Otra serie más de las apocalípticas. Esas donde el mundo se ha ido al carajo, y sin embargo, los seres humanos no pasan ni por un leve shock pos-traumático. Donde las armas y la medicinas siguen siendo, igual o incluso más modernas que hoy, mientras que la ropa de los nuevos habitantes del planeta, es una mezcla entre vestimenta de hobbit y western, con un toque de caballero de la mesa redonda. Es decir, concluimos, que el mundo fue capaz de hacer sobrevivir las tecnología más avanzadas, pero no el buen gusto por la moda.

Fuera de broma, el falló fundamental de esta serie, es que siendo ciencia ficción, los problemas que viven los protagonistas son exactamente los mismo de cualquier habitante del actual Bronx o Río de Janeiro. Es decir muchos tipos malvados, muy malvados, que matan, esta vez no por dólares, sino por monedas con nombres extraños, o en el más original de los casos por hacerse de bolas brillantes con poderes sobrenaturales. Y uno se pregunta, bueno y después de tanto desastre, no habrá alguna crisis, más propia de un mundo en casi extinción, como podría ser alguna peste incontrolable, o un hambruna desatada.