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Quatermain80 rating:
8
7.9
3,915
Drama
In 1547, Ivan IV (1530-1584), archduke of Moscow, crowns himself Tsar of Russia and sets about reclaiming lost Russian territory. In scenes of his coronation, his wedding to Anastasia, his campaign against the Tartars in Kazan, his illness when all think he will die, recovery, campaigns in the Baltic and Crimea, self-imposed exile in Alexandrov, and the petition of Muscovites that he return, his enemies among the boyars threaten his ... [+]
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- es
August 13, 2010
7 of 8 users found this review helpful
Impresionante obra de Eisenstein que aborda la figura del Zar Iván IV (1530-1584), anteriormente gran duque de Moscú, mostrando, en esta primera parte, sus ambiciones unificadoras y absolutistas.
En efecto, el personaje recreado por Eisenstein se nos muestra imbuído de una resolución inapelable, de un afán de poder que no conoce límites, y el argumento de la obra (tanto en esta primera parte como en la segunda) gira en torno a los obstáculos que van a oponer a Iván los boyardos (la aristocracia terrateniente), la Iglesia, y algunos miembros de su propia familia. Por tanto, el espectador asiste a la que quizás es la mejor representación cinematográfica de una autocracia, y por extensión, de un autócrata. Iván sólo conoce la certeza de su propia ambición, y no admite frenos ni componendas para ejercer su poder, el cual adorna con un paternalismo eficaz, buscando la identificación directa con el pueblo. Los boyardos, así como las autoridades eclesiásticas, son retratados como seres recelosos, traicioneros, a los que no les importa venderse a potencias extranjeras con tal de conservar sus privilegios.
Esta primera parte es, estéticamente, una verdadera maravilla, en la que Eisenstein alcanza una brillantez formal pocas veces igualada en la historia del cine; la abigarrada y barroca composición de los planos, la grandiosidad de la puesta en escena, y la hábil integración de los personajes principales en el entorno (soberbios decorados de Spinel), generan en el espectador una verdadera sensación de majestuosidad. A Iván, por ejemplo, se le enfoca muchas veces en contrapicado, acentuando su grandeza, y logrando de paso mostrar los ángulos y profundidades que propician los decorados. Las secuencias más destacables, por su acierto compositivo y planificador son, como ya se ha señalado en otras críticas, la de la coronación (sirve además para presentar a los personajes y sus motivaciones), el asedio de Kazán (de gran influencia en películas posteriores), el velatorio de la zarina muerta, y la final, con el pueblo marchando en busca de un estrategicamente retirado Iván. Buenas interpretaciones, dentro de la teatralidad característica de los intérpretes rusos de la época, la impresionante música de Prokofiev, un lujoso vestuario y un guión bueno aunque no soberbio, completan las virtudes formales de esta gran película.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
En efecto, el personaje recreado por Eisenstein se nos muestra imbuído de una resolución inapelable, de un afán de poder que no conoce límites, y el argumento de la obra (tanto en esta primera parte como en la segunda) gira en torno a los obstáculos que van a oponer a Iván los boyardos (la aristocracia terrateniente), la Iglesia, y algunos miembros de su propia familia. Por tanto, el espectador asiste a la que quizás es la mejor representación cinematográfica de una autocracia, y por extensión, de un autócrata. Iván sólo conoce la certeza de su propia ambición, y no admite frenos ni componendas para ejercer su poder, el cual adorna con un paternalismo eficaz, buscando la identificación directa con el pueblo. Los boyardos, así como las autoridades eclesiásticas, son retratados como seres recelosos, traicioneros, a los que no les importa venderse a potencias extranjeras con tal de conservar sus privilegios.
Esta primera parte es, estéticamente, una verdadera maravilla, en la que Eisenstein alcanza una brillantez formal pocas veces igualada en la historia del cine; la abigarrada y barroca composición de los planos, la grandiosidad de la puesta en escena, y la hábil integración de los personajes principales en el entorno (soberbios decorados de Spinel), generan en el espectador una verdadera sensación de majestuosidad. A Iván, por ejemplo, se le enfoca muchas veces en contrapicado, acentuando su grandeza, y logrando de paso mostrar los ángulos y profundidades que propician los decorados. Las secuencias más destacables, por su acierto compositivo y planificador son, como ya se ha señalado en otras críticas, la de la coronación (sirve además para presentar a los personajes y sus motivaciones), el asedio de Kazán (de gran influencia en películas posteriores), el velatorio de la zarina muerta, y la final, con el pueblo marchando en busca de un estrategicamente retirado Iván. Buenas interpretaciones, dentro de la teatralidad característica de los intérpretes rusos de la época, la impresionante música de Prokofiev, un lujoso vestuario y un guión bueno aunque no soberbio, completan las virtudes formales de esta gran película.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
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Spoiler:
Esta primera parte gozó del absoluto beneplácito de Stalin y el PCUS, hasta el punto de lograr su segundo Premio Stalin, prolongando un poco más el renovado idilio entre el poder y el cineasta que había renacido a raíz de la realización de "Alexander Nevski", epopeya nacionalista en clave prebélica que ya le había supuesto la obtención del mencionado premio. No es de extrañar que el retrato heróico de Iván gustara a Stalin, quien sin duda se sintió identificado con el personaje, y más aún con la retórica paternalista dirigida al pueblo, poniendo el énfasis en la unidad del estado y la concentración del poder bajo un único mando.