Sean Byrne ofrece una película de terror sobre un esquema archiexplotado: familia que compra una casa estupenda a un precio baratísimo, suceso truculento que ocurrió años atrás, progresiva caída de los personajes bajo la influencia demoníaca, hombre perturbado que mata de manera inmisericorde, utilización de la niña como víctima principal… ¿Cuántas veces lo hemos visto? “The Devil’s Candy” es otra película de género, cuyo especial atractivo es su estética, colorido y banda sonora. Poco más. Esos elementos formales hacen pensar durante los primeros minutos de película que estamos ante un film con toques de originalidad, pero poco a poco vamos descubriendo que no es así. Bajo un envoltorio atractivo, apenas hay nada. La historia es lineal y esquemática, no hay subtramas, ni personajes secundarios, y ni siquiera profundiza en el cariz psíquico o psicológico del asesino, que podría haber dado cierto juego. El final tiene elementos de exageración que requieren cierta condescendencia por parte del espectador. De todos modos, la película es correcta y honesta, y Byrne no explota el recurso del susto fácil. “The Devil’s Candy” puede verse como un producto de mero entretenimiento, destinado especialmente a aficionados a las películas de terror y al metal. Pero sin entusiasmar.