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Nuestros años felices (1973)

Nuestros años felices
118 min.
6,8
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Sinopsis
Hubbell Gardiner (Redford) y Katie Morowsy (Streisand) son dos estudiantes universitarios con caracteres muy diferentes. Hubbell es un atleta universitario famoso, un gran conquistador y un amante de la buena vida. Katie tiene una decidida vocación política y es consecuente con sus ideas. Ambos se enamoran y se casan, pero su vida conyugal tropieza con muchas dificultades. (FILMAFFINITY)
Género
Romance Drama Drama romántico Política II Guerra Mundial Años 30 Años 40 Radio Cine dentro del cine
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Way We Were
Duración
118 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1973: 2 Oscars: Mejor canción, banda sonora original. 6 nominaciones
1973: Globos de Oro: Mejor canción original. Nom. Mejor actriz - Drama (Streisand)
1973: National Board of Review (NBR): Una de las mejores 10 películas del año
1973: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original drama
1974: Premios BAFTA: Nominada a mejor actriz secundaria (Barbra Streisand)
7
Memory
Se fue. El cáncer acabó esta misma semana con uno de los directores más emblemáticos de Hollywood, Sydney Pollack.

‘Mr. Mainstream’, como a él mismo le gustaba definirse, siempre se caracterizó por hablar un lenguaje cinematográfico absolutamente claro y diáfano. Los espectadores y las numerosas estrellas a las que dirigió a lo largo de más de 40 años de trabajo así pueden testificarlo. Una de ellas, Robert Redford, fue uno de sus mejores amigos. Rodó siete películas a su lado y juntos fundaron el Festival de Sundance.

“Tal como éramos” no es mi película predilecta de Pollack ni de Redford, pero durante mucho tiempo fue mi peli de amor favorita. Justo hasta que el viejo Clint la desbancó con su extraordinaria “Los puentes de Madison”. Sin embargo, siempre guardaré un bonito recuerdo de “Tal como éramos”. Me importa un carajo que la tachen de edulcorada o comercial. En su momento me emocionó, y eso ya es mucho para mi.

La peli de Pollack nunca fue un romance convencional. El contraste físico e ideológico entre la pareja protagonista fue tan explosivo como eficaz y la química que se estableció entre Redford y Streisand traspasó la pantalla fulminantemente. Porque el amor es un complejísimo chispazo que siempre se produce en el momento más inesperado con la persona más imprevisible. Y como yo soy un sufridor y un romanticón empedernido me encanta ver como un hombre y una mujer luchan por salvar obstáculos, por vencer prejuicios o por enarbolar nuevas esperanzas. Y eso, al margen de su untuosidad sentimental, es lo que debe ofrecer una buena historia de amor.

El emotivo final de “Tal como éramos” (indisociablemente solapado a “Memory”, tema musical espléndidamente interpretado por la propia Barbra Streisand) me conmueve cada vez que lo veo pero jamás me convencerá. No me convencerá porque esa trillada moraleja que suele condenar a tantas parejas aparentemente opuestas es falsa. Entre dos personas enamoradas siempre debe prevalecer lo que une, no lo que separa. O debería. Aunque, claro, un triste final siempre resulta tremendamente eficaz en términos lacrimógenos. Y “Tal como éramos” no podía ser menos.
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94 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
No envejeceremos juntos
Es extraño ese tipo de amor que dura hasta la muerte, pero que no puede tener un final feliz, porque no está hecho para la convivencia.
Es doloroso amar con todas las fibras de tu ser a esa persona única, a la que miras con unos ojos con los que no mirarás a nadie más, y que esa persona sea el motor de tu corazón, y al mismo tiempo tener el pálpito de que nunca te pertenecerá, ni le pertenecerás por entero.
El pálpito de que lo vuestro es una atracción de opuestos que se buscan sin remedio, que chocan con estruendo, haciendo saltar chispas. Un mar raras veces tranquilo, con frecuencia sacudido por el oleaje de vuestras fuertes desavenencias. El fuego se aviva con furia hasta llegar a abrasar de tal forma que después sólo quedan brasas exhaustas, las cuáles otra vez se encienden y vuelven a consumirse en su propia pasión.
No es un amor hecho para envejecer en la armonía de un hogar bien avenido. Aunque sea el mayor que vayáis a experimentar, porque no podréis sentir algo semejante por ninguna otra persona.
Hay veces en que los amores más profundos no resisten la vida en común, y que en la separación son prácticamente una herida que no puede cicatrizar. Ni de una manera, ni de la otra, hallará su lugar, como esa fiera a medio domesticar que no aguanta mucho tiempo las cadenas del cautiverio, pero tampoco las de la plena libertad. Cuando está encerrada en su jaula, añora el espacio abierto. Y cuando está en espacio abierto, añora su jaula.
No sabrá donde está su sitio. Será de ambos lados y de ninguno.
Así son esos amores que nada puede extinguir, pero condenados a agonizar en la distancia.
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77 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
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