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Milano odia: la polizia non può sparare (1974)

Milano odia: la polizia non può sparare
90 min.
6,9
132
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Trailer (ITALIANO)
Sinopsis
Un delincuente de poca monta matará a quien sea para lograr sus objetivos... (FILMAFFINITY)
Género
Thriller Acción Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Milano odia: la polizia non può sparare (Almost Human)
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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9
Milian odia
Ah, Italia... Berlusconi y la mafia, el codazo de Tassotti, los piropos más degradantes y las explotaciones cinematográficas más indecentes. Sin ánimo de resultar pedante, hay una expresión muy italiana, fare finta, que explica muy bien la manera italiana de hacer las cosas: aplicado a lo que aquí nos ocupa, no es difícil entender por qué la exploit italiana no es otra cosa que simulación, burla, cuando no directamente plagio. No fueron pocos los directores que transitaron con liquidez géneros como el spaghetti western, el giallo o el poliziesco, y todos los aquí reunidos podríamos recitar sus nombres casi de memoria, como la alineación del Milán de los holandeses: Fulci, Castellari, Martino, Sollima, Di Leo, Tessari, Valerii, Lizzani... y Umberto Lenzi, hoy un venerable octogenario retirado en la Toscana que se resiste a ponerse gafas 3D para ir al cine. Y es que de todos los registas anteriormente enumerados, Lenzi será el irresponsable de llevar el poliziesco al extremo, en películas de una violencia considerable como esta que nos ocupa.

Por contextualizar, hay que enmarcar al poliziesco en un entorno político y social de confrontación absoluta, la Italia de la los 70s, los denominados "años de plomo", una década marcada por el activismo de extrema izquierda y extrema derecha (en un contexto similar, poco después, triunfará en España el llamado "cine kinki" de toretes y vaquillas). En lo cinematográfico, hablamos de un género que abreva por igual del giallo mas truculento que de la saga "Harry" de Don Siegel, y que funcionaría bastante bien en taquilla durante toda una década; ahí reside la condición de exploit del subgénero bautizado como eurocrimen: la insolente apropiación de un producto de éxito (títulos como “Serpico”, “Tarde de perros” o “Contra el imperio de la droga”) por parte de directores del viejo continente de extracción tan heterogénea como José Antonio de la Loma, Yves Boisset, Leon Klimovsky, Juan Bosch, Jacques Deray o Henri Verneuil… "Milán odia: la policía no puede disparar" ("Milano odia: la polizia no puo sparare" AKA "Almost human") es, sin duda, el mejor poliziesco nunca filmado. Cinta de culto escrita por Ernesto Gastaldi (guionista de cabecera de Sergio Martino: "Torso", "La perversa señora Wardh", "Todos los colores de la oscuridad"), la estructura del film responde a la del poliziesco clásico: un delincuente de poca monta (el sádico Giulio Sacchi, el cubano Tomas Milian), enfrentado a un policía íntegro (el comisario Grandi, el norteamericano Henry Silva). A partir de ahí se pueden imaginar lo que se nos viene encima: un secuestro chapucero, persecuciones de coches en descampados, sexo no consentido, zooms a tutiplén... y una BSO sensacional de Morricone, quien ese mismo año también le pondría soundtrack -soberbio, por cierto- a la calentorra "Spasmo".

Brillantísima la interpretación de Milian, aquí en su papel habitual de low-lifer macarra y subnormal: resulta muy creíble la arbitrariedad de sus humillaciones, la irracionalidad de su violencia, papeles -los de rata callejera sin oficio ni beneficio- que Milian siempre hacía suyos. Es quizá el retrato de la progresiva degeneración de Sacchi lo mejor de una película que demuestra que Lenzi no está tan lejos de Fulci; porque mira que ha hecho películas Lenzi, sí, pocas buenas, algunas aceptables, la mayoría execrables (si pensaban que no se podía ir más allá en esto del cinismo bis tras "La invasión de los zombies atómicos" o "La guerra del hierro” es porque no han visto "Pesadilla en la playa"), pero su incursión en el poliziesco es, como poco, notable. Te podrá gustar o no, pero la rentabilidad de los productos de Lenzi está fuera de toda duda; para Umberto, como para Enzo o Lucio, hacer cine era como despachar pan: un negocio, y un negocio bastante divertido. De hecho, un par de años después, Lenzi volvería a rodar otra película notable, "Roma a mano armada" (1976), con el malogrado Maurizio Merli y de nuevo Milian en los papeles principales. Sería poco después, bien rapiñeado el género –el formato no daba más de sí, con títulos situados en diferentes ciudades, cual franquicia: Roma, Nápoles o Turín, esta última protagonizada por Bud Spencer y ambientada por el siempre perturbador Nicola di Bari-, cuando Lenzi se haría célebre con las polémicas cintas sobre caníbales que todos conocemos.

