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España España · Móstoles
Voto de Samizdat:
9
Comedia. Drama. Bélico En el Nápoles de los años 30, el taimado y oportunista Pasqualino intenta por todos los medios hacer carrera en la camorra, para alcanzar una posición de relieve dentro de su clan. Irónicamente apodado “Settebellezze” (siete bellezas), por la fealdad de sus hermanas, este pendenciero quiere rescatar su propio honor amenazando al hombre que ha obligado a prostituirse a una de ellas. (FILMAFFINITY)
26 de junio de 2011
38 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es posible aunar en una misma película la reflexión sobre el Holocausto y el humor más zafio? ¿Hablar de la más terrible degradación del ser humano al tiempo que se hace reír al respetable con chistes de pedos y letrinas? Aunque no lo parezca, es posible. Lina Wertmüller lo hizo en esta película, y el resultado es una obra maestra inapelable, una comedia dramática que está, a mi modo de ver, entre lo mejor y más profundo que el cine ha podido decir acerca de la barbarie nazi y, por extensión, acerca de la condición humana.

Las películas de Wertmüller no son, sin duda, un manjar apropiado para todos los paladares. Más que a degustar un exquisito bistec, la experiencia de ver alguna de sus obras equivale a darse un atracón de callos con garbanzos, tan apetitosos como grasientos. «Pasqualino Settebellezze» es la mejor de las tres películas de Wertmüller que he visto (las otras son «Mimí metalúrgico herido en su honor» y «Film de amor y anarquía»), y no precisamente porque se aparte de su línea habitual, sino más bien porque la lleva al extremo. Relata la historia de un hampón napolitano de poca monta, Pasqualino, apodado irónicamente «Siete Bellezas» por tener siete hermanas, a cual más fea. Lo conocemos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando acaba de desertar y se pierde por los brumosos bosques alemanes hasta que es capturado y enviado a un campo de concentración. Al tiempo que se nos cuenta esto, mediante una serie de flashbacks sucesivos se nos relata su vida en Nápoles antes de la guerra y el crimen que se vio obligado a cometer para mantener el «honor» de la familia, con resultados catastróficos. Dos líneas argumentales, por lo tanto, con un marcado contraste visual: la luminosidad del sol de Nápoles y su abigarrada y barroca arquitectura frente a la siniestra y desoladora penumbra de los barracones del campo de concentración alemán. El acertado montaje permite un interesante juego de espejos entre las dos historias que se nos cuentan: en Nápoles, Pasqualino hace lo imposible por cuidar su imagen y su concepto del honor; en Alemania, ya sólo cuenta sobrevivir a toda costa.

A lo largo de ambas líneas argumentales, lo esperpéntico y lo macabro van frecuentemente de la mano, aunque es cierto que las secuencias del campo de concentración, aun sin excluir el humor, son de una enorme dureza. En un ambiente irreal (semioscuridad, colores fríos, neblinas) se nos presenta un panorama digno del Infierno de Dante. Además, el contraste con la comicidad de otros momentos de la película hace que estas escenas resulten aún más horribles. La historia napolitana, en cambio, abunda más en peripecias cómicas, satirizando, como en otra gran película de Wertmüller («Mimí metalúrgico herido en su honor»), los alambicados códigos de honor y el desmesurado machismo propios del sur de Italia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Samizdat
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