Clásico del cine familiar. Steven Spielberg a través de un relato de ciencia ficción nos introduce a E.T., un extraterrestre de estatura baja, bípedo y con piernas cortas, brazos y dedos largos y ojos celestes. Es imposible no encariñarse con aquel personaje.

El guión es sólido y bien elaborado, de superior calidad a las películas infantiles modernas. La banda sonora estuvo impecable. Las actuaciones de los niños estuvo muy correcta, por otro lado, el gran Peter Coyote salió en algunas escenas y no defraudó.

Un grupo de adultos investiga una misteriosa nave espacial, la cual despega, dejando a E.T. en medio del bosque. Mientras que los adultos solo intentaban hacer experimentos con los extraterrestres, los niños que eran inocentes por naturaleza, veían en él un amigo, es así como Elliott (Henry Thomas) y sus hermanos les brindan su más sincera e incondicional amistad.

Curiosa la parte en que E.T. prueba cerveza y ve en la televisión una escena de The Quiet Man en donde John Wayne besa a Maureen O'Hara, haciendo que Elliot (que desde que conoció a E.T. sentía lo que el otro sentía) arruine su clase de ciencias y bese a una niña mucho más alta que él.

Inolvidable y mágica la escena en que Elliott maneja su bicicleta y lleva a E.T. en su canasta, como el camino estaba difícil, E.T. con sus poderes logra que estos se eleven por los aires, cual cuento de hadas. Maravilloso.