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Yo amé a un asesino (1951)

Yo amé a un asesino
77 min.
6,7
575
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Nick Robey, un delincuente de poca monta que convive con una madre alcohólica, se ve arrastrado a cometer un atraco que sale mal. Presa del pánico, mata a un policía y se refugia en una piscina municipal, en la que conoce a Peg, una chica a la que seduce y acompaña a casa de sus padres. Sintiéndose acorralado, decide tomarlos como rehenes. (FILMAFFINITY)
Género
Cine negro Drama Crimen Home Invasion
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
He Ran All the Way
Duración
77 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
7
John Garfield, “El Boxeador”.
Su sorprendente y trágica muerte con tan sólo treinta y nueve años de edad acabó con lo que era una carrera virtuosa, fantástica. Todos le recordamos por sus dos inolvidables papeles en “El Cartero Siempre Llama Dos Veces” y en “Body and Soul”, esta última, quizás, su mejor interpretación. Actor carismático y tipo comprometido, dio vida a innumerables iconos del noir americano convirtiéndose sin duda en uno de sus referentes.

Para el que les escribe, es en sus dos últimas películas donde mejor se resumen sus credenciales. Tanto en “The Breaking Point” como en esta “He Ran All the Way” aparece el Garfield más auténtico, el más reconocible. En la primera se puso el traje, con una sobriedad y una profundidad ejemplares, de aquel marinero, Harry Morgan, que caía bajo las garras de la femme fatale Leona Charles (Patricia Neal). Mientras, en ésta que nos ocupa, da vida a la segunda clase de personaje que era capaz de bordar: el del criminal de poca monta, puesto entre la espada y la pared, y que es capaz de transmitir en cada fotograma esa mezcla de desesperanza y angustia tan necesarias en el género.

Así, y sustentado en la maravillosa actuación de Garfield, el film se destaca también como el trabajo más célebre y talentoso de su director, John Berry, otro semidesconocido más que encontró en el excelente momento del cine americano un filón para, al menos, no quedar en el olvido. La cinta tiene un comienzo clásico: un delincuente común, un atraco que sale mal, un policía que resulta muerto…a partir de aquí Nick Robey (Garfield) será acorralado y no tendrá más remedio que atrincherarse en la casa de los Dobbs, una familia media trabajadora. Será la hija, Peggy Dobbs (Shelley Winters), la que tendrá el fatal encuentro con Nick después del asalto y que terminará desembocando en la tensa situación que centrará el argumento de la película. Además, Peggy se enamorará de Nick que no dudará en mantener a la familia secuestrada hasta poder encontrar una salida. La historia de amor entre Peggy y Nick, la huída del delincuente y las tensiones entre el bandido y el cabeza de familia, Fred Dobbs (Wallace Ford), tendrán un final común y que escenificará magníficamente todos los aspectos desarrollados en una trama que por momentos recuerda a “Horas Desesperadas” de Wyler.

De obligada visita para los seguidores del actor americano, “He Ran All the Way” es una muestra más de la excelente capacidad de interpretación de John y supone el encuentro con el último trabajo del actor. Carrera la del neoyorquino cortada por la enfermedad…y por los cabrones de Comité de Actividades Antiamericanas que lo incluyeron en las listas negras por ser un tipo íntegro y honesto y no dar nombres donde otros dieron apellidos. Quizás su muerte habría que ponerla en el debe de alguien…al menos su hija lo creyó así: "A él lo mataron, fue increíble bajo el estrés que vivía, teléfonos intervenidos, seguido por el FBI. Él no había trabajado en 18 meses".
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26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Imposible condenar cuando se conocen los impulsos del alma
Una de las más comunes razones por la que se hacen tantas insignificantes películas, es porque el común de los directores aprende que clase de personal se necesita para hacer una película, saben elaborar un guión técnico, se habilitan para definir una puesta en escena y demás aspectos de orden formal… pero, la mayoría de estos muchachos, no ha vivido nada. Y cuando se carece de experiencias profundas; cuando no se ha cargado en el alma con el dolor y la amargura; cuando no se ha sentido en carne propia el agobio del fracaso; lo que es tener hambre y tener que satisfacer esta necesidad, y la de tus hijos, con cualquier cosa; cuando no se sabe lo que es sentir que casi todo el mundo se aleje o te cierre las puertas… no es posible comprender a cabalidad lo que otros han sentido, pues no se conoce el mango hasta que has comido algunos y tampoco se entiende el corazón hasta que, por éste, han palpitado los más tristes y los más sublimes sentimientos.

¡Qué gran ligereza dejar de lado una película por el simple hecho de que fue realizada en blanco y negro, con escaso presupuesto y sin despliegues técnicos de ningún orden! Quienes solo buscan escapismo de una realidad, para ellos insípida o compleja, quizás “valga” el buscar alardes técnicos, fantasías y todo lo que pueda alejarles del planeta tierra para que no se suiciden. Pero, para seres con Valor, que buscan comprender para poder crear; que saben que todo lo insatisfactorio hay que verlo como escuela preparatoria para poder transformar a futuro, el mejor cine y el mejor arte, es todo aquel que se hace con los problemas del hombre del común o también de los seres especiales), pero bordándolos debidamente con una efectiva génesis, un profundo conflicto y una significativa puerta de salida.

“YO AMÉ A UN ASESINO” es de esta suerte de películas. Recrea un incidente sencillo: un muchacho que, con un compinche, realiza un asalto, al compinche lo matan y él se verá abocado a buscar refugio en la casa de una joven que ha confiado en él.Nada épico, ni un solo efecto especial, seis o siete disparos en toda la película y ni siquiera un rostro que fascine… pero cada detalle, cada actitud de ese magnífico personaje, Nick Robey -que con el alma ha representado, John Garfield, antes de despedirse de este enrevesado mundo-, se parece muchísimo a cientos, quizás miles de hombres de los que vemos a diario en las calles o en las cárceles y tiene un gran peso para quienes sabiamente aspiren a conocer la naturaleza humana. Como él, esa muchacha llamada Peggy Dobbs (impresionante Shelley Winters), que se siente feucha por estar pasadita de carnes y que anhela amar, y ser amada, como cualquier ser humano, también nos ofrece un acervo de actitudes que describen a la perfección los más íntimos reclamos de las chicas con carencias.

Partiendo de la novela, “He ran all the way” de Sam Ross, el guión fue escrito por Dalton Trumbo y Hugo Butler, pero ¡una vez más! aquel brillante, admirablemente humano y muy sensible escritor que fuera Trumbo, debió servirse de un testaferro (Guy Endore) para que su labor pudiera seguir avante. Y también esta historia ha quedado para la posteridad, desmoronando prejuicios, demostrando que, en ocasiones, los victimarios pueden tener tanta (o mayor) necesidad de amor y comprensión que las mismas víctimas, y sustentando que, muchos delitos, se cometen más por miedo que por ímpetu de maldad, y esto, sin duda, es de la más profunda relevancia… pero la mayoría de los jueces poco se esmera por entenderlo.

Creo que, el director John Berry, ha hecho un gran filme sobre la psique humana y eso siempre me motiva los mayores aplausos. En este filme no hay héroes, pero hay valiosísimos seres humanos.

Título para Latinoamérica: “PRISIONERA DE UN AMOR”
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13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
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