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Voto de Chagolate con churros:
7
Cine negro. Intriga. Thriller Tras salir de la cárcel, Maurice Faugel asesina a su amigo Gilbert Varnove. A continuación prepara un atraco para el que necesita una serie de herramientas que le proporcionará Silien (Belmondo), un individuo sospechoso de ser confidente de la policia. El robo sale mal, y Maurice, que sospecha que Silien lo ha traicionado, decide ajustar cuentas con él. (FILMAFFINITY)
5 de agosto de 2010
33 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la sombra siempre del cine negro estadounidense, Melville es el máximo estandarte del “noir” europeo. Exceptuando su primera etapa que abarca hasta “Quand tu liras cette lettre”, y un par de rarezas (Deux hommes dans Manhattan, Léon Morin, prêtre) el resto de su filmografía rinde tributo a este género.

Lo que define la filmografía de Melville, más que el propio noir, es una visión fatalista que coloca a sus personajes en situaciones de pelígro físico, y sobre todo, de encarnizada lucha moral.

Silien (Jean-Paul Belmondo) dice:

“En este oficio se acaba siempre de vagabundo o lleno de agujeros”.

Si bien es cierto que la fotografía extenúa los blancos y negro, todo lo contrario observamos en el tratamiento de los personajes, donde están bañados por el gris moral. Por mucho gángster que sea el personaje, siempre encontraremos en el cine del galo un código de honor que habrá que respetar. Maurice Faugel (Serge Reggiani) y Silien, representan el personaje prototipo de Melville:

“Silien no exterioriza sus sentimientos, pero es capaz de todo por un amigo, ya sea un madero o un gángster.”

No considero a Belmondo ni la mitad de bueno de lo que se comenta, pero aquí está ciertamente comedido. Reggiani me parece superior. Sus miradas acompañan el espíritu pesimista que tienen ambos papeles. La mirada de Belmondo sólo se fija en el espejo (algo que comentaré más tarde).

Existe luces y sombras en el guión adaptado por el propio realizador. Mientras que durante todo el metraje no existen explicaciones de más, y toda información se ofrece con la puesta en escena y los diálogos (ya en su inicio, con el encuentro entre Maurice Faugel y Gilbert Varnove, se da una lección de como informar al espectador con sobreentendidos), pero esta melodía se trunca a la hora de esclarecer la trama. En lugar de hacer partícipe al espectador descubriendo los giros en el momento que acontece la acción, mata el clímax narrándolos a través de un personaje. Existe además un segundo giro que sobra, pero que al mismo tiempo nos deja una de las mejores secuencias de toda la película: la última mirada de Belmondo (haciendo de él mismo) a su reflejo. Un pequeño guiño a Michel Poiccard y la Nouvelle Vague.

Más que la llegada, “El confidente” es una película de trayecto, donde el resultado quizá es lo de menos (aunque tampoco es manco en resultados obtenidos). Hasta la meta, Melville ha mostrado aspectos nada apetecibles del ser humano, como la escena donde Silien pega salvajemente a Theresse, o momentos cómicos como el “uniforme” en el metro antes del robo (marcado por esos planos detalles marca Melville que abundan en toda la película), pero ante todo, “El confidente” es el relato de unos personajes que saben que el destino ya está escrito, y no hay acciones sin consecuencias.
Chagolate con churros
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