:
- Enskilda samtal (Private Confessions)
- Duración
- 131 min.
- Guion
- Música
Premios
"Obra de estructura poliédrica y de enorme riqueza dramática, muy superior al académico y sobrevalorado filme (Las mejores intenciones) de August"
Carlos F. Heredero
[Cinemanía]
Liv Ullmann dirige un drama bergmaniano
28 de enero de 2008
Dirigida por Liv Ullmann, con guión del propio Ingmar Bergman, es la historia de un adulterio, al parecer con muchos elementos autobiográficos, entre la esposa de un sacerdote protestante y un seminarista. El film posee un espíritu tan bergmaniano que, si no supièramos quien lo dirige, creeríamos que estamos ante el propio Bergman, pues en él están todas sus obsesiones: la constante introspección, el autoanálisis, el sentido de culpa, las dudas morales... El argumento es sencillo, manido quizá, pero tratado con gran hondura dramática, tiene un ritmo pausado, a lo que contribuye la cámara, casi estática, y a que las secuencias son pocas y largas, donde no suele haber, a la vez, más de dos personajes: Anna Bergman, la esposa adúltera y el marido, los dos amantes, Anna y su viejo tío, el clérigo. La interpretación es buena por parte de los escasos actores y diría que excelente por parte de la protagonista, Pernilla August y de Max von Sydow. Sin olvidar el magistral trabajo de fotografía del habitual colaborador de Bergman, Sven Nykvist. La he visto tres veces y aunque te sabes el argumento, no te importa: la puesta en escena, los cuidadosos encuadres, dan como resultado un film de una gran belleza formal, hipnótica, casi mágica.
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27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida es un viaje sin retorno
15 de junio de 2010
La inconfundible mano de Bergman moldeó durante más de medio siglo figuras muy vivas, dolorosas, pulsantes e inescrutables en ese material intangible que eran sus películas, tanto las dirigidas por él, como aquellas en las que intervino como guionista.
Con Bille August en 1991 dio comienzo a la andadura de Anna Akerblom y Henrik Bergman en “Las mejores intenciones”, una profunda historia de amor con acusados ingredientes autobiográficos y autorreferenciales del gran maestro sueco del cine. Se relataba con minuciosa, tierna y compleja maestría el difícil noviazgo y matrimonio de Anna y Henrik, ella procedente de una familia de la alta sociedad, y él estudiante de teología y posteriormente pastor luterano destinado a parroquias. La aventura del romance naciente, la consolidación, la lucha contra las barreras, la convivencia, los hijos… El trabajoso y precioso viaje sin retorno de la relación entre dos personas que aprendían día a día a amarse y aceptarse. No siempre tenían éxito. A veces deseaban mandarlo todo al cuerno. Había etapas en las que se sentían tan distantes que parecía imposible regresar. Pero ahí estaban. Regresaban.
En la alegría y en el dolor.
Y ahora ya llevan doce años casados. El vacío que asalta sin poder evitarlo y sin llamar se ha adueñado nuevamente de su vacilante amor. Anna ha buscado refugio secreto en los brazos de un amante más joven que ella. La angustia la devora y se sincera con su mentor espiritual y confesor de toda la vida, el tío Jakob. Ese será el primero de una serie de encuentros que no siguen un orden cronológico, descubriendo diferentes momentos de crisis en la vida de Anna. Crisis de soledad, de fe, matrimonial, romántica y ante la cercanía de la Parca, la Dama de Negro. Puntos de inflexión en los que la fuerte y delicada muchacha y mujer ha afrontado la maravillosa y angustiosa tarea de vivir y continuar, de hacer frente a lo que se pierde y a lo que se gana. Nadie le enseñó a recoger los añicos y recomponer el corazón averiado. Pero ella aprendió.
Y ahora (¿o fue hace mucho tiempo, o será mañana?), en la mediana edad, ella aprende todavía. Y su afectuoso padre espiritual volverá a arroparla una vez más, una última vez, asegurándose de que su Anna no ha dejado de ser fuerte, de que podrá marcharse en paz para velarla desde donde quiera que se encuentre tras ese otro viaje sin retorno, el de la muerte.
Con Bille August en 1991 dio comienzo a la andadura de Anna Akerblom y Henrik Bergman en “Las mejores intenciones”, una profunda historia de amor con acusados ingredientes autobiográficos y autorreferenciales del gran maestro sueco del cine. Se relataba con minuciosa, tierna y compleja maestría el difícil noviazgo y matrimonio de Anna y Henrik, ella procedente de una familia de la alta sociedad, y él estudiante de teología y posteriormente pastor luterano destinado a parroquias. La aventura del romance naciente, la consolidación, la lucha contra las barreras, la convivencia, los hijos… El trabajoso y precioso viaje sin retorno de la relación entre dos personas que aprendían día a día a amarse y aceptarse. No siempre tenían éxito. A veces deseaban mandarlo todo al cuerno. Había etapas en las que se sentían tan distantes que parecía imposible regresar. Pero ahí estaban. Regresaban.
En la alegría y en el dolor.
Y ahora ya llevan doce años casados. El vacío que asalta sin poder evitarlo y sin llamar se ha adueñado nuevamente de su vacilante amor. Anna ha buscado refugio secreto en los brazos de un amante más joven que ella. La angustia la devora y se sincera con su mentor espiritual y confesor de toda la vida, el tío Jakob. Ese será el primero de una serie de encuentros que no siguen un orden cronológico, descubriendo diferentes momentos de crisis en la vida de Anna. Crisis de soledad, de fe, matrimonial, romántica y ante la cercanía de la Parca, la Dama de Negro. Puntos de inflexión en los que la fuerte y delicada muchacha y mujer ha afrontado la maravillosa y angustiosa tarea de vivir y continuar, de hacer frente a lo que se pierde y a lo que se gana. Nadie le enseñó a recoger los añicos y recomponer el corazón averiado. Pero ella aprendió.
Y ahora (¿o fue hace mucho tiempo, o será mañana?), en la mediana edad, ella aprende todavía. Y su afectuoso padre espiritual volverá a arroparla una vez más, una última vez, asegurándose de que su Anna no ha dejado de ser fuerte, de que podrá marcharse en paz para velarla desde donde quiera que se encuentre tras ese otro viaje sin retorno, el de la muerte.
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