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Las alas del deseo (1987)

Las alas del deseo
128 min.
7,3
15.529
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Sinopsis
Dos ángeles sobrevuelan Berlín, ciudad dividida por el "muro de la vergüenza". Sólo son visibles para los niños y los hombres de corazón puro. Testigos impotentes que no pueden cambiar el curso de los acontecimientos, sienten una gran compasión por los seres humanos. Uno de ellos, decidido a conocer los sentimientos de los mortales, se enamora de una joven trapecista... (FILMAFFINITY)
Género
Drama Fantástico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Alemania del Oeste (RFA) Alemania del Oeste (RFA)
Título original:
Der Himmel über Berlin (Wings of Desire)
Duración
128 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Alemania del Oeste (RFA)-Francia;
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Premios
1987: Festival de Cannes: Mejor director
1987: Premios César: Nominada a Mejor película extranjera
1987: 2 Premios del cine Alemán: Mejor película y fotografía
1988: Premios del Cine Europeo: Mejor director
1988: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor fotografía. 2 nominaciones
8
La mirada cenital
La cinta contiene numerosas maravillas:

- Las tomas en picado, casi cenitales.
- El movimiento mágico de la cámara en la biblioteca, atestada de ángeles custodios.
- La presencia sobrecogedora de los espíritus celestes.
- El anciano contador de historias, Tusitala.
- La sonrisa de Bruno Ganz.

Y una de esas frases que perduran para siempre en la memoria: "Mirar desde arriba no es mirar. Hay que mirar a la altura de otros ojos."

Poco importan los pensamientos, excesivamente transcendentes y nada cotidianos, pasados por el filtro metafísico-espiritual de los ángeles escuchadores. El alma no se asoma a las palabras: es ese blanco y negro fascinante, es el tedio y la niebla.

Cada vez que pienso en suicidarme, creo sentir la mano de Damiel sobre mi hombro.
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116 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
HA BAJADO UN ÁNGEL
1) El parpadeo de un iris, un aleteo blanco, una sucesión de panorámicas y picados a vista de pájaro: los ángeles Cassiel y Damiel se llegan desde la Eternidad al gris cielo sobre un Berlín aún tajado por el Muro; un Berlín que bajo su mirada serena aparece con densos claroscuros y cosmopolitas geometrías expresionistas, neorrealistas montañas de escombros y descampados con circo ambulante.

2) Cassiel y Damiel escuchan el rumor bullicioso del mundo, flotan leves entre la muchedumbre que llena calles, autobuses, metro, torres de pisos. Mortales envueltos en el aura verbal de sus pensamientos, nubes de palabras de toda textura, un enjambre de microficciones urdido con bella escritura por Handke a partir de versificaciones de Rilke sobre la infancia (“Cuando el niño era niño quería que el arroyo fuera río, que el río fuera torrente y que este charco fuera el mar”), que regresan durante un periplo contemplador ejercido con mirada custodia y, sobre todo, oído compasivo.

(“Cuando el niño era niño no sabía que era niño, para él todo era divertido y las almas eran una”.)

En la Biblioteca se arraciman los ángeles, tutelando la lectura y la escritura humanas. El viejísimo ángel narrador mantiene vivos los mitos, hace que a través de su aliento fatigado el relato de la humanidad jamás cese.
Al descubrir en el circo a Marion, la trapecista que lucha contra la gravedad y apunta al cielo, Damiel siente nostalgia de la encarnación; del mundo humano coloreado, hecho de sensaciones, dolor y felicidad: un mundo con peso y sangre, donde refundar el amor, reeditar el del hombre y la mujer primeros.

(“Cuando el niño era niño se preguntaba: ¿Por qué yo soy yo y no tú?, ¿por qué estoy aquí y no allí?”.)

Otro ángel veterano, Peter Falk, renunció a sus alas para disfrutar pequeños placeres terrenales: fumar, beber café, frotarse las manos en invierno, dibujar a los humanos, dirigir películas sobre su negra Historia: sus holocaustos y destrucciones orgiásticas.

Contando ese rodaje (que inserta imágenes documentales de la guerra y el Berlín arrasado), Wenders encara su raíz alemana tras años inmerso en la cultura popular USA.

3) Un problema inherente a esta estética de roce y sobrevuelo: la mera suma de historias, sin pasar a multiplicar y potenciar, no alcanza a constituir el núcleo fuerte que necesita un relato, por mucho que se elimine la jerarquía figura-fondo.

4) Una escena maravillosa: sentados en un descapotable en venta, ambos ángeles repasan observaciones anotadas en sus cuadernos, los instantes humanos de fugaz iluminación, suspendido en destello el correr del tiempo, como en los haikus visuales de Ozu: la estela blanca de un avión desde un atasco, la foto perdida que aparece en un forro, el nacimiento del pelo en la nuca de la mujer que duerme a lado…

5) Wenders y Handke describen con bello artificio cómo los espíritus custodios nos rozan para rescatarnos del desánimo y la desesperación.

Ojalá, Wenders. Ojalá, Handke.

(7,5)
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73 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
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