No editada en DVD en España, "Milán odia" se puede encontrar fácilmente en formato físico a través de Amazon UK a un precio razonable (publicada por Shameless, con audio en inglés e italiano y subtítulos en inglés).
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Contra el diálogo, violencia.
Alguien dijo una vez que el Cine es el termómetro de la sociedad hablando de las explotations italianas, y razón no le faltaba. Por lo general a rebufo de géneros y películas de éxito abarcó desde el western al eurogore, creando una industria enfermísima y demencial capaz de provocar ictus en sus momentos más extremos. Auténticos artesanos del disparate del nivel de Enzo G. Castellari, Ruggero Deodato o Umberto Lenzi, ya de por sí con nombres y apellidos que son un delirio, han trascendido su condición de cineastas de modismos con oficio y gran capacidad de adaptación para, revisados ahora, resultar igual no cineastas esenciales, pero sí bastante mejores de lo que se pueda pensar en primera instancia. Bascular del spaguetti western al giallo y de este al softcore o al gore sin aburrir jamás es meritorio, máxime si entre medias se ruedan tres o cuatro poliziescos de altura y ya retirado el Juanma de Prada te emite una costra de caníbales para que diserten el Trevijano y el Jesuíta la sobremesa de un domingo, que eso es lo más grande que hemos visto en Intereconomía -y por extensión en la tv mundial- y Umberto Lenzi es el único ser humano que puede presumir de ello.

Volviendo ya al género, en un principio surgido gracias al thriller político de Elio Petri y a una famosa trilogía de Fernando Di Leo, tuvo una evolución fascinante conforme se empezó a radicalizar gracias a la influencia de la saga de Harry El Sucio y el clima social imperante con las Brigadas Rojas y la correspondiente sensación de inseguridad para los ciudadanos italianos. Los policías protagonistas de los films se tomaban la ley de su mano, y con esos bigotazos y atuendos que llevaban nunca terminaba de saberse si era más peligroso el crimen que la justicia que ellos imponían a hostia y balazo, siendo tal el descontrol que el propio guionista Dardano Saccheti tuvo que frenar el sindiós creando una autoparodia del género que lo frenase desde dentro, pues el Charles Bronson de la saga Death Wish palidecía en comparación con los métodos expeditivos de Maurizio Merli en Roma A Mano Armada.

Milano Odia es la más peculiar de todas porque se centra en el criminal, un ya experto en esto de hacer de felón Tomás Milian. Hay frenéticas persecuciones a cámara rápida en coche, intentos de secuestro bajo el efecto de anfetaminas que derivan en matanzas a lo La Última Casa A La Izquierda –uno de los films más imitados en Italia de siempre, sin ir más lejos quepa recordar la inenarrable Trampa Para Un Violador de Ruggero Deodato– y, claro está, cero diálogo para resolver conflictos: en un poliziesco jamás pasará lo mismo que en el remake de El Castigador –antihéroe que tiene que ver bastante con el género-, nada de hablar las cosas para buscar puntos de acuerdo cuando el buen dios nos concedió brazos y manos para calzar hostias a pares. Aquí prima siempre la agresión cuando no el balazo, si viene un guardia e intenta multar a Tomás por aparcar mal mientras espera a que sus compinches atraquen un banco nada de esperar que le sancionen cual apocado madrileño con lo del parquímetro, tiro a quemarropa y para adelante. Obviamente igual sucede en el campo del amor, aquí el macarreo no entiende un ”no” por respuesta travestido de ”me duele la cabeza, cucu”, por lo que las escenas de cama siempre están más cerca de lo que fue el noche a noche del Violador de Pirámides que de cualquier otra cosa. Y con ese estilo tan particular donde se fusilan encuadres del último Melville –el de los polares sofisticados con personajes de moral laxa- bastante meritorios en términos formales con zooms extremos y totalmente gratuitos. Un género que es imposible no adorar de puro cafre que es y que nos duele hoy sólo sea recordado por las fuerzas de seguridad del estado en el ejercicio de su indispensable trabajo.
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6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
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