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Sci-Fi. Action
Rick Deckard (Harrison Ford) is a retired cop in Los Angeles in 2019. L.A. has become a pan-cultural dystopia of corporate advertising, pollution and flying automobiles, as well as replicants, human-like androids with short life spans built by the Tyrell Corporation for use in dangerous off-world colonization. Deckard's former job in the police department was as a talented blade runner, a euphemism for detectives that hunt down and ... [+]
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- es
February 5, 2008
10 of 13 users found this review helpful
Ridley Scott se empeñó en llevar a la gran pantalla Blade Runner inmediatamente después de leer la angustiosa obra de Dick, una de las novelas de anticipación más galardonadas del género que describe la perpetua lucha entre la necesidad de vivir y la obligación de morir, de ser libre, de tener voluntad propia, de amar y ser amados, cuando todo lo que rodea a los infelices transgresores lleva el olor de la muerte, del inflexible y calculado destino, de la esclavitud que impone una moralidad social tan cínica como asfixiante. Al director de Alien y Gladiator le cautivó su poder claustrofóbico, la plasmación de la angustia por el espacio vital de una sociedad decadente, la sutil narración de argumentos tan complejos y alarmantes para los ciudadanos de finales del siglo XX como la clonación de seres humanos, la ingeniería genética, la superpoblación, la utilización de hombres y mujeres artificiales con fines comerciales, esclavistas o militares, el control absoluto sobre ellos al fijar en sus genes su “retiro” obligatorio y la rebelión de algunos de ellos buscando su propia identidad y la prolongación de sus vidas
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Spoiler:
Blade Runner invoca los géneros tradicionales de la ciencia ficción y el cine negro para narrar una extraordinaria fábula trágicamente romántica. Ridley Scott escenifica una ciudad de Los Ángeles absolutamente agónica, degradada y decadente en el año 2019: un lugar oscuro, de una tristeza crónica, casi lóbrego, gigantesco, asfixiante, hogar de los desheredados, de aquellos que no pueden viajar a otros planetas de promisión (o que prefieren aprovechar el caos reinante en el planeta Tierra para fines más lucrativos); un destino para hallar al magnífico ingeniero de cerebros, al creador de esos seres “físicos” pero sin alma que buscarán en él las respuestas a su precaria existencia, a su fatal y cruel destino. La ciudad californiana del sol se viste con un traje de noche perpetua, de tinieblas, de luces de neón y espectrales sombras, de miles de personas que atestan unas calles empapadas por una lluvia sempiterna; decorados fantásticos más propios del cómic sombrío que enmarcan una visión apocalíptica de un mañana deprimente suavizada por la sugerente, magnética y envolvente música compuesta por Vangelis, cautivadora protagonista de los momentos más delirantes de la película.
En la visión artística de Ridley Scott no caben diatribas emocionales ni concesiones comerciales. No, al menos, en esta película. Su ritmo narrativo es vibrante sin caer en efectismos, sus puestas en escena convincentes, cautivadoras, idealistas; espléndidos primeros planos, cortos, intensos, magnificando un gesto, una sensación, una sonrisa... y extraordinario el trabajo realizado con todos los actores en donde muchos de ellos, como Rutger Hauer, Sean Young o Daryl Hannah, firman las mejores interpretaciones de su carrera profesional.
El final es un canto a la vida, desaparecidas ya las esperanzas de una redención: Roy, el líder “replicante” del grupo de fugitivos, explica al Blade Runner la razón de su angustia existencial en el epílogo de su corta vida: cuestiones relativas a la conservación de recuerdos, de experiencias, a la acumulación de emociones y sentimientos personales que desaparecerán con la muerte planificada y controlada por ingenieros genéticos sin escrúpulos. Deckard observará su desaparición con asombro y complejidad, y comprenderá el punto de vista de la presa y el ansia por aferrarse a un último hálito vital.
En la visión artística de Ridley Scott no caben diatribas emocionales ni concesiones comerciales. No, al menos, en esta película. Su ritmo narrativo es vibrante sin caer en efectismos, sus puestas en escena convincentes, cautivadoras, idealistas; espléndidos primeros planos, cortos, intensos, magnificando un gesto, una sensación, una sonrisa... y extraordinario el trabajo realizado con todos los actores en donde muchos de ellos, como Rutger Hauer, Sean Young o Daryl Hannah, firman las mejores interpretaciones de su carrera profesional.
El final es un canto a la vida, desaparecidas ya las esperanzas de una redención: Roy, el líder “replicante” del grupo de fugitivos, explica al Blade Runner la razón de su angustia existencial en el epílogo de su corta vida: cuestiones relativas a la conservación de recuerdos, de experiencias, a la acumulación de emociones y sentimientos personales que desaparecerán con la muerte planificada y controlada por ingenieros genéticos sin escrúpulos. Deckard observará su desaparición con asombro y complejidad, y comprenderá el punto de vista de la presa y el ansia por aferrarse a un último hálito vital.