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Voto de Chagolate con churros:
8
Western El azar obliga a un pobre campesino a sustituir al sheriff para escoltar a Ben (Glenn Ford), un peligroso delincuente, que es, además el jefe de una banda de temibles forajidos. Tras cometer un asesinato, Ben es apresado y escoltado hasta un pueblo, por donde pasa el tren que debe llevarlo a Yuma (Arizona) para ser juzgado. Mientras tanto, su banda prepara su rescate. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2010
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pendulaba el tiempo mientras el pistolero Ben Wade (Glenn Ford) y el granjero Dan Evans (Van Heflin) comenzaban el enfrentamiento. Wade se mostraba seguro, sonreía con sorna, tentaba a su suerte y a la del contrincante. Evans sudaba a mares. Estaba nervioso, irascible y con ganas de ser tentado. El granjero miraba el reloj. Una vez, dos veces, una más. La escopeta se le resbalaba de las manos y no quedaban razones para seguir con la empresa.
Wade tumbado.
Evans sentado.
¿Qué hora es? Y Daves deteniendo un tiempo ya de por si escaso.

No escucharemos espuelas, ni buscaremos el contraplano del rival. No pasarán los gallos por al lado, ni veremos el sol abrasador . El duelo si no lo dije, se da en la habitación de un hotel. En cuento a narrativa, quedaría mejor decir en la barra de un bar, y de paso, evitaríamos malos entendidos. Pero lo cierto es que todo acontece en la habitación de un hotel. ¿Todo? Bueno, quedan para el recuerdo los planos desde la ventana o la acción fuera de cámara mientras Daves se empeñaba en captar cada pliegue de la cara de nuestros contrincantes. Porque los sonidos cuentan en el cine, y no sólo para asustar.

En la barra de un bar, nos quedan apenas unos pequeños segundos, donde dos caras se esfuerzan por entrar en un minúsculo plano. Pude notar, y parecerá una estupidez pero cierto es, como Ford echa el aliento a Felicia Farr. Pude notar, y parecerá una estupidez pero cierto es, como Felicia Farr abre la boca para coger ese aliento, como quien abre los ojos para fotografiar su pequeño mágico momento. Yo los tenía bien abiertos.

En la barra del bar se donan monedas de a dos. ¿Por qué? Por el tiempo perdido, por ejemplo.

Y de nuevo deteniendo el tiempo.

¿Qué hora es? Cada minuto, cada plano, cada suceso queda congelado. Un rostro cubierto por un periódico y unas botas sobre un sofá... tic, tac, tic, tac... Cada minuto, cada sonido queda congelado. Como el primer rayo. Ya lo dije, no quedaban razones para seguir. Esa es la razón. Sólo a veces, cuando no queda nada por lo que luchar, cuando todo parece indicar que la empresa es absurda y sin sentido, es cuando sale lo mejor de la naturaleza humana.

¡En menudo lugar voy a citar a la naturaleza humana...!

Sí, en el lejano Oeste.
Chagolate con churros
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